Este
es un tema complejo para abordar. Normalmente, las fuentes clásicas no suelen
centrarse demasiado en las mujeres y cuando lo hacen es para criticarlas o
poner pequeños ejemplos de lo que ellos consideraban mujeres ‘decentes’. Con
las fuentes epigráficas sucede algo similar. Si nos centramos en los epitafios
enseguida comprobamos que en ellos las mujeres son una minoría y, cuando
aparecen, suelen tener unas dedicatorias demasiado escuetas. Aun así, tanto las
fuentes literarias como la epigrafía se nos muestran como recursos excelentes
para adentrarnos en la cuestión de la educación femenina. En este pequeño
artículo sólo se abordará la cuestión a partir de la evidencia literaria.
El
tipo de formación que recibían las romanas fue cambiando a la vez que lo hacía
también la sociedad. Por ello, hasta finales del primer siglo del imperio, es
posible distinguir tres fases distintas. Como es lógico, averiguar el tipo de
educación, ya no sólo femenina, durante la época monárquica resultaría bastante
complejo ante la falta de información y lo entrelazada que está esta con la
leyenda.
Sin
embargo, hasta los primeros siglos de la república la formación que recibían
los niños y niñas romanos estaba encaminada a perpetuar el sistema de vida
campesino. Por aquel entonces, los griegos tenían una educación ‘más abierta’
pero los romanos, mucho más pragmáticos, adaptaron la educación a sus
necesidades. El cuidado de la casa, del campo, los esclavos, pretender la
autosuficiencia, ser piadoso, continuar con el buen nombre de la familia, etc
eran los aspectos que primaban. La educación era muy importante en el mundo
romano; al contrario que los griegos, el padre se ocupaba personalmente de la
formación de sus hijos. El padre la planificaba mientras la madre, hasta los
siete años, en el caso de los niños, se hacía cargo de ellos. Catón, por
ejemplo, dedicó gran parte de su tiempo en darle a su hijo la formación que él
consideraba apropiada y realmente se esforzaba en ello puesto que no era un
asunto baladí.
En el
caso de la mujer, había una serie de características que se intentaban inculcar
a las niñas desde pequeñas para que, una vez adultas, supiesen desenvolverse
como verdaderas matronas. En algunos personajes femeninos archiconocidos podemos
encontrar fácilmente estos rasgos:
-Lanifica:
El trabajo de la lana era esencial, especialmente en los primeros tiempos. Esta
suele ser una característica muy apreciada, incluso cuando ya no es la norma.
El hilado será el símbolo de la matrona por antonomasia y el huso y la rueca
son dos de los objetos que la novia llevará a su nuevo hogar en el día de la
boda. También el dintel de la nueva casa era adornado con guirnaldas realizadas
a partir de lana. Se dice que Augusto, queriendo volver a las costumbres del
pasado, obligaba a las mujeres de su familia a hilar personalmente la lana y la
ropa que este se vestía era la fabricada en su casa, como en los orígenes.
Aunque el trabajo de la lana fue evolucionando con el paso del tiempo, siempre
fue una tarea asociada a las mujeres: los hombres, a pesar de poder dedicarse a
otras tareas vinculadas con el textil, no la trabajaban.
En la
leyenda que nos ha llegado sobre Lucrecia se puede observar este rasgo. Cuando
Sexto Tarquinio y el marido de Lucrecia, Colatino se encontraban cenando juntos
hablaron de sus mujeres y virtudes. Cada uno se jactaba de las capacidades de
sus esposas y terminan haciendo una apuesta: tendrían que demostrar cuál de las
dos mujeres era la más virtuosa. Ambos regresan a Roma para comprobarlo y,
allí, se encuentran con una Lucrecia hilando rodeada de sus esclavas mientras
la mujer de Sexto está celebrando una banquete con sus amigas. Lucrecia ha
pasado a la historia como ejemplo de mujer honorable y,como hemos visto, la
actividad que realizaba será una de las marcas.
-Unvira:
Este es un rasgo que se suele subrayar en aquellas mujeres que han sido consideradas
‘ejemplares’ pero es un tanto ambiguo. En ciertas ocasiones, ante un divorcio o
viudez se espera que la mujer se casase de nuevo para que se entregase a su
función de traer al mundo nuevos ciudadanos. En el caso de Cornelia, la madre
de los Gracos, siempre se menciona como una virtud su rechazo a casarse
con Tolomeo VIII Fiscón cuando enviudó. Según una leyenda, cuando aparecieron
en su casa unas serpientes Sempronio decidió matar al macho, y con ello
condenarse a muerte, ya que los arúspices lo habían advertido de tal acción.
Sempronio se justificó apelando al deber de su mujer, Cornelia, de dotar
de ciudadanos al estado. Por tanto, aunque se aprecia el único matrimonio,
especialmente en epigrafía, tampoco se desdeñan los siguientes matrimonios.
-Casta:
Mientras al marido sí le estaba permitido mantener relaciones con otras
mujeres, la matrona siempre debía ser fiel a su esposo. Esta virtud también es
muy común en los epitafios y se intentará potenciar posteriormente durante el
imperio por Augusto , cuando la castidad de las mujeres parecía peligrar.
Lucrecia, para mantener de algún modo la castidad no tuvo más remedio que
suicidarse, a pesar de que su marido y su padre le suplicaron que no lo
hiciese. La mujer de Tarquinio, por su parte, al estar celebrando un banquete
se encontrará en un ambiente muy propicio para entablar relación con el sexo
opuesto.
-Domiseda:
Esta virtud va unida al trabajo de la lana, pues ésta requería encontrarse
dentro del hogar. El hilado permitía además ocuparse al mismo tiempo de los
niños y controlar a las esclavas. Es una de las características más importantes
ya que hace referencia al ámbito natural de la mujer.
En
general se trataba de convertirse en una verdadera matrona, dedicada a la
organización de su casa, la educación y cuidado de los hijos, fiel a su esposo,
austera en su comportamiento y que supiese mantenerse en un segundo plano. Su
educación, por tanto, no incluía ningún aspecto intelectual ya que no le era
necesario. Si los hijos necesitasen una formación cultural probablemente fuese
un rasgo muy apreciado en las mujeres pero mientras durase el modo de vida
campesino no había razón para desear una mujer culta.
Se
puede decir que el cambio en la formación intelectual de la mujer se inició
aproximadamente durante el siglo II a.C. aunque tuvo su punto álgido durante la
centuria siguiente. Diversos fueron los factores que influyeron a la hora de
modificar la educación femenina pero destacan entre ellos, la situación política,
el contexto cultural, la influencia de mujeres cultas u otras medidas que
conferían a la mujer una mayor soltura.
El
mundo estaba cambiando y poco a poco las féminas consiguieron ciertos avances
en los planos político y jurídicos. Las mujeres pasaron de estar bajo el poder
del pater familias de su familia política a seguir bajo la autoridad de
la suya. Esto resultaba beneficioso puesto que quedaban antes huérfanas que
viudas y, por ello tenían una mayor libertad. También consiguieron tomar parte
en las herencias de sus padres y maridos, independientemente a la familia a la
que pertenecieran.
Sin
embargo, parece que el hecho más importante que propició los cambios fue la
turbulenta situación política, especialmente durante la II Guerra Púnica. El
fallecimiento de muchos romanos hizo posible que las mujeres se pudiesen quedar
con sus herencias y, en algunos casos, acumular grandes fortunas. Pero tampoco
era necesario llegar al extremo del fallecimiento: durante la ausencia del
marido, la mujer estaba mucho menos controlada y tenía mayor libertad. En otros
casos era conveniente que esta se ocupase de los asuntos del cónyuge en su
ausencia y, aunque en teoría no tenía ni poder ni capacidad para ello, en la
práctica la realidad era muy distinta.
Debemos
recordar también que, con el tiempo, la pedagogía originaria se fue adaptando a
las influencias griegas ya que, entre otras cosas, el estilo de vida de los
romanos del momento ya no tenía nada que ver con el que su educación intentaba
perpetuar. La formación helenística también también fue parte de la educación
de las mujeres ya que ahora el objetivo no era formar a una buena matrona sino
a una docta puella. Las féminas aprenderán griego, danza y canto (aunque estas
dos disciplinas no estaban muy bien consideradas), filosofía, literatura, etc.
Una de las mujeres que contribuyó a que este tipo de formación se extendiese
entre la élite fue la madre de los Graco. Tradicionalmente,
Cornelia fue la mujer educada por excelencia; sin embargo, hubo muchas otras de
características similares. A continuación veremos dos ejemplos de mujeres
antagónicas del I a. C, un momento en el que la emancipación de la mujer se
hizo más notable.
- Clodia
y Terencia, dos mujeres del siglo I a.C.
Uno de
las mujeres más conocidas del mundo romano es Clodia, que no ha pasado a la
historia por su buena imagen, precisamente. No sabemos demasiado sobre ella y lo
poco que conocemos se debe a su asimilación con la Lesbia de Catulo y un
discurso bastante hiriente de Cicerón. Clodia es una perfecta puella docta: una
mujer con una educación exquisita y bella. Catulo pasará del amor al odio en
siete poemas ya que,si bien no le importaba le fuese infiel a su marido para
estar con él, si le afectaba no ser su único amante.
Clodia
ya no cumple los requisitos de una buena matrona tradicional y por ello fue
criticada, siendo considerada como un claro ejemplo de la decadencia de la
república y precursora de las mujeres imperiales. Cicerón también hace
referencia a su promiscuidad debido a la enemistad con el hermano de Clodia.
Sin embargo, en el pasado el orador y la puella docta tenían una buena
amistad, pues según algunos autores a Cicerón le atraía la capacidad
intelectual de Clodia. No hay ningún autor clásico que parezca defenderla
debido a que, según los romanos, este tipo de mujeres no utilizaba su
inteligencia y formación en beneficio del estado sino que se valía de ella para
caer en el libertinaje y emular a los hombres.
Con
Terencia, la mujer de Cicerón, sucederá lo contrario. A través de las epístolas
que el orador le envió a su esposa durante su ausencia podemos acceder a la
figura de Terencia y a la impresión que le causaba a Cicerón el hecho de que su
mujer se saliese del papel habitual de una matrona. La correspondencia resulta
muy interesante porque no fue escrita para ser publicada; de modo que podemos
introducirnos en la vida de este matrimonio sin adorno alguno. Además, si Tirón
se atrevió a publicar estas cartas era porque tanto Terencia como Cicerón
mostraban una relación normal para la época y, por lo tanto, compartida, por el
resto de la sociedad, al menos de la élite.
Terencia,
durante el exilio de su marido se hace cargo de todo aquello que le
correspondería a Cicerón en el caso de vivir una situación normal. Por ello, en
las cartas que tenemos, especialmente en las primeras, Cicerón alaba las
características de su mujer que, asombrosamente, son tanto femeninas como
masculinas Terencia, a juzgar por la opinión de su marido, era una mujer casta,
y muy pía y es halagada continuamente. Pero entre los halagos Cicerón cuenta
algunas de las actividades a las que Terencia se tuvo que enfrentar:
Sufro porque tú, pobre y expoliada, te ves obligada a afrontar una parte de
los gastos. Si esta empresa llega a su término, todo irá bien. Pero si este
infortunio continúa persiguiéndonos, ¿sacrificarás, pobre
mujer, el resto de tus bienes? Te lo suplico, vida mía: en lo que atañe a los
gastos, deja que otros, que tienen disponibilidad, hagan frente si en estos
momentos tienen voluntad; y, si me quiers no arriesgues tu
salud ya precaria. Y es que día y noche te tengo ante mis ojos: te veo asumir
todas las cargas y temo que no puedas resistirlo.
Podríamos citar más cartas pero sería abundar en la misma cuestión. La realidad era que Terencia cumplía las funciones masculinas y salía
de la esfera doméstica para conseguirlo. Dado que debía
interpretar un papel masculino, Cicerón se refiere a su virtus y fortitudo,
algo fuera de lo normal para dirigirse a una mujer. Le encomienda incluso que
se responsabilice del matrimonio de su hija, un acontecimiento que consideramos
muy importante por las repercusiones políticas que este pudiera tener Pero
Terencia no fue la única: otras mujeres cuyos maridos no se encontraban en Roma
tuvieron que hacer lo mismo. La esposa de Cicerón no es una mujer fuera de lo
común pero el comportamiento que las mujeres adquieren en los contextos
problemáticos sí lo es. Cuando todo vuelve a la normalidad también las mujeres
deben volver a sus funciones habituales. En las cartas de Cicerón no es fácil
observar esta tendencia puesto que no hay demasiadas y, con el transcurso del
tiempo estas se vuelven más escuetas. A pesar de ello, algún autor opina que la parquedad del orador se debe a que, una vez normalizada la
situación, ya no debía hablar con su esposa sobre los asuntos que le eran propios.
Para nosotros, por el contrario, más que un cambio de roles lo que se produce
es un distanciamiento entre ambos que culminará en el divorcio. Lamentablemente
no conservamos las cartas que Terencia le envió a su marido, sin duda una
fuente muy interesante que nos mostraría qué opinaba acerca de las distintas
situaciones que tuvo que vivir y el papel que en ellas adoptó. Cicerón parecía
estar contento con la gestión de su mujer por lo que intuimos que en cierto
modo debía estar acostumbrada, y que el silencio de las últimas cartas no se tiene por qué corresponder con un cese de la vida
pública de Terencia. Evidentemente, si quería tener una
buena reputación no debería ser tan activa como durante las ausencias de su
marido pero no es probable que estuviese recluida en su casa.
En
tiempos normales estaba considerado una aberración que una mujer se
desarrollase en el ámbito público. Un ejemplo puede ser Caya Afrania, una mujer
que no dudó en acudir a un tribunal e intervenir a la menor oportunidad y
defenderse a sí misma. Valerio Maximo la describió, horrorizado, como una
criatura monstruosa. El terror que experimenta Valerio no tiene por qué ser una
exageración, pues realmente los hombres aborrecían a las mujeres que salían del
ámbito doméstico e intentaban emularlos. El mismo Catón decía que nunca se le
podía dar igualdad a las mujeres porque, una vez la consiguiesen, superarían a
los hombres.
En
general, cuando se habla de los primeros años del imperio, muchos autores
clásicos describen una especie de degeneración de la sociedad, tanto por parte
de los hombres como de las mujeres. Sin embargo, parece que se culpa más a las
mujeres, en parte debido al grado de libertad que experimentaron en los últimos
tiempos de la república. Muchos consideraban que la nueva educación 'a la
griega' estaba detrás de esto y que se debía volver a las tradiciones de los
antepasados; es decir, volver a educar verdaderas matronas.
Entre las
críticas que se lanzan está el número de divorcios y amantes que una mujer
podía llegar a tener a lo largo de su vida. La educación había liberado a la
mujer hasta el punto de que no solo consideraban tolerable que sus maridos
mantuviesen relaciones fuera del matrimonio sino que ellas hacían exactamente
lo mismo e incluso algunas animaban a sus cónyuges a tener amantes.
Otra de las acusaciones de las que eran objeto era su tendencia al aborto. Las
mujeres no querían verse en peligro por los embarazos, perder su figura ni
cuidar a sus hijos, según nos cuenta algunos de los autores más misóginos del
momento, por ello recurrían al aborto o a métodos anticonceptivos. El aborto
estaba permitido siempre y cuando este fuese autorizado por el padre del futuro
niño. El hecho de que una mujer decidiese no continuar con el embarazo era
absolutamente reprochable pues no sólo privaba de herederos a su marido sino
que no generaba nuevos ciudadanos para el estado.
La tutela de las mujeres poco a poco iba desdibujándose permitiéndoles una
mayor independencia. Su papel en la política seguirá prohibido pero encontrarán
la forma de participar en la sombra, especialmente aquellas
mujeres pertenecientes a la familia imperial, o de forma más directa ideando
conspiraciones. En ocasiones, tener una relación de amistad con alguna mujer
relevante podía generar mayores posibilidades de promoción
en una carrera.
Se intentará frenar el avance de las nuevas actitudes de las mujeres y aunque se llegan a promulgar leyes y a promocionar determinados
comportamientos basados en el modo de vida latino originario, en la práctica no tienen éxito. Sin embargo, pese a que es indiscutible la evolución del comportamiento de las féminas, creemos que las fuentes que se suelen hacer eco de la
emancipación suelen exagerar, posiblemente por estar escritas por hombres.
Juvenal, por ejemplo, en su sátira VI, que recuerda al yambo de Semónides, hace
una crítica bastante dura sobre las mujeres. En él aconseja a un amigo no
casarse pues es mejor suicidarse ya que no existe mujer que valga la pena. A
partir de ahí hace una serie de descripciones de los diferentes tipos de mujer
que se puede encontrar, en su opinión ninguno bueno. La
matrona virtuosa ya no existe: todas las mujeres solo piensan en sus amantes,
en el dinero y en deshacerse de sus hijos. En resumen, las mujeres quieren
llevar una vida como los hombres, algo que disgusta a Juvenal.
Curiosamente, menciona a la mujer educada y esta también le produce rechazo:
Aborrezco a esa que repasa y memoriza la Gramática de Palemón manteniendo siempre las reglas y la norma del lenguaje, que,
aficionada a lo antiguo, sabe versos que yo ignoro y corrige a la
cateta de su amiga expresiones de las que ningún esposo se preocupa.
Para él, la mujer con una formación excesiva no sólo le desagrada por saber más que él sino que no le gusta que una mujer
pueda superar a un hombre. Por lo tanto, parece que la docta
puella era un tipo de mujer relativamente extendido, que iba en detrimento
de la matrona tradicional, que ya era inexistente. Tampoco le gustaba aquella
que sabía griego y además lo hablaba e imitaba en general el modo de vida
heleno:
[...] Pues, ¿qué hay más repugnante que el que ninguna se crea hermosa si no se convierte de etrusca en grieguecilla, de
sulmonense en legítima paisana de Crécope? Todo en griego (
pese a que es más vergonzoso para nuestras mujeres el no saberlo en latín). En
esa lengua se aterrorizan, en esa lengua sus enfados, sus
gozos, sus achares, esa lengua echan fuera todos los secretos de su alma. [...]
Sin embargo, debemos tomar con precaución todos los consejos de Juvenal pues,
al fin y al cabo, estamos ante una sátira y, como tal, la realidad se
representa deformada. Es lícito pensar, por tanto, que si bien podía haber
algunas mujeres que llevasen una vida desordenada la realidad podría ser que
las mujeres consiguiesen más libertad de lo que les era habitual en los tiempos
de la república y que los hombres, asustados, exagerasen la
situación.
Contrariamente, Séneca se encuentra a favor de la educación en las mujeres. En Consolación
a Helvia lamenta que su padre no le permitiese a su madre formarse debido
al mal uso de la educación por parte de otras mujeres. Para
Séneca, mediante la formación la mujer podría alcanzar la igualdad con el
hombre debido a la superación de los vicios que le eran propios al sexo
femenino.
El estoicismo podría ser determinante a la hora de afianzar el nuevo papel de
la mujer. Para esta corriente filosófica las diferencias entre hombre y mujer
eran sólo de grado, una vez las féminas alcanzasen una determinada formación. Pero
en la práctica no es fácil averiguar si los propios estoicos creían en esto.
Al igual que sucedía durante la república tardía, durante los primeros momentos
del imperio, pese a la generalización de los escritores latinos, hubo ejemplos
de mujeres totalmente antagónicos que nos hablan de la situación real.
A través de Tácito nos ha llegado una descripción de Popea, la segunda esposa
de Nerón, una mujer que al parecer destacaba por su buena educación, su
familia, su belleza, etc. Pero también tenía aspectos muy negativos a ojos de
un romano: era promiscua y manipuladora y siempre estaba conspirando para
conseguir aquello que quería. Popea estaba detrás del divorcio de Octavia y
Nerón y la muerte de Agripina, según nos cuenta Tácito. Utilizaba su
inteligencia para manipular a Nerón, que en este caso no era
un hombre normal sino el emperador. Por lo tanto, era una mujer peligrosa
puesto que estaba detrás de la política del estado, algo muy habitual entre las
mujeres de la familia Julio-Claudia. Era una de esas mujeres que asustaban a
los romanos de su época, tanto por su maldad como por lo acentuado de su
independencia. En ella no hay rasgos que se aproximen a la figura de matrona
pues en lugar de estar bajo el control de su esposo, en realidad parecía que
era este el que estaba dominado por Popea. A pesar de ello, Tácito afirma que
uno de los factores que influyeron a la hora de que Nerón la tomase como
tercera esposa fue su probada fertilidad, pues tenía un hijo de una relación
anterior. No hay que olvidar que Octavia fue repudiada alegando su incapacidad
para tener hijos. Si creemos esta teoría, Nerón habría buscado una esposa con
la finalidad de tener hijos y Popea habría sido la elegida por su única
característica acorde con su naturaleza.
Un ejemplo diferente lo constituye Calpurnia, la última mujer de Plinio el
Joven. Durante su período de gobierno en Bitina-Ponto en tiempos de Trajano, Plinio le envía una serie de cartas a su mujer que nos dan
una idea de lo contento que estaba con su esposa. Para nosotros es más
relevante incluso la epístola que le envía a la tía de su mujer, agradeciéndole
todo lo que había hecho por ellos, pues ella se había
encargado de educarla. Plinio afirma que Calpurnia es una magnífica esposa:
parecer aunar todos los rasgos de las antiguas matronas con las características
positivas de las doctae puellae. Es una mujer que vive absolutamente
para su marido: utiliza sus habilidades musicales para musicar con cítara sus
poemas y se aprende de memoria sus discursos.Además se mantiene en un segundo
plano y no se muestra en público, algo que parece apreciar Plinio.
Parece que Calpurnia tuvo una educación muy exigente y, según se desprende de
la correspondencia, su tía se tomó muy en serio su formación. Posiblemente,
sabiendo que iba a contraer matrimonio con Plinio, Calpurnia
fuese 'moldeada' por su tía, que conocía al escritor desde pequeño. En general,
en las cartas a su tía, Calpurnia aparece retratada como una eterna alumna:
cuando sufre un aborto, Plinio se lo comunica como si ésta
debiese enterarse del error que había cometido su sobrina. Quizás hubiese algún
tono de reproche, pero es difícil averiguarlo por la tendencia de Plinio a ser
tan correcto y adulador.
Calpurnia no es la única; en sus cartas Plinio se refiere a otras mujeres que
destacan por su virtud e incluso llevan el ideal de matrona demasiado lejos.
Esas mujeres pertenecen a los círculos de amistad de Plinio
y, por ello, también puede exagerar demasiado la realidad ya que, entre otras
cosas, estas cartas, al contrario de lo que sucedía con las Cicerón, sí estaban
pensadas para publicarse. Dado que no iba a describrir negativamente a esas
mujeres, podemos pensar que no hubo una vuelta tan radical a las tradiciones;
de hecho el ideal ya estaba transformado por la influencia de la pedagogía
griega.
Arria
fue una de esas rarae aves descritas por Plinio. Cuando se le comunicó a
su marido que debía suicidarse, este no tenía el valor suficiente para hacerlo.
Sin embargo ella, para ayudarlo y acompañarlo en la muerte, no solo se suicida
sino que lo hace antes que él para demostrarle que no era doloroso. Con
anterioridad, cuando falleció su hijo y su marido se encontraba enfermo decidió
no informar a su esposo de lo sucedido para evitar que este empeorase. Es por
tanto, una mujer que vive también para su marido y que considera que su función
es hacer todo lo posible por hacerle una vida agradable, como una antigua
matrona.
Creemos,
pues, que Calpurnia es el nuevo ideal de mujer romana. Los tiempos habían
cambiado y ya no solo se necesitaba una matrona tradicional sino una mujer
capaz de mantenerse en su lugar poseyendo una buena formación. No sabemos si
eran muy abundantes este tipo de mujeres pero a juzgar por las cartas de
Plinio, casi todas las mujeres que se mencionan son parecidas. Sin embargo, hay
quien piensa que el hecho de que se describan este tipo de mujeres indica que
no era algo habitual y que Plinio sólo quería dar ejemplos de buen
comportamiento para mujeres.
Pero,
además del ideal de mujer de la época, se nos muestra la influencia que estas
tenían a su alrededor. La mayor parte de las mujeres que se citan en su
correspondencia o las que se dirige mantienen una buena relación con él: son
familiares, amigas, etc. A través de las epístolas se puede acceder a las redes
clientelares que existían alrededor de Plinio. Según algún autor estas mujeres
estaban relacionadas de algún modo con cargos importantes del imperio y gracias
a ellas Plinio pudo prosperar en su carrera. Normalmente estas féminas se
enmarcan en círculos de oposición a Domiciano y afines a Trajano. Sin duda
alguna podría dirigirse a sus parientes varones en lugar de hacerlo con sus
mujeres pero el hecho de que este escoja mantener una relación epistolar con
estas nos puede estar indicando el poder que podían tener. Si se ciñesen al modo de vida de matrona tradicional, que no debía inmiscuirse en la vida
pública ni intentar influenciar a su cónyuge, no tendría sentido esta relación
clientelar.
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