Escrito por María Engracia
Muñoz-Santos
El lago Fucino |
El lago Fucino se localiza
en la meseta de Marsica, antiguo territorio volsco, hoy provincia de
l’Aquila. Se encuentra a unos 670 m
sobre el nivel del mar, a unos 85 km de la Urbs
y su extensión en plenitud acuífera en época romana se calcula que podría haber
sido de unos 140 km2.
Sus riberas eran, aún hoy en día lo son, muy fértiles y
en época romana debía producir gran cantidad de pesca, pero tenía un problema y
es que, como no tenía salida natural, se creía que era el culpable de los
brotes de malaria en las poblaciones cercanas y, además, inundaba los campos de
cultivo muy a menudo, como Julio Obsecuente, autor del siglo IV, nos cuenta en
su Libro de los prodigios: «El lago Fucino lo inundó todo en cinco millas
a la redonda», cosa que además ocurrió una vez el lago había reducido en
mucho sus dimensiones por los drenajes de varios emperadores, como ahora
veremos.
Debido a estos
problemas hubo, como nos dice Suetonio, “insistentes súplicas” a Augusto para
que se pusiera remedio al problema, pero él no quiso hacerse cargo del asunto y
no fue hasta Claudio, unas cuantas décadas después, que un emperador tomó
medidas. El objetivo de la obra fue triple: por un lado, incrementar los suelos
cultivables, por otro, evitar los desastres que producía el agua estancada y,
por último, incrementar el volumen de agua del río cercano y así hacerlo más
fácilmente navegable.
El trabajo sería
arduo. El diseño debió ser cosa del
emperador, o al menos las fuentes no hablan de ningún ingeniero o arquitecto y
la obra la llevó a cabo el liberto Tiberio Claudio Narciso: había que
construir un túnel de drenaje que desembocase en el río Liri, que se encontraba
a casi 5 km del lago. La profundidad de
dicho túnel sería de 304 m bajo el monte Salviano, con unas dimensiones de 2,75 m de ancho por 6 m de alto. Se picaría
roca caliza y estratos aluviales, realizándose trabajos de apuntalamiento en
los lugares donde amenazara derrumbe. Además,
se tallaron en la roca 40 pozos verticales, algunos de ellos de hasta 120 m de
profundidad. La piedra se trabajaba con
escoplo y derramando agua hirviendo en cuñas de
madera clavadas en grietas que partían la roca.
No era la primera
vez que se hacía una obra similar. En
Roma ya se habían hecho trabajos similares para varios acueductos, aunque este
era el de mayores dimensiones. Los ingenieros de Claudio sabían que se
enfrentaban a varios problemas, como la dureza de la roca, las variaciones de
la constitución del suelo, los inconvenientes de la ventilación y, por supuesto,
el problema del agua, las filtraciones, etc.
El emperador Claudio |
Plinio el Viejo nos
cuenta que «Uno de los logros más notables del mismo emperador, Claudio, es, al
menos en mi opinión, el canal que cavó a través de una montaña para drenar el
lago Fucino. Esto implicaba el gasto de una suma indescriptiblemente grande de
dinero y el empleo durante muchos años de una horda de trabajadores» y añade
algunos datos interesantes: que al atravesar la montaña hicieron falta pozos de
ventilación y para el montaje de montacargas para poder extraer los escombros
que se iban generando, que la roca sólida tuvo que ser cortada y que la
oscuridad debía ser total, lo que hacía más complicado el trabajo. Plinio añade sobre las obras: «de las que
solo pueden tener una idea los que las vieron, y que no se puede describir con
palabras.» (Plinio el Viejo, Historia
Natural XXXVI, 124).
Se calcula que la
obra comenzó en el año 42 d. C. y que fue terminada en el 53 d. C. Suetonio nos
da la cifra de las personas que trabajaron en la obra, unos 30.000 obreros
durante esos 11 años, sin interrupción.
Entre los trabajadores habría: hombres para cargar escombros, otros
recogiendo escombros, otros que los elevarían en el montacargas, otros
descargando en el exterior, otros más trabajando en los sistemas de elevación,
otros más descargando cubos y los que estarían picando.
Lo que no nos
cuenta Suetonio son los problemas extremos a los que debieron enfrentarse todos
estos hombres, como accidentes debido a resbalones, derrumbes, túneles
colapsados, filtraciones de agua constantes o incluso epidemias.
Aunque las fuentes
hablan de un túnel, lo cierto es que arqueológicamente se han encontrado un
total de 6, pero no todos debieron ser obra de Claudio. Otros emperadores como Trajano y Adriano (Historia Augusta, Adriano 22, 12) tuvieron que hacer obras de limpieza tras años de
olvido y este último intentó de nuevo drenar el lago ampliando los campos de
labranza. Finalmente, el túnel quedó en
el olvido a pesar de varios intentos sin resultados de volverlo a limpiar,
hasta 1835 y 1870, cuando fue finalmente desecado por completo el lago.
Volviendo a la
época de Claudio, tras unos trabajos tan duros con tantísimas personas, la
inauguración debía ser sonada y a causa de las consecuencias nefastas, así
fue.
Tunel del lago Fucino |
Una vez terminada
la canalización y antes de vaciar el lago, Claudio celebró su inauguración con
una naumaquia. Esto sucedió en el año 52
a. C. No era la primera que se celebraba
en Roma, anteriormente ya había habido con Julio César y con Augusto, pero sí
que era la primera que se celebraba en un lugar no construido expresamente para
un evento de esta magnitud, el lago era esta vez la naumaquia (recordemos que
este nombre lo recibían tanto los edificios como las luchas de embarcaciones
que se llevaban a cabo en su interior) y que, además, se desarrolló fuera de la
ciudad de Roma. Debió ser todo un acontecimiento, solo los mayores recordarían
la última dada por Augusto, que había sido cincuenta años antes.
Nos cuenta Tácito
que «Una multitud innumerable [de personas] llenó las riberas, las colinas y
las partes elevadas de los montes, como si de un teatro se tratara; unos
procedían de los municipios próximos y otros de la Ciudad misma, llevados por
la mera curiosidad o por honrar al príncipe». El mismísimo emperador y su
esposa Agripina presidieron el espectáculo. Él vestido con un llamativo manto
de guerra, probablemente pretoriano, ella vestida de hombre, con una clámide
dorada, vestimenta típica griega de los soldados de caballería y los efebos,
sin duda alguna tenía todo un significado que ella apareciese así. Como también lo tenía que gran cantidad de
pretorianos rodeasen el lago para evitar que los prisioneros que iban a
protagonizar la lucha en el agua escapasen.
Que Tácito les de esa importancia en el texto es interesante si
recordamos que Claudio había llegado al trono gracias a ellos, y que a lo largo
de su vida les dio un gran protagonismo en sus actividades políticas y
militares.
Por Tácito y
Suetonio sabemos que Claudio organizó un combate naval como el de Augusto pero
«con naves ligeras y menos tropas», con unos diecinueve mil hombres embarcados
en trirremes y cuatrirremes (según Tácito) y por trirremes solamente, según
Suetonio, concretamente este habla de doce por cada bando. Unos luchaban simulando ser la flota
siciliana y los otros la de Rodas.
Se cree que estas
celebraciones conmemoraban acciones históricas de cierta entidad para un
romano. Se piensa, por tanto, que estos espectadores
debían entender el motivo por el que se ponía en escena esta batalla. A nosotros se nos escapa. Eso sí, en estas puestas en escena nunca
aparecerían los romanos luchando contra otros pueblos, probablemente por si
perdían (cosa que podía ocurrir) y lo cual debía horrorizarles debido a las
consecuencias que podía conllevar una acción nefasta.
Sabemos, además,
que todos los actores que participaron en la naumaquia de Claudio eran
criminales y que debieron luchar muy valerosamente porque el emperador perdonó
a todos los supervivientes la vida.
Antes de comenzar las luchas ocurrió la famosa escena
que después se ha convertido en bulo histórico: los gladiadores saludando al
emperador con aquello de “ave, Cesar, los que van a morir te saludan”. Esto
nunca ocurrió en una lucha de gladiadores en la arena del anfiteatro. Solo sucedió en este momento y fueron estos
prisioneros de guerra, que en ningún caso eran gladiadores, puesto que no lo
dejan dicho explícitamente las fuentes.
Nos cuenta Suetonio que la respuesta del emperador fue un tanto
desconcertante porque respondió con un «¡oh no!» y que todos entendieron que no
tenían que luchar y se negaron a hacerlo.
Claudio, ante esta negativa y sin saber qué hacer (imaginen el panorama,
todo el montaje en el agua, la gente que había llegado desde muchos lugares
sentados en las laderas del lago, los pretorianos dispuestos en sus lugares),
el panorama debió de ser algo desolador para el emperador, que finalmente los
obligó a pelear. La lucha comenzó cuando un tritón de plata surgió del centro
del lago mediante un ingenio mecánico e hizo sonar la trompeta que portaba.
Una vez celebrado el espectáculo comenzó el desagüe del
lago. Algo que no salió bien, como
cuentan las fuentes. Suetonio nos dice
que la fuerza del agua fue tal que el canal construido a tal efecto se
desbordó. Según Tácito el problema estuvo en que el canal no estaba a la altura
adecuada, probablemente debido a la ineptitud de Narciso, este liberto era el
pretor y por tanto debía supervisar las obras del lago. La historia se complica muchísimo en este
punto: Agripina, esposa de Claudio, lo acusó de haberse quedado con el dinero
que se le había dado para la obra, pero se trata de un capítulo algo turbio en
el que se mezcla la política, el dinero y el poder, un tira y afloja entre el
emperador, su mujer y varios personajes más, por intentar quitarse unos a otros
del medio para hacerse con el trono de Claudio.
Tras aquel episodio en el lago, hubo de nuevo
obras. Esta vez se intentó hacer más
hondo el túnel y cuando fue finalizado, de nuevo, se reunió a la multitud para
celebrar una nueva inauguración.
Esta vez no se trataría de una naumaquia, iba a ser una
lucha de gladiadores. Se tendieron puentes sobre las aguas donde lucharon las
parejas y tras este espectáculo se llevó a cabo un banquete junto al desagüe
del lago. Cuando de nuevo se abrieron
las compuertas la gente entró en pánico, esta vez la fuerza del agua lo
arrastraba todo y hacía temblar la tierra y causaba gran estrépito.
Parece que de nuevo Agripina echó en cara a Narciso la
mala ejecución de la obra, o puede que Tácito en realidad hablase de la otra
discusión que tuvieron tras la primera catástrofe y frustrada
inauguración. Aquí las fuentes son algo
complicadas de seguir y puesto que ambos autores, Tácito y Suetonio escribieron
años después de que ocurriesen los hechos, es fácil que llegasen a confundirse
uno u otro.
El caso es que en octubre del año 54 Claudio moriría envenenado
y, si la primera inauguración fue en el año 52, la siguiente debió ser unos
meses más tarde, así que las obras de ampliación del túnel de desagüe no
debieron de ser de envergadura, quizás solo fueron cosméticas.
Así pues, podemos concluir que: la famosa naumaquia de
Claudio no fue a muerte, como tanto gusta relatar a algunos pseudohistoriadores;
que, además, en realidad el objetivo era mostrar el poder del emperador sobre
la Naturaleza que podía llegar a dominarla incluso para desecar un gran lago;
que hubo dos espectáculos en el mismo lugar, separados por el tiempo, tan solo
por unos meses y que el primero fue una naumaquia, mientras que el segundo fue
de luchas de gladiadores; y que las obras, finalmente, debieron ser todo un
éxito porque en época de Nerón los canales fueron olvidados y debieron estar en
funcionamiento hasta Trajano.
Este es un capítulo más en la historia de Roma que ha
sido manipulado y tergiversado, y que a tenor de los datos es un gran
desconocido.
Bibliografía
MORALEJO, J. L. (1980) Tácito, Anales. Libros XI-XVI, ed. Gredos.
AGUDO, R. M. (1992), Suetonio, Vidas paralelas, vol. II, ed. Gredos.
PARRY, D. (2005) Engineering
the Ancient World, Stroud.
THORNTON, M. K. y R. L. (1989) Julio-Claudian Building Programs, Bolchazy-Carducci Publishers.