Escrito por Montse Garriga
Muchas mujeres han tratado a los enfermos
a lo largo de la historia. Ya desde la prehistoria, las mujeres han jugado un
gran papel en la medicina, ya sea en el cuidado de sus familias o de sus
comunidades.
Las mujeres fueron probablemente las
primeras curanderas o sanadoras. En las sociedades de cazadores-recolectores,
los hombres cazaban y las mujeres recolectaban plantas alimenticias y
medicinales, por lo tanto, las mujeres tenían un mayor conocimiento de estas y
sabían cuales eran las que poseían propiedades curativas. Las sociedades
prehistóricas, así como las sucesivas
,creían que las enfermedades tenían causas espirituales, aunque no hay
evidencia arqueológica de que hubiese mujeres chamanes. Algunos arqueólogos
creen que ciertas figuras interpretadas
como diosas en realidad podrían haber sido curanderas. Así- como en la mayoría
de las sociedades, probablemente había comadronas que se ocupaban de la salud y
el parto de la mujer.
No podemos fechar la existencia de la primera mujer dedicada al cuidado
de la salud, aunque es importante saber que existen textos, si bien no muy
numerosos, que nos informan sobre la existencia de mujeres dedicadas al
ejercicio de la medicina en la Roma y la Grecia de la Antigüedad y hay
referencias de mujeres medico hebreas en libros como el Antiguo Testamento, el
Talmud y el Niddah. Esos testimonios
escritos se encuentran generalmente en tratados médicos , textos jurídicos y religiosos,
pero también en obras literarias, y en inscripciones funerarias.
En este articulo nos refereriremos y pondremos ejemplos de algunas
culturas de la antigüedad donde queda constancia de la existencia de mujeres
medico o sanadoras. Sirva ello como reconocimiento de la presencia activa de la
mujer en el cuidado de la salud a lo largo de los siglos.
Sumerios
Muchas tablillas encontradas en excavaciones arqueológicas muestran que
la región de Mesopotamia, cuna de nuestra civilización, disfrutó de una época
de adoración a la diosa, “en que la
descendencia aún era matrilineal y las mujeres todavía no estaban controladas
por los hombres.” Hasta el
segundo milenio a. C., las mujeres sumerias participaban en actividades
sagradas y, si estaban solteras, podían actuar como sacerdotisas-sanadoras. Los
mitos de creación de Mesopotamia incluyen ambos sexos, siendo la parte femenina
quien da a luz al mundo. Y el pueblo sumerio puede considerarse fuente de la
medicina. Lo que podríamos considerar el texto médico más antiguo se recoge en
dos tablillas sumerias. También se han recuperado más de ochocientas recetas,
así como tablillas de arcilla, con recetas para combatir el dolor.
Sus teorías sobre el funcionamiento del cuerpo humano y sobre la
enfermedad fueron transmitidas a través de las rutas comerciales, a los
fenicios, egipcios y griegos. Durante más de dos mil años, al menos hasta las
invasiones semitas alrededor del 2600 a.C., las mujeres sumerias practicaron la
medicina, pero alrededor del año 1000 a.C., la sociedad sumeria entra en
decadencia y la mujer queda excluida de la educación. En el año 700 a.C.ya no encontramos a ninguna mujer medico, aunque
sí aparecen comadronas, nodrizas, cuidadoras... El papel de la mujer en el
cuidado de la salud se había degradado con su desplazamiento dentro de la
sociedad.
Egipto
En el Antiguo Egipto,
las mujeres tenían la misma igualdad que los hombres, la medicina estaba ligada al culto religioso y las mujeres no quedaban
excluidas de su ejercicio.
La Ilíada menciona a
Polydamna, una mujer médico egipcia. Asimismo, había una médico docente en la
escuela de Heliópolis y otra en Sais, donde profesoras impartían lecciones a
las alumnas.
Plinio y otros autores nos han proporcionado información sobre la
escuela de Heliópolis. Existió asimismo otra escuela en Menfis. Eurípides y
Herodoto elogiaron la inteligencia y habilidad de las mujeres egipcias en la
industria, el comercio, la jurisprudencia y la medicina.
Antiguos cuadros de tumbas egipcias muestran mujeres que asisten en el
parto y algunos papiros hablan de médicos de ambos sexos y de su trabajo. Según Kate Campbell Hurd-Mead, la primera
mujer medico del período antiguo vivió en la quinta dinastía, sobre el 2730 a.
C. Su hijo fue un sacerdote en cuya tumba se describe a su madre como Medico Jefe. En una capilla mortuoria en
Tebas del 1420 a. C., aproximadamente, encontramos la pintura de una joven
esclava operando el pie de otra mujer, bajo la atenta mirada de los hombres de
la familia. En la tumba del cirujano Hr’nkhm-Say, en la región de Menfis, del
año 4500 a. C., aparecen pinturas representando cirujanos y enfermeras
extirpando tumores, comadronas circuncidando niños, etc.
Mencionaremos tres de los papiros médicos hallados, el encontrado por
Georg Ebers en 1874, del siglo XVI a. C., sobre medicina, anatomía y cirugía;
el papiro sobre cirugía encontrado por Edwin Smith, y el papiro encontrado por
Sir Fliners Petrie o papiro Kahun,
del año 2500 a. C., sobre ginecología y enfermedades veterinarias. Este texto
muestra que se confiaba a ciertas mujeres la predicción del sexo del bebé antes
de nacer, basándose en el color del rostro de la madre embarazada, y se
confiaba en ellas para el diagnóstico y tratamiento de la esterilidad femenina.
Las reinas egipcias solían poseer conocimientos de medicina, y en las distintas
épocas hubo mujeres medicos y cuidadoras, libres y esclavas que se encargaron
de la atención a los enfermos y de la
preparación de medicamentos.
Mujeres medico hebreas
Los hebreos parecen haber poseído abundantes conocimientos médicos. Con
seguridad conocían la medicina fenicia, egipcia y siria. Se encuentran
referencias a mujeres medico y comadronas en diversos escritos de la tradición
judía, entre otros, el Antiguo Testamento, el Talmud, el Niddah. En estos dos
últimos se mencionan operaciones de obstetricia llevadas a cabo por mujeres:
embriotomías, cesáreas, partos de gemelos, etc. Las comadronas conocían el uso
del espéculo y otros instrumentos y eran capaces de realizar la versión
occipital. Aunque no se disponga de fuentes arqueológicas que nos proporcionen
el nombre de alguna de aquellas mujeres, puede suponerse que eran numerosas en
cada comunidad.
Espéculo |
Aunque la situación de la mujer en la
sociedad griega antigua era muy diferente a la del antiguo Egipto, eso no
significaba que no hubiese mujeres médicos. Había curanderas en los templos de
Hygeia y Panacea. Agnodice fue una famosa ginecóloga y Philista fue una
conferencista médico muy popular.
Agameda : nació en Elis en el siglo XII a.
C, citada por homero en la Iliada, como una mujer experta en la utilización de
plantas con fines curativos.
Agnódike de Atenas : siglo IV a. C. es
mencionada en una de la Fabulas de Higinio y citada por Plinio y otros autores. Fue una medica griega, natural de Atenas. Como la medicina
estaba prohibida a las mujeres, se disfrazó de varón para poder estudiarla y
ejercerla.
Su padre en un principio se opuso a los estudios de su hija
pero después la animó a seguirlos.
Nacida de la alta sociedad ateniense se cortó el cabello y
se vistió de varón para poder asistir a clases, especialmente a las del célebre
médico Herófilo. En el año 350 antes de nuestra era, el 3 de junio, obtiene los
mejores resultados en el examen de medicina y obtiene lo que ahora seria un
titulo en ginecología y obstetricia , pero sin revelar su identidad verdadera.
Sus éxitos profesionales despertaron la envidia de los otros médicos que le
acusaron de seducir a sus pacientes y fue llevada ante el juzgado, fue entonces
cuando Agnódice tuvo que revelar su sexo, por lo que fue acusada de violar la
ley, pero las mujeres de algunos de los principales ciudadanos de Atenas a las
que había curado la defendieron y dijeron que si ella moría, ellas también y
consiguieron que la ley fuese inválida.
Sabemos que las mujeres romanas tenían conocimiento del uso de hierbas
con fines curativos y con fines abortivos. En cuanto a la atención al parto, “la profesión de parteras era ejercida
exclusivamente por mujeres. El nombre obstetrix, en femenino y sin paralelo
masculino como en el caso de medicus/medica está emparentado con el verbo obsto
“colocarse delante” y tiene el sentido de “la que se sitúa frente a la mujer
que va a parir para recibir al niño”.” Sin embargo, la asistencia de
médicos al parto era excepcional. La partera era objeto de valoración, y parece
que su labor se extendía a la atención ginecológica, no sólo en el momento del
parto. Sorano la define como “mujer
conocedora de todas las causas de las señoras y también experta en el ejercicio
de la medicina.” Sócrates, hijo él mismo de una partera, hace una gran alabanza de las mujeres
comadronas, de su capacidad para saber si una mujer está o no embarazada,
acelerar el momento del parto, apaciguar los dolores y provocar el parto a las
que tienen dificultades para parir. Sorano
proporciona prácticamente el primer tratado de instrucciones para la formación
de comadronas, indicando qué características deben reunir.
No se sabe con exactitud en qué fecha aparecen las primeras medicas,
cuyo origen pudo estar en el recato de las jóvenes a recibir tratamiento
ginecológico de un hombre. Ya en el corpus hipocrático se hacía referencia a
que el reconocimiento por tacto vaginal era efectuado por la propia enferma o por
una mujer de su entorno, bajo las orientaciones del médico:
“Un caso significativo sobre el
recurso a médicos de uno u otro sexo nos lo describe Eurípides en su Hipólito.
La nodriza pregunta a Fedra si sufre alguna enfermedad que desea callar (de
carácter íntimo), en cuyo caso mujeres
hay allí para cuidarla; o si su malestar reclama médicos, pues entonces a ellos
se dirigirá.”
En un estudio realizado sobre inscripciones en tumbas romanas, se han
hallado hasta diecinueve referencias a mujeres médicas: “dos en Hispania, cuatro en Galia, nueve en Roma, tres en el resto de
Italia, y una en el norte de Africa... De ellas la mayoría son esclavas o
libertas, pero no faltan ingenuae (libres de nacimiento).” Al parecer,
estas mujeres se dedicaban fundamentalmente a la ginecología. Ya en los
primeros siglos después de Cristo, muchas mujeres practicaron la medicina, no
sólo como comadronas, sino aplicando diferentes tratamientos terapéuticos. Celso, principal escritor médico del siglo
primero después de Cristo, describe a las mujeres sanadoras como comprometidas
con su trabajo, capaces de diagnosticar mediante el examen de la orina, aplicar
sanguijuelas y administrar narcóticos para la cirugía.
“Sorano de Efeso escribió un
libro de obstetricia y ginecología dedicado a estudiantes mujeres. Diferencia
entre mujer-médico y partera y se dan algunas nociones sobre anticonceptivos;
se discute también la diferencia de sexos en cuanto a la forma de enfermar y se
muestra partidario, en contraposición a los hipocráticos, de que las mujeres
tienen una forma de enfermar característica y deben ser tratadas por mujeres.
En numeroso escritos romanos, por ejemplo en el “Libro de Scribononius Largus”,
encontramos citas de mujeres, hijas o esposas de hombres influyentes, que habían
estudiado medicina con algún maestro, pero cuya práctica no era pública, sino
limitada a la familia y conocidos. Así se cita a Octavia, hermana de Augusto,
que ejercía diversas prácticas y escribió un libro de prescripciones para el
dolor de muelas.”
Plinio el Viejo, en su Historia Natural, hace referencia a
mujeres que practican la medicina en el
siglo I a. C., mencionando trescientas veintisiete autoras griegas y cuarenta y
seis romanas. Entre ellas, Olympia de Tebas, comadrona, con amplios
conocimientos sobre el uso de las hierbas medicinales; Salpe, asimismo
comadrona, quien escribió sobre las enfermedades de los ojos y de cuyos
remedios nos informa Plinio, citando, entre otros, el uso de preparaciones a
partir de testículos y médula ósea; Sotira, quien tenía fama de lograr
curaciones importantes; Elefantis, y Lais, famosa por sus curas de la malaria
utilizando sangre menstrual. Asimismo existen otras referencias de mujeres sanadoras del siglo I, entre
ellas Octavia, hermana de Augusto, quien
inventó muchos remedios, entre ellos una fórmula para el dolor de muelas
recogida por Escribonio. También Séneca escribió sobre la habilidad de la
medica que lo atendía.
En el siglo II, Galeno menciona diversas mujeres sanadoras y sus
remedios: Origenia, que proporcionó tratamientos para la hemotisis y la
diarrea; Eugerasia, quien tenía un
remedio para la nefritis, y Antioquia, amiga y colaboradora suya en la escuela
de medicina de la Colina Esquilina en Roma, que se especializó en artritis y
enfermedades de la médula. Su ciudad natal en Asia Menor elevó un monumento en
su memoria.
La obra de Metrodora puede considerarse el primer tratado de ginecología
escrito por una mujer. Contiene sesenta y tres capítulos organizados en siete
secciones. Comienza con una afirmación general sobre el útero como fuente de
enfermedades, de influencia hipocrática. Continúa con capítulos dedicados a la
inflamación y otras enfermedades del útero y proporciona consejos para curar la
esterilidad y para conseguir la concepción (tanto de forma general, como
específicos para engendrar hijos de uno u otro sexo). Trata asimismo de las
enfermedades del pecho femenino, y de tratamientos cosméticos, para el cuidado
de la mujer. Aunque incluye algunas recetas para facilitar el parto, su obra no
es un tratado de obstetricia, lo que la coloca al mismo nivel que los tratados
escritos por hombres médicos. Demuestra un conocimiento directo de las obras
hipocráticas y, al mismo tiempo, hace varias aportaciones personales, como una
clasificación de distintos fluidos vaginales, y numerosos preparados
terapéuticos.
Otra importante medica de este periodo es Aspasia, a quien
conocemos por los fragmentos de su obra citados por Aecio, escritor de
Mesopotamia en el siglo VI d. C., en su enciclopedia Tetrabiblion.
Aspasia escribió sobre ginecología y obstetricia, estando especialmente
interesada en la medicina preventiva en el embarazo. Aecio alaba su capacidad
de diagnosticar las posiciones fetales y tratar la dismenorrea. Se ocupó
asimismo del control de la natalidad, mediante la prevención del embarazo y el
aborto provocado. Para provocar el
aborto aconsejaba sacudir a la paciente al treceavo días tras la primera falta
del periodo, levantar pesos, usar duchas vaginales con infusiones de fuertes
hierbas, tomar baños caliente y beber una mezcla de distintas plantas. Dio incluso instrucciones para realizar
extracciones de tumores y hemorroides uterinas, y para tratar hernias
intestinales. El libro de Aecio, basado fundamentalmente en los escritos de
Aspasia y Cleopatra, fue el principal texto utilizado por las mujeres doctoras
hasta la aparición de las obras de Trótula de Salerno en el siglo XI. También cita
Aecio a una doctora egipcia contemporánea suya llamada Andrómaca, quien
utilizaba distintos remedios para aliviar el dolor, así como para la curación
de úlceras y luxaciones.
En los primeros siglos del cristianismo, es muy importante la labor de
las mujeres cristianas como sanadoras y cuidadoras. Mencionemos como ejemplo a
Fabiola, en el siglo IV, convertida al cristianismo a los veinte años de edad.
Era una de las quince seguidoras de San Jerónimo que practicaban la medicina
con los pobres. Tanto ella como Santa Nicerata son representantes de las
mujeres que en los primeros siglos del cristianismo practicaron la medicina con
fines caritativos. Fabiola creó un hospital para tratar a aquellos que eran
abandonados por sufrir enfermedades que provocaban fuerte rechazo social. San
Jerónimo nos brinda los nombres de otras quince mujeres de su época que habían
estudiado medicina y se dedicaban al cuidado de los enfermos sin recibir
remuneración alguna. Entre los grandes hospitales del siglo IV debemos citar el
fundado por San Basilio de Capadocia y su hermana Macrina, quienes habían
estudiado medicina en Atenas.
San Crisóstomo de Antioquía, arzobispo de Constantinopla a finales del
siglo IV y principios del V, menciona varias mujeres medico de su tiempo, entre
ellas Olimpia, viuda y diaconisa a los veinte años, quien fue cabeza de una
comunidad de mujeres dedicadas al cuidado y curación de los enfermos. La madre
de San Crisóstomo, Aretusa, colaboró con él en el control de trescientos
cuarenta y siete hospitales conectados con iglesias en Constantinopla. Teodoro
Prisciano alaba, entre otras, el trabajo de tres mujeres medico del siglo IV a
quien conoció personalmente: Leoparda, Salvina y Victoria. Asimismo en el siglo
IV encontramos a Santa Mónica, la madre de San Agustín, quien atendía a los
pobres y enfermos utilizando sus propios medicamentos cuando era preciso,
cuidando a las parturientas y dando alivio a los moribundos. Juntos estudiaron
medicina madre e hijo y discutieron la viabilidad del feto, decidiendo que un
bebé era viable desde el segundo mes de vida intrauterina, y un ser legal desde
el cuarto mes, cuando se diferenciaba el sexo. Esta decisión resolvió la
controversia dentro de la Iglesia durante siglos.
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