Escrito por Maribel Bofill Monés
En la antigüedad
tardía la relación entre el poder imperial
y los espectáculos fue muy intensa. El soberano
utilizaba los espectáculos como “política de distracción popular”. Por ese
motivo el Estado ofrece juegos al pueblo para tenerlo entretenido y para que no
piense en los problemas del imperio.
Siendo en épocas de mayor crisis política cuando más se intensifica la política imperial con los
espectáculos.
Eso implicaba ser
uno de los principales medios de propaganda imperial. La política de
distracción popular y la propaganda imperial están estrechamente relacionados y
no pueden entenderse el uno sin el otro.
El emperador se servirá de los juegos como un medio de autoglorificación prácticamente desde el primer momento de existencia del Imperio. Siendo él en efecto, quien se llevará el mérito de cualquier exhibición celebrada en Roma, ya que su figura estará continuamente presente en las mentes de todos los ciudadanos como el evergeta universal, a quien todos deberán agradecer el llenar sus ratos de ocio.
El emperador se servirá de los juegos como un medio de autoglorificación prácticamente desde el primer momento de existencia del Imperio. Siendo él en efecto, quien se llevará el mérito de cualquier exhibición celebrada en Roma, ya que su figura estará continuamente presente en las mentes de todos los ciudadanos como el evergeta universal, a quien todos deberán agradecer el llenar sus ratos de ocio.
Los juegos
además presentaban al emperador como el padre indispensable de la patria, la
ornamentación del edificio, el ceremonial estaban destinados a recordar al
pueblo, en todo momento, quién era el monarca universal.
El
calendario de los juegos estaba destinado a celebrar la dinastía imperial, mediante
fiestas que conmemoraban los aniversarios así como las victorias.
Los ludi uotiui, juegos votivos celebrados
por la salud del emperador, salud que era la del Imperio y la de todos los
ciudadanos.
En época
republicana nace el evergetismo entre la aristocracia romana, este evergetismo
tuvo en los juegos su máxima expresión. Había juegos votivos, de carácter
extraordinario y juegos anuales celebrados regularmente.
Los ludi uotiui, tenían su origen en una
promesa realizada generalmente por un cónsul o un dictador antes de entrar en
batalla estos espectáculos, eran organizados para agradecer a la divinidad una
victoria, con lo que de paso se convertían en la celebración política de tal
victoria. Estos espectáculos eran
ofrecidos por el general que los había prometido.
Los
combates de gladiadores ofrecidos por particulares, eran de carácter
extraordinario ligados al ceremonial funerario, y que no tienen nada que ver
con los munera.
Los juegos
anuales eran ofrecidos por magistrados: ediles y pretores.
Los ediles organizaban
la mayoría de espectáculos regulares, comprendidos en éstos las principales
celebraciones del año. Los dos ediles curules se encargaban de organizar los ludi Romani, los Megalenses, los
Ceriales y los Florales.
Los dos
ediles plebeyos estaban encargados de preparar los ludi Plebeii.
El pretor
urbano estuvo encargado de organizar los ludi
Apollinares desde su creación, en el 212 a.C, tras la derrota de Canas.
Los
pretores urbanos a partir del año 81 a.C., organizaron los ludi Victoriae Sullae,
en honor del dictador Sila.
A partir
del siglo I a.C. se crean los festivales
destinados a conmemorar las victorias de un individuo. Poniéndose finalmente
los espectáculos al servicio del primer ciudadano de la República, con fin
claramente propagandístico.
En los
últimos siglos de la República, los ludi
se convirtieron en una importante arma electoral.
A partir de
aquí la sociedad romana se divide entre la plebe y los optimates, la plebe tiene derecho al
voto y los optimates, clase privilegiada podrá optar al senado.
Los
miembros de la oligarquía para ganarse a la plebe, no dudaron en ofrecer juegos
a las masas populares, que creían que
era puro evergetismo, y no tenían otro
fin más que el electoral.
Cuando un
magistrado ofrecía espectáculos al pueblo, no lo hacía para obtener prestigio,
sino para ganar sus votos y poder acceder a magistraturas superiores.
La edición
de los juegos era una función más del magistrado, especialmente de los ediles,
quienes también se encargaban de la supervisión del culto público, de la
vigilancia de los mercados, del mantenimiento del orden, y de las obras
públicas.
El colegio de los ediles encargado de organizar
los juegos municipales recibía una suma
fija (lucar) del aerarium Saturni, esta cantidad sólo
permitía celebrar unos juegos modestos, insuficientes, para la organización de
unos más fastuosos que satisfacieran los deseos de popularidad de los editores.
A partir del siglo II a.C., el magistrado
pudo, si ese era su deseo añadir a la suma asignada la cantidad que estimase
necesaria para una editio verdaderamente
lujosa (incerta pecunia), el público
sólo recordaría al edil que se mostrase más generoso, por lo que cada individuo
debía mostrarse más esplendido en los juegos que su colega.
Únicamente
si el edil se mostraba generoso podía optar a magistraturas superiores. Había
que ser edil antes que ser pretor.
Para ganarse
el favor popular, los ediles no dudaban
en emplear gran parte de sus fortunas llegando
algunos a arruinarse. Cuando gracias a
haber alcanzado una magistratura superior obtenían el gobierno de una
provincia, recuperaban su fortuna gracias al saqueo a
que la sometían.
Al
organizar los juegos se valoraba mucho exhibir por primera vez una cosa la idea
del primus fecit. Y era fundamental
que un magistrado superara a su predecesor en fastuosidad y derroche, aunque
significara la ruina.
Los juegos
revestían una gran importancia para los
magistrados, eran casi la única
oportunidad de contacto directo con el pueblo que se reunía en las gradas del
circo o del teatro. Entonces era cuando recibía los aplausos y las ovaciones de
la plebe; es decir, para el magistrado suponían la única ocasión de ganar el fauor populi. El colegio de los ediles encargado de organizar
los juegos municipales recibía una suma
fija (lucar) del aerarium Saturni, esta cantidad sólo
permitía celebrar unos juegos modestos, insuficientes, para la organización de
unos más fastuosos que satisfacieran los deseos de popularidad de los editores.
A partir del siglo II a.C., el magistrado
pudo, si ese era su deseo añadir a la suma asignada la cantidad que estimase
necesaria para una editio verdaderamente
lujosa (incerta pecunia), el público
sólo recordaría al edil que se mostrase más generoso, por lo que cada individuo
debía mostrarse más esplendido en los juegos que su colega.
Los juegos
no debían de agradar solo a los hombres, también debían de agradar a los
dioses. Cuanto más agradasen a los dioses, mayor sería el éxito de la fiesta,
había que encontrar medios que no perjudicasen al aerarium, alguna excusa que permitiesen alargar los juegos a costa
de la fortuna personal del editor.
Había dos
pretextos principales que se utilizaron: la instauración (instauratio) y la recaudación de una colecta.
La instauración consistía en la
repetición de los días de fiesta en los que el ceremonial no se había
desarrollado correctamente, o recomenzar los juegos enteros, la instauración
corría siempre a cargo del editor.
La
recaudación de una colecta, el primer ejemplo lo encontramos en la creación de los ludi Apollinares, en el 212 a.C. Éstos se crearon tras la batalla
de Canas. El pretor debía recibir
una parte del dinero público. El resto tenía que provenir de lo que aportasen
los particulares según sus bienes.
El pretor,
que ignoraba cuánto podía recaudar finalmente del pueblo, ponía de su propia
fortuna todo lo que necesitaba para la celebración de unos juegos lujosos.
Los juegos
poco apoco fueron perdiendo su espíritu religioso. Los editores organizaban los
espectáculos para atraerse el favor de la plebe. El pueblo acudía a los juegos
para distraerse.
La religión
se convirtió únicamente en una excusa para la celebración del espectáculo.
Los ludi, se celebraron y
repitieron una y otra vez, con la intención de agradar más a los hombres que a
los dioses. Se convirtieron únicamente en una diversión solemne (laetitia) produciéndose a finales del del siglo IV
d.C. la secularización oficial de los
juegos.
Con
Augusto, los juegos sufren toda una serie de transformaciones en organización
y, en significado. Poco a poco los espectáculos tienen una relación más
estrecha con el poder imperial.
El
emperador se identifica con el Estado (res
pública), asumirá el papel de evergeta, de modo que todos los juegos que se
celebren los ofrecerá siempre el emperador, en un proceso que culminará en el
Bajo Imperio.
La
financiación de los juegos es la
principal diferencia entre los Julio-Claudios
y sus sucesores.
La primera
dinastía del Imperio se caracteriza por “mecenazgo
de Estado” el primer ciudadano del Estado tiende a identificarse con el
mismo Estado.
Augusto gracias a la gran fortuna
heredada de su tío, asume el papel de mecenas de la patria. Alimenta al pueblo
y lo entretiene, pagándolo todo de su fortuna personal (impensa et cura mea). Sus sucesores, hasta Nerón, seguirán esta política.
Los
gastos que más resaltan a los ojos del
pueblo los sufraga el emperador por lo que éste se presenta como mecenas gracias a su gran patrimonio personal. El resto de los gastos
continuarán siendo sufragados con dinero del erario público.
Los
espectáculos regulares (ludi circenses,
theatrici, uenationes y munera) seguirán siendo ofrecidos por los
magistrados. Los espectáculos de carácter extraordinario, los combates de gladiadores
y algunas cacerías que durante la República daban los particulares, son ofrecidos exclusivamente por el emperador. Un
particular podría celebrar unos juegos
si contaba con un permiso especial.
Con Augusto,
se producen cambios en la organización de los juegos.
Aparte de
que sea el propio soberano quien
ofrece en su nombre, y en el de otros,
gran parte de los juegos, destacan también el traspaso de su organización, en
el 22 a.C., los pretores, solo podrían ofrecer dos munera al año sin exceder los 120 gladiadores.
Los
cónsules se encargarán, por primera vez, de ofrecer un festival de carácter
regular: los ludi Martiales.
El mos maiorum, renueva la moral impuesta por Augusto. Se ordena separar a los espectadores
en las gradas, se separan los hombres de las mujeres en el anfiteatro, así
mismo se prohíbe a las mujeres asistir a encuentro atléticos, y se prohíbe también asistir a los espectáculos a
todos los que vayan mal vestidos.
Suetonio nos cuenta la
favorable disposición de Augusto
hacia los espectáculos bien fuera porque de verdad se sentía atraído hacia
ellos, bien porque no quería ganarse las críticas del pueblo, como le ocurrió a
Julio César, quien durante las
representaciones se ocupaba de leer y contestar cartas.
Tiberio, al contrario de
Augusto, no ejerció de evergeta: no ofreció espectáculos ni en su nombre ni en
el de otros siendo su política la de sanear el aerarium, redujo el gasto en los espectáculos públicos, rebajó el
salario de los actores y fijó el número máximo de gladiadores que podían
participar en los juegos.
Según Tácito, los tribunos de la plebe
pidieron permiso para celebrar a sus expensas unos juegos en honor de Augusto. Al cabo de un tiempo, su
organización pasó de los tribunos de la plebe al praetor peregrinus. Tiberio intentaba evitar los espectáculos
siempre que podía, a causa según se afirmaba de su aversión a las multitudes,
por la tristeza de su carácter o por temor a ser comparado con Augusto.
Según Dión Casio, Tiberio acudía al principio
frecuentemente a los juegos, no sólo para honrar a los que los ofrecían, sino
también para asegurar el orden entre el pueblo y mostrarle que compartía sus
fiestas.
Calígula era partidario de
la política de distracción de masas. Por
ello volvió a ofrecer frecuentemente combates de gladiadores en el anfiteatro Tauro y en el Campo de Marte.
Claudio, ofreció juegos con
frecuencia, continuando con la política del mecenazgo del Estado. Ofreció
combates de gladiadores improvisados llamados sportula.
El
espectáculo más famoso de este emperador fue la naumaquia del lago Fucino a. 52 d.C. En época de
Claudio se realizaron cambios en la organización de los juegos sobre todo a los
espectáculos de gladiadores, cuya organización quedó en manos del colegio de
los cuestores.
Claudio se
mostraba alegre y afable, bromeando frecuentemente con el público. También se
le ha tachado de cruel ya que era muy aficionado a los juegos meridiani, eran los gladiadores que
combatían al mediodía, los más sangrientos, La gente aprovechaba el descanso
del mediodía para dejar el anfiteatro y regresar a sus casas para comer.
Nerón ofreció
espectáculos variados y en gran número. Instituyó los ludi Iuuenalis.
En el
anfiteatro que construyó en el Campo de
Marte ofreció combates de gladiadores en los que no permitió matar a
ninguno de los combatientes, ni siquiera a los criminales. Estableció juegos
quinquenales, al modo de los griegos, a los que llamó Neroniani, con música, carreras de caballos, y juegos gimnásticos.
Con Nerón volvieron
a haber cambios en la organización de los munera.
El Senado
consiguió, en el 54 d.C., que Nerón
revocase la decisión de Claudio, de
modo que los cuestores electos no
tuviesen la obligación de organizar combates de gladiadores al entrar en su
cargo. En el año 55 d.C, suprimió la guardia que velaba por la seguridad en el
teatro, tal vez en un intento de conceder una mayor sensación de libertad al pueblo
romano. Sin embargo, el único resultado de esto fue un alarmante incremento de
los disturbios en las gradas, que llegaban hasta el extremo de convertirse en
batallas campales.
Según Suetonio, el mismo Nerón tomaba parte activa en estos altercados, lanzando desde lo
alto de los graderíos piedras y trozos de asientos arrancados sobre los
espectadores, hasta que finalmente acertó a herir en la cabeza a un pretor.
Respecto a
la actitud de Nerón con los
espectáculos, superó a su tío Calígula
en Infamia, al presentarse en el Circo
Máximo conduciendo una cuadriga.
Fuentes:
M.
MARTÍN-BUENO, “Utilización politico-religiosa de los teatros romanos”,
E. MELCHOR,
Evergetismo en la Hispania romana, Córdoba, 1993.
M. T.
OTERO, J. VERDUGO, “La imagen pública del dominator: ceremonial y
circo en la
Antigüedad Tardía”, Ocio y espectáculo
P. SABBATINI, Gladiatorium paria. Annunci di
specttacoli gladiatorii a Pompei,