diumenge, 20 d’agost del 2017

AGRIPINA LA MENOR: HERMANA, ESPOSA Y MADRE DE EMPERADORES





Escrito por Marco Alviz Fernández



Busto de Agripina la Menor
Museo Arqueológico de Milán


Versa ex eo civitas et cuncta feminae oboediebant, non per lasciviam, ut Messalina, (…) adductum et quasi virile servitium: palam severitas ac saepius superbia; nihil domi impudicum, nisi dominationi expediret.

Desde el matrimonio la ciudad entera se inclinó y obedecía a la emperatriz, no mediante el desenfreno como Mesalina (…) sino en servicio rígido y casi a la manera de un hombre: en público severa y a menudo soberbia; nada en su casa deshonesto, a no ser que le conviniese para el gobierno.
Tácito, Annales XII.7



                Iulia Agrippina Minor nació el 6 de noviembre del año 15 d.C. en el asentamiento germano de Ara Ubiorum —actual Colonia, Alemania. La fortuna hizo que lo hiciera en el seno de la familia imperial Julio-Claudia y como descendiente directa por vía sanguínea de los Iulii —bisnieta de Augusto— y no por adopción como sucedía con la otra gens que formaba parte de la domus imperial, los Claudii, desde su bisabuela Livia. Respecto a ella, como veremos, existen comportamientos análogos al de otras damas imperiales; fue esposa del princeps en continua búsqueda de elevar la posición de sus hijos con el objetivo último de la púrpura, para lo que, según cuentan las fuentes, maquinó toda clase de intrigas que culminaron con incompleto éxito, pues no fueron correspondidas y su destino resultó trágico.

         El contexto histórico-familiar que rodeó su nacimiento e infancia marcará profundamente su personalidad y con ella el desarrollo de su vida adulta durante la que tanta relación mantuvo con los más altos escalafones de poder, por lo que es necesario  conocerlo. Su abuelo por parte de padre, Druso, fallecido trágicamente en 9 a.C., puso los cimientos de la leyenda de su padre pues sus victoriosas campañas en la frontera septentrional del Imperio —ampliándola hasta el Elba— le confirieron el sobrenombre de Germanicus, que heredará aquél y por el que será conocido a lo largo de la historia. Por la otra rama, su genealogía está salpicada de tragedia, y es que en el momento de su nacimiento los tres hermanos varones de su madre habían fallecido de manera violenta y su tía Julia se encontraba en el exilio, donde había muerto asimismo su abuela Julia.

Gran Camafeo de Francia. Glorificación de la familia de Augusto presidido por Tiberio y Livia.
Bibliothèque Nationale de France, París


Su madre, Agrippina Maior, única descendiente de Augusto por línea directa, le dio a Germánico nueve hijos seis de los cuales superaron la infancia, tres varones mayores —Nerón, Druso y Cayo o Calígula— y tres muchachas menores —la propia Agripina, Drusila y Livila, nacidas uno y tres años después. Dama igualmente impasible y deseosa de poderaequi impatiens, dominandi avida—, orgullosa, de grave temperamento e intolerante desarrolló una obsesión por la necesidad de continuar la línea directa de Augusto que heredó consigo —junto a gran parte de dicha personalidad— nuestra Agripina, que, aprendiendo de lo sucedido a aquélla, llevará a cabo una táctica distinta y a la postre más exitosa. De Germánico, por su parte, heredó su tacto y diplomacia a pesar de que apenas le conoció, pero siempre mantendrá vivo el recuerdo de su virtud generando un aura mística de lauda que mantuvo presente en todo momento.

Durante la campaña del Rin en la que vino al mundo Agripina, además de su padre, también se distinguió su propia madre ayudando con los motines que se sucedieron a la muerte de Augusto. Tomó, dicen los autores antiguos, casi labores de general —munia ducis—, por supuesto algo nada propio de una mujer —decora feminis. A finales del 16, Tiberio convocó en Roma a Germánico —la mala propaganda tras su desaparición habla de envidia por sus sonadas conquistas al oeste del Elba—, allí celebró un triunfo, último recuerdo que Agripina —y los romanos— pudo guardar sobre su persona en vida. Enseguida partió en una misión diplomática a Siria con su mujer nuevamente en estado y su hijo Calígula. En dicha empresa morirá Germánico en el año 19 supuestamente envenenado, fue incinerado y sus cenizas transportadas a Roma en solemne procesión a la cual no lejos de la capital se unieron el resto de sus hijos —un trance que la pequeña Agripina grabará sólidamente en la memoria.

Los años veinte transcurrieron entre las intrigas de Agripina Maior y un grupo de seguidores —partes Agrippinae— contra Tiberio y Livia, Sejano y Livila. Agripina sabía de la necesidad de una nueva unión con un varón que liderara su factio sin el cual se veía apartada de todo poder político, como correspondía a su condición de mujer, pero un temeroso Tiberio denegó su petición. Esta información la recoge Tácito directamente de las Memorias que escribió su hija —comentarii Agrippinae filiae—, que por desgracia no han llegado hasta nosotros. Desde el 26 amigos cercanos comenzaron a caer atacados por Sejano por vía jurídica y, aprovechando el retiro del anciano Tiberio a Capri y la defunción de Livia, se decidió a lanzarse sobre su principal objetivo de Agripina y sus hijos consiguiendo que fueran condenados Nerón y Druso César por conspiración. Agripina se dejará morir de hambre en el 33 en su exilio de la isla de Pandataria, donde ya su madre había sufrido el mismo destino. Antes, la farsa del prefecto del pretorio había sido destapada por Antonia Minor que abrió los ojos de una vez por todas a Tiberio quien, temiendo incluso por su propia vida, mandó ejecutar a Sejano en 31.

Entretanto, y sin duda tras ser educada en las letras —algo habitual entre las clases altas así que no deben extrañarnos las memorias que sabemos escribió(1)—, se produjo el primer matrimonio de Agripina la Menor, concretamente en el año 28 a la edad de trece, con Cn. Domicio Ahenobarbo de unos treinta. Se trataba de un vir nobilis cuyo cognomen proviene de barba y ahenea, barba de bronce, procedente de una leyenda de comienzos de la República y que se convirtió en distintivo de la gens Domitia(2); su linaje le unía por parte de madre, Antonia la Mayor, a la familia imperial como hija de Octavia y Marco Antonio. Agripina cambió la residencia de Livia por la de su esposo desde donde pudo contemplar con perspectiva la sucesión de amargos acontecimientos que se sucedieron sobre su familia. La unión le proveyó de cierta protección aprendiendo a manejar con prudencia los asuntos políticos en los que se inmiscuirá, y es que había asimilado la grandeza de su ascendencia y no iba a dejar que se ultrajara —explotará el hecho de ser hija de Germánico de la misma manera que Cornelia hizo lo propio con E. Africano—, se podría hablar de la génesis de lo que el historiador Aurelio Víctor denomina su ardor dominandi.

Los últimos  años de reinado de Tiberio estuvieron dominados por una fiebre de acusaciones y condenas por lesa majestad hasta el punto que a su muerte en 37 el júbilo fue el sentimiento general entre la nobilitas senatorial. Considero preciso exponer la evolución de la ley de lesa majestad, argüida para las proscripciones e injurias contra la casa imperial de cuyo carácter ciertamente impreciso se aprovecharon emperadores y sus mujeres llegando a abusar en pro de sus intereses con juicios intra cubiculum o in camera. Bajo Sila, la Lex Cornelia de Maiestate prevenía que los la generales tomasen el poder de los ejércitos de las provincias, la posterior Lex Iulia de Maiestate cesariana es poco conocida y después fue remplazada por otra con Augusto que incluía los delitos verbales —maiestas laesa— contra el emperador.

De esta suerte a Tiberio siguió Cayo César  —Caligula, diminutivo de caligae, el calzado del soldado romano—, quien inspiró henchida esperanza en el Senado como hijo del gran Germánico. Enseguida demostró su pietas honrando a sus padres y hermanos —depositó sus restos en el  mausoleo familiar—, a su abuela Antonia —a quien otorgó los honores de Livia, si bien rehusó utilizarlos en vida— y a su tío Claudio con el consulado. Pero los mayores honores, algunos sin precedentes, los reservó para sus tres hermanas —de cuya cercana relación las fuentes difaman con el incesto— con privilegios de vestales como asientos reservados en primera línea en los juegos o el derecho a usar el carpentum además de su representación en monedas asociadas a virtudes como la securitas o su mención en los vota publica anuales de lealtad al emperador.

Tenemos la ventura de que las fuentes nos permiten hacer un seguimiento de los acontecimientos políticos relacionados con nuestra protagonista prácticamente anual en los años que se suceden hasta el 42. El 15 de diciembre del mismo 37 Agripina dio a luz a su hijo Lucio Domicio Ahenobarbo —futuro emperador Nerón. Para los astrólogos determinados augurios y la propia fecha no se manifestaban favorables así como la manera en que le dio a luz, de nalgas, una experiencia tan dolorosa que, además de anotarlo en sus memorias, le llevó a no querer más hijos pese a desposarse dos veces más. Oprobios originados a consecuencia de su póstuma damnatio memoriae afirman gratuitamente que cometerá incesto con su hijo. Incluso la tradición cuenta, en esta misma línea, que un arúspice vaticinó que gobernaría en Roma pero que a su vez mataría a su madre, a lo que Agripina respondió con su inconfundible coraje ¡que me mate, mientras gobierne! —occidat dum imperet!

Moneda de Agripina la Manor con su hijo Nerón (RIC I, 6)


En el año siguiente murió su hermana Drusila, cuya cercanía con el emperador llegó al punto, según Suetonio, de haberla nombrado heredera de los bienes y del Imperiobonorum atque imperii— durante el delirio de su enfermedad el año anterior. Algo por completo implausible, por lo que algunos sugieren que quizá se refiriera a su segundo esposo M. Emilio Lépido, lo que tal vez avivara su ambición y explique su participación en la conjura del año siguiente. No en vano fue consagrada como diosa, nuevamente algo sin precedente en el ámbito femenino.

         Calígula impuso una monarquía al modo helenístico, se intituló dominus et deus en vida y obligó a la proskynesis ante su persona. Además, en 39 recuperó las persecuciones y comenzó a cometer una serie de excesos que acabaron levantando suspicacias sobre su idoneidad en el cargo. Asociado a ello observamos el punto de inflexión del protagonismo político de Agripina, cuyos ideales aristocráticos eran antagónicos a los autocrático-orientales de su hermano, pues se vio inmersa en una conspiración junto a su hermana y M.E. Lépido, a la sazón amante de ambas, quizá decididos por el matrimonio de aquél con la embarazada Caesonia, con lo que verían reducidas sus posibilidades de sucesión. Sin embargo, el complot fue desenmascarado y Lépido ejecutado, Agripina fue obligada a transportar sus restos a Roma para después acudir al destierro junto a su hermana a la recurrente isla de Pandataria y sus propiedades requisadas.

En el año 40 moría su enfermizo esposo Domicio y poco después, en 41, Calígula cayó preso de otra conjura cuyo corolario —además de su asesinato junto a su mujer e hija— fue la proclamación de su tío Claudio. Comenzó entonces un pretendido periodo de conciliación en el que, si seguimos a Suetonio, todos los actos de gobierno expresaban más bien la voluntad de sus mujeres y libertos que la suya propia. Agripina —que contaba ya con veinticinco años— y Livila retornaron de su exilio y, pese al trato recibido, ofrecieron en un acto de pietas un digno funeral a su hermano Calígula, que no fue declarado enemigo público —hostis publicus— quizá por superstición pues se decía que su fantasma era visto por las calles de la ciudad.

Como digo, cabe señalarse la prominencia que logró el grupo social de los libertos ya desde la administración de Calígula debido a la cantidad de gestión burocrática que necesitaba el Imperio. De esta suerte, se convertirán en protagonistas nombres como Palas —afín a Agripina, jefe del fiscus, que controlarán en comunión—, Narciso —su acérrimo adversario— o Calisto.

         Hasta el año 47 las fuentes ofrecen lagunas, se trata del periodo en que la esposa del emperador, Valeria Mesalina, domina la escena con sus intrigas sexuales —reconocida ninfómana, Juvenal le define con la famosa meretrix Augusta— y políticas. Desposada con Claudio en 38 por sus lazos con la familia Julia como nieta de Octavia, se convirtió en lo que Roldán Hervás (2008) denomina el Sejano de Claudio y su primera víctima no tardó en llegar. Livila, al poco de regresar de su exilio y bajo la tapadera de adulterio con el filósofo Séneca y por aludida falta de respeto hacia la consorte, resultó desterrada para después caer asesinada en 42. En este tiempo le fue concedido el título de Augusta pero, por lo contrario, denegada por Claudio la propuesta senatorial de acuñar moneda en su honor.

Por su parte, siguiendo el ejemplo de su madre la dama Agripina buscó el apoyo de un hombre, un nuevo esposo que sustentara sus ambiciones políticas —algo que aquélla no había podido conseguir. El futuro emperador Galba se barajó como primera opción, desechada por el mismo. El elegido como su segundo esposo fue finalmente Cn. Pasieno Crispo en 41, acudiendo quizás con él a su proconsulado en Oriente al año siguiente permaneciendo ahora lejos de la Urbs. A lo largo de estos años parece que Agripina se decidió a suplantar a Mesalina al lado de Claudio e inició movimientos. De talante similar, la gran diferencia entre ambas era el uso que hacían del sexo, mientras que la primera lo practicaba por mero vicio personal —per lasciviam—, la segunda lo canalizó por cauces políticos. Muy pronto Agripina y su hijo Nerón se convirtieron en los mayores rivales de una hostil —infesta— Mesalina, quien ya había dado a luz a un futurible heredero, que pasó a la historia como Británico. La tradición narra la anécdota, ya en 47, de que en los Juegos Seculares de ese año la entrada al graderío de Nerón, de 9 años, fue muy aplaudida mientras que la de Británico, de 6 años, fue recibida con apreciable menor entusiasmo, lo que irritó sobremanera a Mesalina. El desenlace llegó con un inesperado matrimonio —fingido para Suetonio— con uno de sus amantes, el cónsul C. Silio, junto a la adopción de Británico, en un movimiento casi desesperado ante la tendencia de la facción de su rival hacia el poder; trató de transferir la legitimación imperial convirtiendo a su nuevo cónyuge capax imperii (Kolb 2010). Pero el liberto Narciso —destacado burócrata estatal junto a Palas— desentrañó la trama siendo los culpables ejecutados. Oportunamente Pasieno había expirado antes de 47 —cuando regresa la narración de Tácito— e inevitables rumores de asesinato apuntaron a la propia Agripina por las artes tan habituales del envenenamiento, y es que es ahora cuando de nuevo el purpurado se encontraba disponible para el matrimonio por ella pretendido.

Claudio comprendió la necesidad de contar con una esposa y que, por añadidura, estuviera relacionada con la familia imperial. La mejor posicionada no era otra que nuestra protagonista —unida por sangre con ambas ramas de la domus imperial y con un nieto del gran Germánico como impecable candidato a la sucesión—, favorecida por el liberto Palas —tal vez su amante. Entre otras candidatas encontramos a Elia Petina —su segunda esposa, aconsejada por Narciso— y a Lolia Paulina —otra ex, en este caso de Calígula, a la que posteriormente Agripina mandó ejecutar—, opciones que Claudio rehusó. La unión entre tío y sobrina se celebró en 49 tras un dispendio senatorial para permitirlo —ante las acusaciones de Tácito de total degradación moral.

Gemm Claudia, representa al amperador Claudio y Agripina la Menor, a la izquierda, frente a
Germánico y Agripina la Mayor. Kunsthistoriches Museum, Viena


En este momento en que Agripina había alcanzado la más alta posición social y desde la que —afirma de nuevo Tácito— ejerció un poder quasi virile servitium(3), comenzó la nueva e incansable labor de acrecentar la posición de su hijo sobre la de Británico, si bien ya algo mermada. Para ello lo presentaba astutamente ante el pueblo como un segundo Germánico y, por tanto, ideal para la sucesión; al mismo tiempo, persuadió ese mismo año a un senador para que se concertara en la cámara el matrimonio entre Nerón y Octavia, primera hija de Claudio y Mesalina. Igualmente consiguió que se restituyera de su exilio a Séneca —de nuevo hay informaciones de posibles affaires— para nombrarle tutor de su hijo, resentida de su estancia con su ex cuñada y madre de su archienemiga Mesalina, Domicia Lépida —quien no tardó en ser ejecutada muliebribus causis—, durante su exilio de 39-41.

Espléndido año el que concluía para nuestra protagonista, pero sus éxitos no se detendrían ahí, en 50 obtuvo el título de Augusta —Iulia Augusta Agrippina—, primera consorte imperial en conseguirlo en vida del emperador —de la misma manera sucederá con Popea, esposa de Nerón, convirtiéndose desde Domiciano en el título oficial de la mujer del princeps—, recibía junto a Claudio la salutatio matutina —destaca el homenaje que dedicó a ambos el derrotado jefe británico Carataco—, hizo erigir todo un aparato iconográfico de su persona y auspició el otorgamiento del grado de colonia a su lugar de nacimiento, Ara Ubiorum, que tomó su nombre y el de su esposo como Colonia Claudia Ara Augusta Agrippinensium. Aún más, la muestra más decisiva de su nuevo e influyente estatus fue el hecho de la adopción de Nerón por Claudio, lo que le convirtió en principal candidato a la sucesión; la cuestión se confirmó al año siguiente cuando al futuro césar se le otorgó la toga virilis, la magistratura del consulado para cuando cumpliera los veinte y el título princeps iuventutis —antes concedido a Cayo y Lucio César por Augusto con la intención de oficializar su potencialidad como sucesores. Respecto a Británico —quien, tal vez por costumbre, había llamado Domitius a Nerón a lo largo de un convite, agraviando a Agripina—, se encargó de sustituir a sus consejeros, tutores y a los miembros de la guardia pretoriana que le tenían simpatía, asegurándose que el resto le eran favorables nombrando prefecto al leal Burro.

El ascenso de su retoño resultó ya imparable. En 53 Claudio cayó enfermó y Agripina lo aprovechó para posicionar a Nerón —introducido ese mismo año en la vida pública romana— a las puertas de tomar el solio desplegando pietas pública con el patrocinio de unos juegos por su recuperación y celebrándose el matrimonio entre los hermanos políticos Nerón y Octavia —para lo que tuvo que procesar previamente al esposo de esta, L. Julio Silano, nieto de Julia Minor—, quien de manera artificial se vio adoptada por otra familia para evitar la ilegalidad. A finales de año pues, su hijo estaba formalmente preparado para ocupar el trono imperial, tan solo quedaba un único obstáculo.

Año 54, las fuentes hablan de un Claudio(4) receloso de su destino y temeroso ante las intrigas de palacio urdidas por su mujer. En virtud de ello pudo haber iniciado una aproximación a la figura de su hijo Británico, próximo a recibir su toga virilis, en lo concerniente a la cercana sucesión —un quiebro análogo al llevado a cabo por Augusto con Agripa Póstumo y que supuestamente también condujo a Livia a poner fin a su vida. La determinación de Agripina era firme y tan solo quedaba aguardar un momento idóneo, este se avino cuando el liberto Narciso, hombre más cercano al emperador, abandonó Roma para acudir a unos baños por cuestiones de salud. El recurso del veneno sale al alza una vez más de la mano de Locusta, quien le proporcionó un producto que confundiera su mente pero de efectos diluidosquod turbarem mentem et mortem diferret— rociado, según una velada tradición, sobre las setas que ingirió en la cena del 12 de octubre. El anuncio de la defunción lo hicieron esperar hasta el mediodía siguiente con el fin de preparar la sucesión de Nerón, que se desarrolló bajo la dirección de Séneca quien definió el día como initium saeculi felicissimi en su obra denigratoria del emperador Apocolocyntosis divi Claudii(5) —pues nunca olvidó el deshonor de su destierro por la cuestión de Livila. Durante la toma de poder Agripina permaneció en palacio junto a Británico y las hijas de Claudio y se deshizo del probablemente desfavorable testamento. Como colofón de la maniobra y tras un espléndido funeral, el Senado elevó a la categoría de dios al difunto princeps, con Agripina como flaminica para su culto —al modo de Livia— y promotora de su propio templo como Divus Claudius.

Nos encontramos ahora en el punto álgido del poder de Agripina —potentia matris(6), se podría decir que era la persona más poderosa de Roma. Nerón sabía que debía a su madre la púrpura y le definió como Optima Mater. Asistía a las sesiones del Senado —con las dosis de irritación que ello suponía para los patres— e incluso, como símbolo de su autoridad y poder, se le concedió ser acompañada por dos lictores —Livia, e incluso la primera de las Vestales solo llevaron uno. Nuevos excesos que hacían presagiar que su privilegiada posición no podía durar mucho, y es que la obstinada avidez del joven príncipe por tomar las riendas hizo menguar la guía de su madre apoyándose en el prefecto Burro, para el ámbito militar, y en Séneca, para el político. De igual manera, las medidas tomadas para desvincularse de la gestión de Claudio —entre ellos la destitución de Palas en el fiscus— debieron consternar a Agripina.

        Tres lustros de ascenso para conseguir los objetivos que se había propuesto estuvieron a punto de concluir súbitamente por sus discrepancias sobre el romance de Nerón con la liberta oriental Acte. Y es que ello dejaba en mal lugar uno de los más significativos logros de la mater caesaris como era el del matrimonio con Octavia —que representaba la unión entre Claudios y Julios. En la disputa una enfurecida Agripina llegó a proferir amenazas sobre secundar a un apartado Británico cuyo corolario resultó el asesinato del mismo a principios de 55. Tácito afirma que Agripina vio de esta manera abierto el camino para su propio óbito. Su cambio de actitud no le bastó para que Nerón le sacara de palacio a la vez que una nueva normativa sobre la guardia pretoriana le retiraba los soldados asignados a acompañarla. No acabaron ahí sus contratiempos pues en ese año Agripina salió indemne de una acusación de conspiración por parte de una de sus rivales, Julia Silana, para llevar al poder a Rubelio Plauto, bisnieto de Tiberio, enemigo político del emperador que años después será ajusticiado.

         En los cuatro años siguientes, entre 55 y 59, año de su muerte, apenas mencionan las fuentes a nuestra protagonista. Se podría inferir que quizá, amedrentada por los anteriores acontecimientos, desapareciera de la vida pública y se retirara a palacio, pero más bien las líneas apuntan a que siguió una actuación menos intrusiva en el campo político —res publica— evitando toda confrontación; por otro lado Syme (1958) refiere que la falta de noticias podría ser una técnica narrativa de Tácito dejando unos años en suspense su figura para comparecer en el dramático final, de la misma manera que el historiador latino hizo con Sejano.

De cualquier manera, parece claro que durante esos años Nerón retomó los sentimientos negativos respecto a su madre, imbuido ya en el círculo de paranoia clásico del tirano que sospecha de todo y teme las intrigas de sus más cercanos colaboradores. Así, en 59 decidió asesinar a su madre. Los motivos permanecen en un oscuro misterio si bien Tácito —seguramente tan perdido como nosotros— se apoya en unos similares al desencuentro con Acte en 55, esta vez con una mujer de más alta alcurnia y casada con el futuro fugaz emperador Otón, Popea Sabina. Sugiere que resultó determinante para que Nerón tomara la funesta decisión ya que Agripina nunca permitiría el enlace entre ambos en detrimento de Octavia. Sin embargo, el hecho de que transcurrieran tres años en producirse el mismo desde la muerte de aquélla nos lleva a pensar que Tácito simplemente introdujo la explicación que consideró más plausible.

El ardid de Nerón para acabar con la vida materna consistió en la preparación en Baiae —bahía de Nápoles—, con ocasión de las fiestas de Minerva en el mes de marzo, una ceremonia de reconciliación a la que invitó a su madre, que aceptó dubitativa. Mientras cenaban animadamente sus hombres prepararon la barca en la que había acudido para que su muerte pareciese un accidente. Después del convite le despidió en la orilla con la mirada fija y adherido a su pecho, ya fingiendo con disimulo ya viendo desvanecerse la grandeza de su madre, aunque mantenía su insensible espíritu(7), el resto de la noche veló con gran consternación esperando el éxito de la operación(8). No obstante el intento de asesinato fue un fracaso y Agripina consiguió escapar —evavisse— y llegar a su villa. Ahora conocía las verdaderas intenciones de su hijo, decidió fingir que había sobrevivido gracias a la bondad y el azar de los diosesbenignitate deum et fortuna eius— al terrible accidente pero no le sirvió y, a pesar de la falta de consenso con Burro y Séneca —enterados en ese momento de la inconveniente situación—, fue enviado para finalizar la tarea Aniceto, jefe de la armada de Miseno. Tras irrumpir en su habitación y darle un primer golpe en la cabeza, Agripina, desde el suelo, se desnudó la tripa donde había gestado a su asesino e invitó a que clavaran su daga al grito de ventrem feri!


Nerón ante la muerte de su madre Agripina de Montero Calvo.
Museo del Prado

Nerón se aseguró del fallecimiento acudiendo él mismo a la villa, allí se le atribuye haber alabado —vituperasse, laudaverit— la belleza del cuerpo materno. Será cremado en el mismo lecho que utilizaba para los banquetes —convivali lecto— y no se permitió su depósito en el mausoleo familiar —su dies natalis fue declarado nefasto—, sus sirvientes le levantaron un pequeño túmulo —levem tumulum— en la vía del monte Miseno. Sin embargo, los sentimientos de amargura arreciaban y, a la manera de Orestes en Las Coéforos, se dice que Nerón veía las Furias persiguiéndole por su terrible matricidio, lo que trató de aplacar mediante un rito expiatorio —magos sacro.

Frente al Senado —ayudado por la elocuencia de Séneca— le acusó de conspiración y este decretó acciones de gracia a los dioses —supplicationes, que Dion Casio hace acompañar con un eclipse—, se celebraron juegos en dichas fechas para conmemorar la salvación del princeps del complot y —siguiendo el ejemplo de otras mujeres odiadas como Livila y Mesalina— sus estatuas fueron destruidas  y su nombre borrado de las inscripciones —la denominada damnatio memoriae. Todo ello acompañado de una amnistía a las víctimas exiliadas de su madre.

El emperador Nerón, al fin libre de las trabas interpuestas incesantemente por su madre, se casó tres años después, en 62, con Popea. Para ello tuvo que eliminar —influido por los ruegos de esta— a su popular actual esposa Octavia, de quien se divorció bajo la causa de esterilidad y exilió por la de adulterio para luego sentenciarla a muerte provocando el clamor del pueblo romano y no pocas pesadillas que se unieron a las de su madre. Su nueva cónyuge le dio una hija en 63, Claudia —otorgando a ambas el título de Augusta—, que tan solo vivió cuatro meses. No obstante, dos años después, Popea, embarazada de nuevo, resultó muerta tras una disputa doméstica con Nerón. Con este inestable emperador dio a su fin la dinastía Julio-Claudia, ningún vástago varón fue capaz de sobrevivir a las confabulaciones que se urdieron en su seno. Así, autores como Santoro (2006) han declarado, siguiendo a Tácito, que el camino destructivo que sigue la domus Julio-Claudia es similar a aquel seguido por la de los Átridas en la Orestía esquílea. 

Si hacemos una revisión cuantitativa de las fuentes nos encontramos con que Agripina contó con tres esposos pero con unos diez amantes. Las víctimas de sus maquinaciones, alegadas por aquéllas, llegan al número de once, entre las que se encuentran dos de sus maridos así como prefectos, senadores y demás enemigos u obstáculos políticos. Con una lista de agravios de tal calibre no es de extrañar pues que la tradición historiográfica le haya tachado como una de las malas de la historia, la mulier semper atrox tacitea.

El nombre de Agrippina Minor fue postergado y nadie trató de recuperar su honor en adelante. Tan solo parece que Trajano efectuó un juicio positivo de los hechos pues, al querer desmarcarse de la política neroniana, honró a su madre con una estatua colosal en su foro. Único gesto en dos mil años, al que se unió el de los habitantes de Colonia hace dos décadas, que colocaron una estatua en el ayuntamiento. Una lección la de Agripina de la que aprenderán las mujeres de la casa imperial durante el próximo siglo y medio, pues no encontramos una homónima con tanto poder como el que ella alcanzó.


FUENTES
Dión Casio, Historia Romana (trad. J. P. Oliver Segura), Madrid, Gredos, 2011, vol. 4.
Dión Casio, Historia Romana (trad. D. Plácido Suárez), Madrid, Gredos, 2004, vol. 3.
Suetonio, Vida de los Césares (trad. V. Picón), Madrid, Cátedra, 2011.
Tácito, Anales (trad. J. L. Moralejo), Madrid, Gredos, 1980, 2 vols.

BIBLIOGRAFÍA

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GINSBURG, JUDITH 2006: Representing Agrippina: Constructions of Female Power in the Early Roman Empire. Oxford University Press for the American Philological Association. Oxford.
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KOLB, ANNE (ed.) 2010: Augustae: Machtbewusste Frauen am römischen Kaiserhof? Herrschaftsstrukturen und Herrschaftspraxis II. Akten der Tagung in Zürich 18.-20.9.2008. Akademie Verlag. Berlin.
MIRÓN PÉREZ, M. D. (ed.) 1996: Mujeres, religión y poder: el culto imperial en el occidente Mediterráneo. Universidad de Granada. Granada.
HIDALGO DE LA VEGA, M. J. 2012: Las emperatrices romanas: sueños de púrpura y poder oculto. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca.
ROLDÁN HERVÁS, JOSÉ M. 2008: Césares. Julio César, Augusto, Tiberio, Claudio y Nerón. La Primera Dinastía Imperial. Esfera de los Libros. Madrid.
SANTORO L'HOIR, FRANCESCA 2006: Tragedy, Rhetoric, and the Historiography of Tacitus' Annales. Ann Harbor. The University of Michigan Press.
SYME, R. 1989 (1ª ed. 1958): Tacitus. 2 vols. Oxford.





(1) Una discusión sobre las perdidas memorias la encontramos en la obra de Emily Ann Hemelrijk (1999), en la que hace un repaso por la educación de las mujeres de clase alta durante el periodo central de la historia de Roma.
(2) Suetonio cuenta —Nero I— cómo dos jóvenes gemelos —iuvenes gemini—, Cástor y Pólux, le hicieron brotar barba de color cobrizo —aerique similem— a L. Domicio para demostrarle su divinidad y así les hiciera caso en ir a anunciar al senado y al pueblo romano una victoria bélica.
(3) Vd. el texto taciteo Annales XII.7 que abre el artículo.
(4) En la obra póstuma de Judith Ginsburg (2006), la autora observa cómo varias de las más importantes figuras del texto taciteo —del que fue erudita— están asimiladas al elenco de personajes de la comedia como Pallas, servus fallax; Agripina, matrona imperiosa; o Claudio, senex stultus.
(5) Título que refleja la sátira de la obra que se podría traducir por La calabacificación del divino Claudio en un juego de palabras griegas con ἀποθέωσιςconsecratio— y κολοκυνθίς—calabaza— atribuido al filósofo cordobés por Dion Casio.
(6) Usado por Tácito para Agripina en XIII.12.1, para Judith Ginsburg (2006) puede significar el poder de la madre sobre su hijo o bien el que la Agripina ostentaba en la sociedad romana en virtud de su posición como madre del emperador.
(7) Tácito, Annales XIV.4: artius oculis et pectori haerens, sive explenda simulatione, seu pe[ri]turae matris supremus adspectus quamvis ferum animum retinebat.
(8) Suetonio, Nerón XXXIV: reliquum temporis cum magna trepidatione vigilavit opperiens coeptorum exitum.