Escrito por Federico Romero Díaz
David Livingstone, Richard Burton, Jhon Speke,
James Grant o Baker Stanley son
algunos de los nombres, curiosamente anglosajones, que todos pensamos al tratar
el tema de la exploración y el “descubrimiento” del interior del continente
africano. ¿Estamos en lo cierto al hacerlo?. Por supuesto que no.
En las obras de Plinio, Tolomeo o Herodoto, encontramos
los nombres de al menos cinco militares y exploradores romanos que más de 1700
años atrás iniciaron esta aventura.
Antecedentes
Con anterioridad al
dominio romano del Norte de África hay constancia de expediciones de
exploración de la costa africana. Según Herodoto,
los fenicios, a instancia del Faraón Necao II, emprendieron la circunnavegación de África partiendo del golfo Arábigo. La leyenda
cuenta que al tercer año de viaje consiguieron alcanzar el estrecho de las
Columnas de Hércules y penetrar en el Mediterráneo. El propio Herodoto duda de
la veracidad del relato, aunque sí que hay certeza de que los fenicios,
habituados a surcar el Mar Rojo, llegaron a las costas de Somalia, fuente de
valiosas mercancías para el comercio como perfumes y animales exóticos.
El otro gran
antecedente es la expedición de carácter colonizadora y comercial del
cartaginés Hannon. Su expedición
estaba formada por sesenta naves y casi treinta mil personas. Según la mayoría
de los autores, por un problema de escasez en las provisiones, se piensa que no
pasó del archipiélago de las Bissagas.
Sin embargo otros sí que sostienen que llegó hasta el golfo de Guinea. En cualquier caso, parece cierto que Cartago
exageró la importancia de la expedición para resaltar su poderío
marítimo-comercial y su capacidad conquistadora.
Expediciones romanas al interior de África
Tras el
establecimiento de colonias cartaginesas y el posterior dominio y ocupación
romana de la parte más al Norte de África, se produjo un aumento del interés
por conocer lo que había al sur del “Limes”, que se materializará en el
sucesivo envío de expediciones.
Dos serán las motivaciones romanas para el envió de estas misiones. Por una
parte está el lógico interés económico
en descubrir cómo son las tierras de las que provienen mercancías tan valiosas
como esclavos, animales, maderas exóticas, piedras preciosas, oro, etc. Por
otro lado, debemos añadir la necesidad
militar de asegurar la franja septentrional que dominan las incursiones de
los pueblos nómadas que habitan al sur de sus fronteras, principalmente
garamantes, nasamones, númidas, etc. Este último factor será el predominante en
muchas de las incursiones que vamos a describir, que adoptarán así el carácter
de campaña militar de intimidación, más que de conquista.
Podemos resumir en seis las grandes campañas romanas al
corazón de África:
1.
Expedición de Cornelio Balbo, el Menor, Procónsul
de África. Año 19 a.C.
Gracias a los
textos de Plinio el Viejo en su Historia Natural sabemos que Cornelio Balbo:
“Sometió
las ciudades de Mellulen y Zala, así
como Cydannus (Ghadamés). Después de éstas se extiende una larga cadena de
este a oeste que ….. Más allá de esa alienación montañosa está el desierto y
después una ciudad de los garamantes llamada Thelgore y también Bedir y Garama, la capital de los garamantes,
lugares todos los cuales han sido sometidos por las armas de Roma, habiendo
sido conquistados por Cornelio Balbo”.
A pesar de estas
palabras Plinio el Viejo reconoce la falta de dominio real del territorio de
los garamantes.
“No
obstante ha sido imposible abrir carretera en el país de los garamantes, porque
los bandidos de esta raza tapan los pozos con arena”.
Ghadamés. Foto: Francesc Sánchez |
No sabemos la fecha
de la muerte de Cornelio Balbo, aunque sí es conocida su brillante carrera en los
ámbitos militar y político. También sabemos que se dedicó a la escritura y que
fue un activo constructor de edificios públicos en Roma y en su Gades natal, donde
amplió la ciudad y ensanchó su puerto.
2.
Expedición de Cayo Suetonio Paulino. Año 42 d.C.
Es considerado el primer romano en atravesar el Atlas.
Fue destinado a Mauritania en ese
mismo año del 42 d.C. en calidad de
“legatus legionis” con orden de suprimir una revuelta de las tribus
mauritanas que se habían levantado contra Roma. Tras meses de duros combates
los romanos vencieron a Aedemon, su
líder. Los mauritanos, a pesar de la derrota, no accedieron a la rendición y se
trasladaron al otro lado de la cordillera reanudando las hostilidades al
siguiente año.
Plinio el Viejo en su obra “Historia Natural”
(V,14-15) nos describe la
expedición de Paulino al interior de África:
“fue
el primer jefe romano que cruzó la cadena del Atlas y avanzó una distancia
muchas millas más allá….llegando al río
Guir, a través de desiertos llenos de polvo negro, ocasionalmente rotos por
promontorios de roca que parecen que hubieran sido quemados; una región que el
calor hacía insoportable, aunque era época de invierno cuando la exploraron”
Paulino consiguió
llegar hasta la actual región de la Hamada
del Guir. Aportó una información clave a la geografía romana: la ruta
idónea para cruzar la cadena montañosa y la situación de los accidentes
geográficos de la zona.
Fue uno de los
mejores generales de su época. Estamos hablando del que años después, entre el
60 y el 61 d.C. obtendrá la famosa victoria en la batalla de Wating Street, en la que los britanos encabezados por la
rebelde reina Icena Boadicea o Boudica,
fueron literalmente masacrados por las fuerzas de Suetonio Paulino, a pesar de
una gran inferioridad numérica de las tropas romanas. El prestigio alcanzado
gracias a la exploración del Atlas y a la victoria en Britania le reportarán el
título de cónsul de Roma en el 66 d.C.
3.
La expedición de Valerio Festo. Año 70 d. C.
La expedición que
casi cien años atrás había realizado Cornelio Balbo contra los garamantes no
mantuvo a los turbulentos nómadas tranquilos por demasiado tiempo. Ya en el
primer cuarto del siglo I d.C. se sublevaron junto al renegado Tacfarinas. Tras la derrota, una
delegación de los nómadas solicitó el perdón del emperador Tiberio. De nuevo, en el 70 d.C. utilizando como pretexto una
disputa territorial entre las ciudades de Leptis
Magna y la actual Trípoli, se dedicaron a saquear el territorio romano.
Leptis Magna. Foto: Francesc Sánchez |
De lo que pasó
después, poco se sabe, aunque la arqueología demuestra que a partir de las
décadas finales del siglo I d.C. el reino garamante comerció regularmente con
Roma. Esta evidencia unida al hecho de que
dieciséis años después, en el 86 d. C la siguiente expedición romana (la
de Septimio Flaco) se dirigiera más
hacia el sur, nos lleva a pensar en un posible
apaciguamiento duradero del reino de esta tribu africana.
4.
La expedición de Septimio Flaco. Año 86 d. C.
La fuente principal
de información para esta expedición es Tolomeo
que basa su obra en la de otro autor anterior, Marino de Tiro, que nos habla de la vida al sur del Ecuador, en
África:
“Septimio Flaco partió de Libia con su
ejército llegando hasta donde los etíopes, desde el país de los garamantes,
después de tres meses de camino en dirección al mediodía”.
En cuanto al nombre
de Septimio Flaco se debe mencionar que hay algunos autores que afirman que
realmente era Suellio Flaco, nombre
documentado en una inscripción.
Según lo que
podemos deducir de los textos clásicos, el reino de los garamantes era el único
estado organizado del África interior en época preislámica. Era notable su
prestigio y riqueza, ambos confirmados por los hallazgos arqueológicos.
El objetivo oficial
de la campaña era en este caso, castigar a la tribu de los nasamones llegando tras tres meses de camino en
dirección al medio día, hasta la tierra
de los etíopes.
5. Expedición
de Julio Materno. Año 90 d.C.
Julio Materno era el Gobernador
de Numidia pocos años después de la incursión de Septimio Flacco. Domiciano le
ordenó emprender la búsqueda de oro en el actual Sudán, llegando en el cumplimiento de su misión a la mítica Agisimba, en torno a las sabanas de la
zona del Chad.
Tolomeo(I, 8, 4) en su libro “Geografía” nos cuenta:
“Partió
de Leptis Magna y escoltado después
de Garama (Djerma) por el rey de los
garamantes que iba a hacer la guerra a los etíopes. Después de cuatro meses en
marcha siempre en dirección al mediodía, llegó al país de Aguisimba, en Etiopía, lugar donde se encuentran los rinocerontes”.
En el volumen I del
“Imperio Romano” de Joel le Gall se nos cuenta que es factible que de ese viaje
proviniera “un rinoceronte bicorne, una especie muy diferente de la que se
cazaba en el Alto Nilo. Una moneda de Domiciano y epigramas de Marcial
recuerdan el sorprendente espectáculo que fue la lucha de este rinoceronte
contra otras fieras en la arena del Coliseo”.
6. La expedición enviada por Nerón. Años 62-67d.C.
El origen de las fuentes del Nilo siempre
había intrigado en Roma, incluso en los tiempos de Cesar o Augusto. Este último llegó a emitir una moneda con el
rostro de Cesar, el título de “Aegypto capta” y la imagen de un cocodrilo como
símbolo del país.
Es la expedición
romana más famosa a África. Sabemos que Nerón,
siendo joven estudió bajo la tutela de Queremón
de Narucratis, hierogramateus de los sacerdotes egipcios y director de la Biblioteca de Alejandría, despertando
en él su interés científico y geográfico. Séneca,
su tutor y persona de confianza en el gobierno de Roma también pasó parte de su
juventud en Alejandría donde, entre otras cosas, estudió geografía y etnografía de
Egipto y de la India
y desarrollaba su interés por las ciencias naturales,
en las que, según Plinio el Viejo destacaría
por sus conocimientos de geología, oceanografía y meteorología. En conclusión,
las dos personas más poderosas de su tiempo compartían conocimientos e interés
por Egipto y su gran río.
Será el propio Séneca en una de sus obras ”Cuestiones Naturales” el que ponga por
escrito la información que le dieron dos de los centuriones enviados a la
búsqueda de las fuentes del Nilo :
“Llegamos a unos enormes pantanos, cuya
extensión desconocen los propios naturales y que es imposible averiguar. Las
plantas acuáticas allí están tan enmarañadas, que nadie podría medir la
superficie de aquellas aguas, ni a pie, ni en barca. Incluso si esta fuese tan
pequeña que solo cupiese en ella un hombre, no lograría avanzar en aquella
espesura….Vimos allí dos rocas, por entre las cuales el río despeñaba con gran
ímpetu.”
Del relato se desprende que Nerón envió al menos una
expedición, aunque no podemos negar la posibilidad de que fueran varias. Estos
centuriones ayudados por el rey de
Etiopia y recomendados a los reyes vecinos, consiguieron avanzar,
remontando el Nilo Blanco y llegando
a la zona del Sudán, llamada “Sudá” que significa “barrera”. Se
trata de una zona pantanosa de miles de
kilómetros cuadrados de extensión.
Además de Séneca, tenemos otra excepcional fuente, Plinio el Viejo que nos habla de una
expedición hacia el Nilo mandada por Nerón y nos aporta nuevos datos como el año
de su comienzo que fue el 66 d.C., su carácter
militar al estar integrada por pretorianos
dirigidos por un tribuno y por último, que el grupo llegó hasta la actual presa de Asuan, cartografiando las ciudades y
accidentes geográficos de la zona.
Desconocemos si la búsqueda de Nerón de las fuentes del Nilo
fue un éxito. Sin embargo, sí que sabemos que Tolomeo (entre el año 100 y el 170 d.C.) en su obra “Geografía”, describe
con todo detalle el curso del Nilo y curiosamente ya aparecen los dos
brazos del río y su origen en unos grandes lagos. Al parecer Ptolomeo recogía
la información de un autor anterior, Marino
de Tiro, que a su vez fue informado por un marino y comerciante griego
llamado Diógenes. Sabemos con
certeza que el griego viajó desde la costa del Índico o desde la costa africana
del Mar Rojo, hacia el año 100 d. C. hasta la región interior de los grandes lagos Victoria y Alberto, de
los que nace el gran río. También dio testimonio de los famosos “Montes de la Luna”, cuyas nieves
alimentan los lagos y que hoy se llamaría el Ruwenzori. Así lo testimoniará la cartografía desde el tardío siglo
XIV, momento en el que se publicará la “Geografía” de Ptolomeo.
Conclusión
Remontándonos en el tiempo hemos conseguido adelantar en
1700 años al famoso viaje de Richard
Burton, Speke y Stanley. Solo reencontraron las fuentes del Nilo ya que
realmente fue Diógenes, el
comerciante griego del que hablan Marino de Tiro y Ptolomeo, el verdadero
descubridor de las fuentes del Nilo.
El interés por conocer y explorar el corazón del
continente africano siempre ha estado ahí y antes que los famosos exploradores
anglosajones, fueron muchos los que dejaron sus huellas en esos remotos lugares
de África. Los fenicios, desde sus exploraciones costeras y los romanos con sus
expediciones terrestres, abrieron el camino a los que, muchos siglos después,
la “historia oficial” ha otorgado el título de grandes exploradores de África.
Espero que tras este artículo, estos pioneros, auténticos
descubridores del interior de África, dejen de ser unos desconocidos y que sus
logros formen parte de los anales de nuestra historia.
- Las ciudades perdidas de Mauritania: expedición a la cuna
de los almorávides. —Mauricio Pastor Muñoz; Manuel Vilar Raso. Ed. El legado
andalusí, 1996.
- El Sahara: tierras,
pueblos y culturas. — Manuel Julivert. Ed Universitat de Valencia.
- El sueño de África. —Javier Reverte. Ed. Plaza&Janés,
1996.
- Viajes por el antiguo Imperio Romano. —Jorge García
Sánchez. Ed Nowtilus, 2016.
- Viajes y cambios de residencia en el mundo romano. —José
Mª Iglesias Gil. Ed. Universidad de Cantabria.
- Geografía. – Herodoto.
- Historia Natural. – Plinio el Viejo.