diumenge, 24 de març del 2019

EL PODER IMPERIAL Y LOS ESPECTACULOS


Escrito por Maribel Bofill Monés



 
En la antigüedad tardía la relación entre el poder imperial  y los espectáculos fue muy intensa. El soberano utilizaba los espectáculos como “política de distracción popular”. Por ese motivo el Estado ofrece juegos al pueblo para tenerlo entretenido y para que no piense en  los problemas del imperio. Siendo en épocas de mayor crisis política cuando  más se intensifica la política imperial con los espectáculos.
Eso implicaba ser uno de los principales medios de propaganda imperial. La política de distracción popular y la propaganda imperial están estrechamente relacionados y no pueden entenderse el uno sin el otro. 

El emperador se servirá de los juegos como un medio de autoglorificación prácticamente desde el primer momento de existencia del Imperio. Siendo él en efecto, quien se llevará el mérito de cualquier exhibición celebrada en Roma, ya que su figura estará continuamente presente en las mentes de todos los ciudadanos como el evergeta universal, a quien todos deberán agradecer el llenar sus ratos de ocio.

Los juegos además presentaban al emperador como el padre indispensable de la patria, la ornamentación del edificio, el ceremonial estaban destinados a recordar al pueblo, en todo momento, quién era el monarca universal.

El calendario de los juegos estaba destinado a celebrar la dinastía imperial, mediante fiestas que conmemoraban los aniversarios así  como las victorias.

Los ludi uotiui, juegos votivos celebrados por la salud del emperador, salud que era la del Imperio y la de todos los ciudadanos.

En época republicana nace el evergetismo entre la aristocracia romana, este evergetismo tuvo en los juegos su máxima expresión. Había juegos votivos, de carácter extraordinario y juegos anuales celebrados regularmente.

Los ludi uotiui, tenían su origen en una promesa realizada generalmente por un cónsul o un dictador antes de entrar en batalla estos espectáculos, eran organizados para agradecer a la divinidad una victoria, con lo que de paso se convertían en la celebración política de tal victoria. Estos espectáculos  eran ofrecidos por el general que los había prometido.

Los combates de gladiadores ofrecidos por particulares, eran de carácter extraordinario ligados al ceremonial funerario, y que no tienen nada que ver con los munera.

Los juegos anuales eran ofrecidos por magistrados: ediles y pretores.

Los ediles organizaban la mayoría de espectáculos regulares, comprendidos en éstos las principales celebraciones del año. Los dos ediles curules se encargaban de organizar los ludi Romani, los Megalenses, los Ceriales y los Florales.

Los dos ediles plebeyos estaban encargados de preparar los ludi Plebeii.

El pretor urbano estuvo encargado de organizar los ludi Apollinares desde su creación, en el 212 a.C, tras la derrota de Canas.

Los pretores urbanos a partir del año 81 a.C., organizaron los ludi Victoriae Sullae, en honor del dictador Sila.

A partir del siglo I a.C. se crean los  festivales destinados a conmemorar las victorias de un individuo. Poniéndose finalmente los espectáculos al servicio del primer ciudadano de la República, con fin claramente propagandístico.

En los últimos siglos de la República, los ludi se convirtieron en una importante arma electoral.

A partir de aquí la sociedad romana se divide entre la plebe  y los optimates, la plebe tiene derecho al voto y los optimates, clase privilegiada podrá optar al senado.

Los miembros de la oligarquía para ganarse a la plebe, no dudaron en ofrecer juegos a las masas populares, que  creían que era puro evergetismo, y no tenían  otro fin  más que el electoral.

Cuando un magistrado ofrecía espectáculos al pueblo, no lo hacía para obtener prestigio, sino para ganar sus votos y poder acceder a magistraturas superiores.

La edición de los juegos era una función más del magistrado, especialmente de los ediles, quienes también se encargaban de la supervisión del culto público, de la vigilancia de los mercados, del mantenimiento del orden, y de las obras públicas.


El  colegio de los ediles encargado de organizar los juegos municipales  recibía una suma fija (lucar) del aerarium Saturni, esta cantidad sólo permitía celebrar unos juegos modestos, insuficientes, para la organización de unos más fastuosos que satisfacieran los deseos de popularidad de los editores. A partir del  siglo II a.C., el magistrado pudo, si ese era su deseo añadir a la suma asignada la cantidad que estimase necesaria para una editio verdaderamente lujosa (incerta pecunia), el público sólo recordaría al edil que se mostrase más generoso, por lo que cada individuo debía mostrarse más esplendido en los juegos que su  colega.

Únicamente si el edil se mostraba generoso podía optar a magistraturas superiores. Había que ser edil antes que ser pretor.

Para ganarse el  favor popular, los ediles no dudaban en emplear gran parte de sus fortunas llegando algunos a  arruinarse. Cuando gracias a haber alcanzado una magistratura superior obtenían el gobierno de una provincia, recuperaban su fortuna gracias al saqueo a que la sometían.

Al organizar los juegos se valoraba mucho exhibir por primera vez una cosa la idea del primus fecit. Y era fundamental que un magistrado superara a su predecesor en fastuosidad y derroche, aunque significara la ruina.

Los juegos revestían una gran importancia  para los magistrados, eran casi  la única oportunidad de contacto directo con el pueblo que se reunía en las gradas del circo o del teatro. Entonces era cuando recibía los aplausos y las ovaciones de la plebe; es decir, para el magistrado suponían la única ocasión de ganar el fauor populi. El  colegio de los ediles encargado de organizar los juegos municipales  recibía una suma fija (lucar) del aerarium Saturni, esta cantidad sólo permitía celebrar unos juegos modestos, insuficientes, para la organización de unos más fastuosos que satisfacieran los deseos de popularidad de los editores. A partir del  siglo II a.C., el magistrado pudo, si ese era su deseo añadir a la suma asignada la cantidad que estimase necesaria para una editio verdaderamente lujosa (incerta pecunia), el público sólo recordaría al edil que se mostrase más generoso, por lo que cada individuo debía mostrarse más esplendido en los juegos que su  colega.

Los juegos no debían de agradar solo a los hombres, también debían de agradar a los dioses. Cuanto más agradasen a los dioses, mayor sería el éxito de la fiesta, había que encontrar medios que no perjudicasen al aerarium, alguna excusa que permitiesen alargar los juegos a costa de la fortuna personal del editor. 

Había dos pretextos principales que se utilizaron: la instauración (instauratio) y la recaudación de una colecta.

La instauración consistía en la repetición de los días de fiesta en los que el ceremonial no se había desarrollado correctamente, o recomenzar los juegos enteros, la instauración corría siempre a cargo del editor.

La  recaudación de una colecta, el primer ejemplo lo encontramos  en la creación de los ludi Apollinares, en el 212 a.C. Éstos se crearon tras la batalla de Canas. El pretor debía recibir una parte del dinero público. El resto tenía que provenir de lo que aportasen los particulares según sus bienes.

El pretor, que ignoraba cuánto podía recaudar finalmente del pueblo, ponía de su propia fortuna todo lo que necesitaba para la celebración de unos juegos lujosos.

Los juegos poco apoco fueron perdiendo su espíritu religioso. Los editores organizaban los espectáculos para atraerse el favor de la plebe. El pueblo acudía a los juegos para distraerse.
La religión se convirtió únicamente en una excusa para la celebración del espectáculo.

Los ludi, se celebraron y repitieron una y otra vez, con la intención de agradar más a los hombres que a los dioses. Se convirtieron únicamente en una diversión solemne (laetitia)  produciéndose a finales del del siglo IV d.C.  la secularización oficial de los juegos.

Con Augusto, los juegos sufren toda una serie de transformaciones en organización y, en significado. Poco a poco los espectáculos tienen una relación más estrecha con el poder imperial.

El emperador se identifica con el Estado (res pública), asumirá el papel de evergeta, de modo que todos los juegos que se celebren los ofrecerá siempre el emperador, en un proceso que culminará en el Bajo Imperio.

La financiación de los juegos es la  principal diferencia entre los Julio-Claudios y sus sucesores.

La primera dinastía del Imperio se caracteriza por “mecenazgo de Estado” el primer ciudadano del Estado tiende a identificarse con el mismo Estado.

Augusto gracias a la gran fortuna heredada de su tío, asume el papel de mecenas de la patria. Alimenta al pueblo y lo entretiene, pagándolo todo de su fortuna personal (impensa et cura mea). Sus sucesores, hasta Nerón, seguirán esta política.

Los gastos  que más resaltan a los ojos del pueblo los sufraga el emperador por lo que éste se presenta  como mecenas gracias a su gran  patrimonio personal. El resto de los gastos continuarán siendo sufragados con dinero del erario público.

Los espectáculos regulares (ludi circenses, theatrici, uenationes y munera) seguirán siendo ofrecidos por los magistrados. Los espectáculos de carácter extraordinario, los combates de gladiadores y algunas cacerías que durante la República daban los particulares, son  ofrecidos exclusivamente por el emperador. Un particular podría celebrar unos  juegos si contaba con un permiso especial.

Con  Augusto, se producen cambios en la organización de los juegos.

Aparte de que  sea el propio soberano quien ofrece  en su nombre, y en el de otros, gran parte de los juegos, destacan también el traspaso de su organización, en el 22 a.C., los pretores, solo podrían ofrecer dos munera al año sin exceder los 120 gladiadores.

Los cónsules se encargarán, por primera vez, de ofrecer un festival de carácter regular: los ludi Martiales.

El mos maiorum,  renueva la moral impuesta por Augusto. Se ordena separar a los espectadores en las gradas, se separan los hombres de las mujeres en el anfiteatro, así mismo se prohíbe a las mujeres asistir a encuentro atléticos, y se  prohíbe también asistir a los espectáculos a todos los que vayan mal vestidos.

Suetonio nos cuenta la favorable disposición de Augusto hacia los espectáculos bien fuera porque de verdad se sentía atraído hacia ellos, bien porque no quería ganarse las críticas del pueblo, como le ocurrió a Julio César, quien durante las representaciones se ocupaba de leer y contestar cartas.

Tiberio, al contrario de Augusto, no ejerció de evergeta: no ofreció espectáculos ni en su nombre ni en el de otros siendo su política la de sanear el aerarium, redujo el gasto en los espectáculos públicos, rebajó el salario de los actores y fijó el número máximo de gladiadores que podían participar en los juegos.

Según Tácito, los tribunos de la plebe pidieron permiso para celebrar a sus expensas unos juegos en honor de Augusto. Al cabo de un tiempo, su organización pasó de los tribunos de la plebe al praetor peregrinus. Tiberio intentaba evitar los espectáculos siempre que podía, a causa según se afirmaba de su aversión a las multitudes, por la tristeza de su carácter o por temor a ser comparado con Augusto.

Según Dión Casio, Tiberio acudía al principio frecuentemente a los juegos, no sólo para honrar a los que los ofrecían, sino también para asegurar el orden entre el pueblo y mostrarle que compartía sus fiestas.

Calígula era partidario de la  política de distracción de masas. Por ello volvió a ofrecer frecuentemente combates de gladiadores en el anfiteatro Tauro y en el Campo de Marte. 




Claudio, ofreció juegos con frecuencia, continuando con la política del mecenazgo del Estado. Ofreció combates de gladiadores improvisados llamados sportula.

El espectáculo más famoso de este emperador fue la naumaquia del lago Fucino a. 52 d.C. En época de Claudio se realizaron cambios en la organización de los juegos sobre todo a los espectáculos de gladiadores, cuya organización quedó en manos del colegio de los cuestores.

Claudio se mostraba alegre y afable, bromeando frecuentemente con el público. También se le ha tachado de cruel ya que era muy aficionado a los juegos meridiani, eran los gladiadores que combatían al mediodía, los más sangrientos, La gente aprovechaba el descanso del mediodía para dejar el anfiteatro y regresar a sus casas para comer.

Nerón ofreció espectáculos variados y en gran número. Instituyó los ludi Iuuenalis.

En el anfiteatro que construyó en el Campo de Marte ofreció combates de gladiadores en los que no permitió matar a ninguno de los combatientes, ni siquiera a los criminales. Estableció juegos quinquenales, al modo de los griegos, a los que llamó Neroniani, con música, carreras de caballos, y juegos gimnásticos.

Con  Nerón volvieron a haber cambios en la organización de los munera.
 
El Senado consiguió, en el 54 d.C., que Nerón revocase la decisión de Claudio, de modo que los cuestores electos no tuviesen la obligación de organizar combates de gladiadores al entrar en su cargo. En el año 55 d.C, suprimió la guardia que velaba por la seguridad en el teatro, tal vez en un intento de conceder una mayor sensación de libertad al pueblo romano. Sin embargo, el único resultado de esto fue un alarmante incremento de los disturbios en las gradas, que llegaban hasta el extremo de convertirse en batallas campales.

Según Suetonio, el mismo Nerón tomaba parte activa en estos altercados, lanzando desde lo alto de los graderíos piedras y trozos de asientos arrancados sobre los espectadores, hasta que finalmente acertó a herir en la cabeza a un pretor.

Respecto a la actitud de Nerón con los espectáculos, superó a su tío Calígula en Infamia, al presentarse en el Circo Máximo conduciendo una cuadriga.

Fuentes:

M. MARTÍN-BUENO, “Utilización politico-religiosa de los teatros romanos”,
E. MELCHOR, Evergetismo en la Hispania romana, Córdoba, 1993.
M. T. OTERO, J. VERDUGO, “La imagen pública del dominator: ceremonial y
circo en la Antigüedad Tardía”, Ocio y espectáculo
P. SABBATINI, Gladiatorium paria. Annunci di specttacoli gladiatorii a Pompei,
Roma, 1980


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