dissabte, 6 de desembre del 2014

LA EDUCACIÓN DE LA MUJER ROMANA


Escrito por Ana Santomé Estévez



Este es un tema complejo para abordar. Normalmente, las fuentes clásicas no suelen centrarse demasiado en las mujeres y cuando lo hacen es para criticarlas o poner pequeños ejemplos de lo que ellos consideraban mujeres ‘decentes’. Con las fuentes epigráficas sucede algo similar. Si nos centramos en los epitafios enseguida comprobamos que en ellos las mujeres son una minoría y, cuando aparecen, suelen tener unas dedicatorias demasiado escuetas. Aun así, tanto las fuentes literarias como la epigrafía se nos muestran como recursos excelentes para adentrarnos en la cuestión de la educación femenina. En este pequeño artículo sólo se abordará la cuestión a partir de la evidencia literaria.


La educación en los primeros tiempos.

El tipo de formación que recibían las romanas fue cambiando a la vez que lo hacía también la sociedad. Por ello, hasta finales del primer siglo del imperio, es posible distinguir tres fases distintas. Como es lógico, averiguar el tipo de educación, ya no sólo femenina, durante la época monárquica resultaría bastante complejo ante la falta de información y lo entrelazada que está esta con la leyenda.

Sin embargo, hasta los primeros siglos de la república la formación que recibían los niños y niñas romanos estaba encaminada a perpetuar el sistema de vida campesino. Por aquel entonces, los griegos tenían una educación ‘más abierta’ pero los romanos, mucho más pragmáticos, adaptaron la educación a sus necesidades. El cuidado de la casa, del campo, los esclavos, pretender la autosuficiencia, ser piadoso, continuar con el buen nombre de la familia, etc eran los aspectos que primaban. La educación era muy importante en el mundo romano; al contrario que los griegos, el padre se ocupaba personalmente de la formación de sus hijos. El padre la planificaba mientras la madre, hasta los siete años, en el caso de los niños, se hacía cargo de ellos. Catón, por ejemplo, dedicó gran parte de su tiempo en darle a su hijo la formación que él consideraba apropiada y realmente se esforzaba en ello puesto que no era un asunto baladí.

En el caso de la mujer, había una serie de características que se intentaban inculcar a las niñas desde pequeñas para que, una vez adultas, supiesen desenvolverse como verdaderas matronas. En algunos personajes femeninos archiconocidos podemos encontrar fácilmente estos rasgos:

-Lanifica: El trabajo de la lana era esencial, especialmente en los primeros tiempos. Esta suele ser una característica muy apreciada, incluso cuando ya no es la norma. El hilado será el símbolo de la matrona por antonomasia y el huso y la rueca son dos de los objetos que la novia llevará a su nuevo hogar en el día de la boda. También el dintel de la nueva casa era adornado con guirnaldas realizadas a partir de lana. Se dice que Augusto, queriendo volver a las costumbres del pasado, obligaba a las mujeres de su familia a hilar personalmente la lana y la ropa que este se vestía era la fabricada en su casa, como en los orígenes. Aunque el trabajo de la lana fue evolucionando con el paso del tiempo, siempre fue una tarea asociada a las mujeres: los hombres, a pesar de poder dedicarse a otras tareas vinculadas con el textil, no la trabajaban.

En la leyenda que nos ha llegado sobre Lucrecia se puede observar este rasgo. Cuando Sexto Tarquinio y el marido de Lucrecia, Colatino se encontraban cenando juntos hablaron de sus mujeres y virtudes. Cada uno se jactaba de las capacidades de sus esposas y terminan haciendo una apuesta: tendrían que demostrar cuál de las dos mujeres era la más virtuosa. Ambos regresan a Roma para comprobarlo y, allí, se encuentran con una Lucrecia hilando rodeada de sus esclavas mientras la mujer de Sexto está celebrando una banquete con sus amigas. Lucrecia ha pasado a la historia como ejemplo de mujer honorable y,como hemos visto, la actividad que realizaba será una de las marcas.

-Unvira: Este es un rasgo que se suele subrayar en aquellas mujeres que han sido consideradas ‘ejemplares’ pero es un tanto ambiguo. En ciertas ocasiones, ante un divorcio o viudez se espera que la mujer se casase de nuevo para que se entregase a su función de traer al mundo nuevos ciudadanos. En el caso de Cornelia, la madre de los Gracos, siempre se menciona como una virtud su  rechazo a casarse con Tolomeo VIII Fiscón cuando enviudó. Según una leyenda, cuando aparecieron en su casa unas serpientes Sempronio decidió matar al macho, y con ello condenarse a muerte, ya que los arúspices lo habían advertido de tal acción. Sempronio se justificó apelando  al deber de su mujer, Cornelia, de dotar de ciudadanos al estado. Por tanto, aunque se aprecia el único matrimonio, especialmente en epigrafía, tampoco se desdeñan los siguientes matrimonios.

-Casta: Mientras al marido sí le estaba permitido mantener relaciones con otras mujeres, la matrona siempre debía ser fiel a su esposo. Esta virtud también es muy común en los epitafios y se intentará potenciar posteriormente durante el imperio por Augusto , cuando la castidad de las mujeres parecía peligrar. Lucrecia, para mantener de algún  modo la castidad no tuvo más remedio que suicidarse, a pesar de que su marido y su padre le suplicaron que no lo hiciese. La mujer de Tarquinio, por su parte, al estar celebrando un banquete se encontrará en un ambiente muy propicio para entablar relación con el sexo opuesto.

-Domiseda: Esta virtud va unida al trabajo de la lana, pues ésta requería encontrarse dentro del hogar. El hilado permitía además ocuparse al mismo tiempo de los niños y controlar a las esclavas. Es una de las características más importantes ya que hace referencia al ámbito natural de la mujer.

En general se trataba de convertirse en una verdadera matrona, dedicada a la organización de su casa, la educación y cuidado de los hijos, fiel a su esposo, austera en su comportamiento y que supiese mantenerse en un segundo plano. Su educación, por tanto, no incluía ningún aspecto intelectual ya que no le era necesario. Si los hijos necesitasen una formación cultural probablemente fuese un rasgo muy apreciado en las mujeres pero mientras durase el modo de vida campesino no había razón para desear una mujer culta.


Época tardorrepublicana e imperial.

Se puede decir que el cambio en la formación intelectual de la mujer se inició aproximadamente durante el siglo II a.C. aunque tuvo su punto álgido durante la centuria siguiente. Diversos fueron los factores que influyeron a la hora de modificar la educación femenina pero destacan entre ellos, la situación política, el contexto cultural, la influencia de mujeres cultas u otras medidas que conferían a la mujer una mayor soltura.

El mundo estaba cambiando y poco a poco las féminas consiguieron ciertos avances en los planos político y jurídicos. Las mujeres pasaron de estar bajo el poder del pater familias de su familia política a seguir bajo la autoridad de la suya. Esto resultaba beneficioso puesto que quedaban antes huérfanas que viudas y, por ello tenían una mayor libertad. También consiguieron tomar parte en las herencias de sus padres y maridos, independientemente a la familia a la que pertenecieran.

Sin embargo, parece que el hecho más importante que propició los cambios fue la turbulenta situación política, especialmente durante la II Guerra Púnica. El fallecimiento de muchos romanos hizo posible que las mujeres se pudiesen quedar con sus herencias y, en algunos casos, acumular grandes fortunas. Pero tampoco era necesario llegar al extremo del fallecimiento: durante la ausencia del marido, la mujer estaba mucho menos controlada y tenía mayor libertad. En otros casos era conveniente que esta se ocupase de los asuntos del cónyuge en su ausencia y, aunque en teoría no tenía ni poder ni capacidad para ello, en la práctica la realidad era muy distinta.

Debemos recordar también que, con el tiempo, la pedagogía originaria se fue adaptando a las influencias griegas ya que, entre otras cosas, el estilo de vida de los romanos del momento ya no tenía nada que ver con el que su educación intentaba perpetuar. La formación helenística también también fue parte de la educación de las mujeres ya que ahora el objetivo no era formar a una buena matrona sino a una docta puella. Las féminas aprenderán griego, danza y canto (aunque estas dos disciplinas no estaban muy bien consideradas), filosofía, literatura, etc. Una de las mujeres que contribuyó a que este tipo de formación se extendiese entre la élite fue la madre de los Graco. Tradicionalmente, Cornelia fue la mujer educada por excelencia; sin embargo, hubo muchas otras de características similares. A continuación veremos dos ejemplos de mujeres antagónicas del I a. C, un momento en el que la emancipación de la mujer se hizo más notable.


- Clodia y Terencia, dos mujeres del siglo I a.C.

Uno de las mujeres más conocidas del mundo romano es Clodia, que no ha pasado a la historia por su buena imagen, precisamente. No sabemos demasiado sobre ella y lo poco que conocemos se debe a su asimilación con la Lesbia de Catulo y un discurso bastante hiriente de Cicerón. Clodia es una perfecta puella docta: una mujer con una educación exquisita y bella. Catulo pasará del amor al odio en siete poemas ya que,si bien no le importaba le fuese infiel a su marido para estar con él, si le afectaba no ser su único amante.

Clodia ya no cumple los requisitos de una buena matrona tradicional y por ello fue criticada, siendo considerada como un claro ejemplo de la decadencia de la república y precursora de las mujeres imperiales. Cicerón también hace referencia a su promiscuidad debido a la enemistad con el hermano de Clodia. Sin embargo, en el pasado el orador y la puella docta tenían una buena amistad, pues según algunos autores a Cicerón le atraía la capacidad intelectual de Clodia. No hay ningún autor clásico que parezca defenderla debido a que, según los romanos, este tipo de mujeres  no utilizaba su inteligencia y formación en beneficio del estado sino que se valía de ella para caer en el libertinaje y emular a los hombres.

Con Terencia, la mujer de Cicerón, sucederá lo contrario. A través de las epístolas que el orador le envió a su esposa durante su ausencia podemos acceder a la figura de Terencia y a la impresión que le causaba a Cicerón el hecho de que su mujer se saliese del papel habitual de una matrona. La correspondencia resulta muy interesante porque no fue escrita para ser publicada; de modo que podemos introducirnos en la vida de este matrimonio sin adorno alguno. Además, si Tirón se atrevió a publicar estas cartas era porque tanto Terencia como Cicerón mostraban una relación normal para la época y, por lo tanto, compartida, por el resto de la sociedad, al menos de la élite.


Terencia, durante el exilio de su marido se hace cargo de todo aquello que le correspondería a Cicerón en el caso de vivir una situación normal. Por ello, en las cartas que tenemos, especialmente en las primeras, Cicerón alaba las características de su mujer que, asombrosamente, son tanto femeninas como masculinas Terencia, a juzgar por la opinión de su marido, era una mujer casta, y muy pía y es halagada continuamente. Pero entre los halagos Cicerón cuenta algunas de las actividades a las que Terencia se tuvo que enfrentar:       
   
Sufro porque tú, pobre y expoliada, te ves obligada a afrontar una parte de los gastos. Si esta empresa llega a su término, todo irá bien. Pero si este infortunio continúa persiguiéndonos, ¿sacrificarás, pobre mujer, el resto de tus bienes? Te lo suplico, vida mía: en lo que atañe a los gastos, deja que otros, que tienen disponibilidad, hagan frente si en estos momentos tienen voluntad; y, si me quiers no arriesgues tu salud ya precaria. Y es que día y noche te tengo ante mis ojos: te veo asumir todas las cargas y temo que no puedas resistirlo.       
  
Podríamos citar más cartas pero sería abundar en la misma cuestión. La realidad era que Terencia cumplía las funciones masculinas y salía de la esfera doméstica para conseguirlo. Dado que debía interpretar un papel masculino, Cicerón se refiere a su virtus y fortitudo, algo fuera de lo normal para dirigirse a una mujer. Le encomienda incluso que se responsabilice del matrimonio de su hija, un acontecimiento que consideramos muy importante por las repercusiones políticas que este pudiera tener Pero Terencia no fue la única: otras mujeres cuyos maridos no se encontraban en Roma tuvieron que hacer lo mismo. La esposa de Cicerón no es una mujer fuera de lo común pero el comportamiento que las mujeres adquieren en los contextos problemáticos sí lo es. Cuando todo vuelve a la normalidad también las mujeres deben volver a sus funciones habituales. En las cartas de Cicerón no es fácil observar esta tendencia puesto que no hay demasiadas y, con el transcurso del tiempo estas se vuelven más escuetas. A pesar de ello, algún  autor opina que la parquedad del orador se debe a que, una vez normalizada la situación, ya no debía hablar con su esposa sobre los asuntos que le eran propios. Para nosotros, por el contrario, más que un cambio de roles lo que se produce es un distanciamiento entre ambos que culminará en el divorcio. Lamentablemente no conservamos las cartas que Terencia le envió a su marido, sin duda una fuente muy interesante que nos mostraría qué opinaba acerca de las distintas situaciones que tuvo que vivir y el papel que en ellas adoptó. Cicerón parecía estar contento con la gestión de su mujer por lo que intuimos que en cierto modo debía estar acostumbrada, y que el silencio de las últimas cartas no se tiene por qué corresponder con un cese de la vida pública de Terencia. Evidentemente, si quería tener una buena reputación no debería ser tan activa como durante las ausencias de su marido pero no es probable que estuviese recluida en su casa.

En tiempos normales estaba considerado una aberración que una mujer se desarrollase en el ámbito público. Un ejemplo puede ser Caya Afrania, una mujer que no dudó en acudir a un tribunal e intervenir a la menor oportunidad y defenderse a sí misma. Valerio Maximo la describió, horrorizado, como una criatura monstruosa. El terror que experimenta Valerio no tiene por qué ser una exageración, pues realmente los hombres aborrecían a las mujeres que salían del ámbito doméstico e intentaban emularlos. El mismo Catón decía que nunca se le podía dar igualdad a las mujeres porque, una vez la consiguiesen, superarían a los hombres.

En general, cuando se habla de los primeros años del imperio, muchos autores clásicos describen una especie de degeneración de la sociedad, tanto por parte de los hombres como de las mujeres. Sin embargo, parece que se culpa más a las mujeres, en parte debido al grado de libertad que experimentaron en los últimos tiempos de la república. Muchos consideraban que la nueva educación 'a la griega' estaba detrás de esto y que se debía volver a las tradiciones de los antepasados; es decir, volver a educar verdaderas matronas.

Entre las críticas que se lanzan está el número de divorcios y amantes que una mujer podía llegar a tener a lo largo de su vida. La educación había liberado a la mujer hasta el punto de que no solo consideraban tolerable que sus maridos mantuviesen relaciones fuera del matrimonio sino que ellas hacían exactamente lo mismo e incluso algunas animaban a sus cónyuges a tener amantes.
       
Otra de las acusaciones de las que eran objeto era su tendencia al aborto. Las mujeres no querían verse en peligro por los embarazos, perder su figura ni cuidar a sus hijos, según nos cuenta algunos de los autores más misóginos del momento, por ello recurrían al aborto o a métodos anticonceptivos. El aborto estaba permitido siempre y cuando este fuese autorizado por el padre del futuro niño. El hecho de que una mujer decidiese no continuar con el embarazo era absolutamente reprochable pues no sólo privaba de herederos a su marido sino que no generaba nuevos ciudadanos para el estado.   

La tutela de las mujeres poco a poco iba desdibujándose permitiéndoles una mayor independencia. Su papel en la política seguirá prohibido pero encontrarán la forma de participar en la sombra, especialmente aquellas mujeres pertenecientes a la familia imperial, o de forma más directa ideando conspiraciones. En ocasiones, tener una relación de amistad con alguna mujer relevante podía generar mayores posibilidades de promoción en una carrera.   
   
 Se intentará frenar el avance de las nuevas actitudes de las mujeres y aunque se llegan a promulgar leyes y a promocionar determinados comportamientos basados en el modo de vida latino originario, en la práctica no tienen éxito. Sin embargo, pese a que es indiscutible la evolución del comportamiento de las féminas, creemos que las fuentes que se suelen hacer eco de la emancipación suelen exagerar, posiblemente por estar escritas por hombres.
   
Juvenal, por ejemplo, en su sátira VI, que recuerda al yambo de Semónides, hace una crítica bastante dura sobre las mujeres. En él aconseja a un amigo no casarse pues es mejor suicidarse ya que no existe mujer que valga la pena. A partir de ahí hace una serie de descripciones de los diferentes tipos de mujer que se puede     encontrar, en su opinión ninguno bueno. La matrona virtuosa ya no existe: todas las mujeres solo piensan en sus amantes, en el dinero y en deshacerse de sus hijos. En resumen, las mujeres quieren llevar una vida como los hombres, algo que disgusta a Juvenal.
   
Curiosamente, menciona a la mujer educada y esta también le produce rechazo:
   
Aborrezco a esa que repasa y memoriza la Gramática de Palemón manteniendo siempre las reglas y la norma del lenguaje, que, aficionada a lo antiguo, sabe versos que yo ignoro y corrige a la     cateta de su amiga expresiones de las que ningún esposo se preocupa.   
   
Para él, la mujer con una formación excesiva no sólo le desagrada por saber más que él sino que no le gusta que una mujer pueda superar a un hombre. Por lo tanto, parece que la docta puella era un tipo de mujer relativamente extendido, que iba en detrimento de la matrona tradicional, que ya era inexistente. Tampoco le gustaba aquella que sabía griego y además lo hablaba e imitaba en general el modo de vida heleno:
   
 [...] Pues, ¿qué hay más repugnante que el que ninguna se crea hermosa si no se convierte de etrusca en grieguecilla, de sulmonense en legítima paisana de Crécope? Todo en griego ( pese a que es más vergonzoso para nuestras mujeres el no saberlo en latín). En esa lengua se aterrorizan, en esa lengua sus enfados, sus gozos, sus achares, esa lengua echan fuera todos los secretos de su alma.  [...]
       
Sin embargo, debemos tomar con precaución todos los consejos de Juvenal pues, al fin y al cabo, estamos ante una sátira y, como tal, la realidad se representa deformada. Es lícito pensar, por tanto, que si bien podía haber algunas mujeres que llevasen una vida desordenada la realidad podría ser que las mujeres consiguiesen más libertad de lo que les era habitual en los tiempos de la república y que los hombres, asustados, exagerasen la situación.
       
Contrariamente, Séneca se encuentra a favor de la educación en las mujeres. En Consolación a Helvia lamenta que su padre no le permitiese a su madre formarse debido al mal uso de la educación por parte de otras mujeres. Para Séneca, mediante la formación la mujer podría alcanzar la igualdad con el hombre debido a la superación de los vicios que le eran propios al sexo femenino.

El estoicismo podría ser determinante a la hora de afianzar el nuevo papel de la mujer. Para esta corriente filosófica las diferencias entre hombre y mujer eran sólo de grado, una vez las féminas alcanzasen una determinada formación. Pero en la práctica no es fácil averiguar si los propios estoicos creían en esto.

Al igual que sucedía durante la república tardía, durante los primeros momentos del imperio, pese a la generalización de los escritores latinos, hubo ejemplos de mujeres totalmente antagónicos que nos hablan de la situación real.


- Popea y Calpurnia, dos mujeres del siglo I d.C.


A través de Tácito nos ha llegado una descripción de Popea, la segunda esposa de Nerón, una mujer que al parecer destacaba por su buena educación, su familia, su belleza, etc. Pero también tenía aspectos muy negativos a ojos de un romano: era promiscua y manipuladora y siempre estaba conspirando para conseguir aquello que quería. Popea estaba detrás del divorcio de Octavia y Nerón y la muerte de Agripina, según nos cuenta Tácito. Utilizaba su inteligencia para manipular a Nerón, que en este caso     no era un hombre normal sino el emperador. Por lo tanto, era una mujer peligrosa puesto que estaba detrás de la política del estado, algo muy habitual entre las mujeres de la familia Julio-Claudia. Era una de esas mujeres que asustaban a los romanos de su época, tanto por su maldad como por lo acentuado de su independencia. En ella no hay rasgos que se aproximen a la figura de matrona pues en lugar de estar bajo el control de su esposo, en realidad parecía que era este el que estaba dominado por Popea. A pesar de ello, Tácito afirma que uno de los factores que influyeron a la hora de que Nerón la tomase como tercera esposa fue su probada fertilidad, pues tenía un hijo de una relación anterior. No hay que olvidar que Octavia fue repudiada alegando su incapacidad para tener hijos. Si creemos esta teoría, Nerón habría buscado una esposa con la finalidad de tener hijos y Popea habría sido la elegida por su única característica acorde con su naturaleza.
   
Un ejemplo diferente lo constituye Calpurnia, la última mujer de Plinio el Joven. Durante su período de gobierno en Bitina-Ponto en tiempos de Trajano, Plinio le envía una serie de cartas a su mujer que nos dan una idea de lo contento que estaba con su esposa. Para nosotros es más relevante incluso la epístola que le envía a la tía de su mujer, agradeciéndole todo lo que había hecho por ellos, pues ella se había encargado de educarla. Plinio afirma que Calpurnia es una magnífica esposa: parecer aunar todos los rasgos de las antiguas matronas con las características positivas de las doctae puellae. Es una mujer que vive absolutamente para su marido: utiliza sus habilidades musicales para musicar con cítara sus poemas y se aprende de memoria sus discursos.Además se mantiene en un segundo plano y no se muestra en público, algo que parece apreciar Plinio.
   
Parece que Calpurnia tuvo una educación muy exigente y, según se desprende de la correspondencia, su tía se tomó muy en serio su formación. Posiblemente, sabiendo que iba a contraer matrimonio con     Plinio, Calpurnia fuese 'moldeada' por su tía, que conocía al escritor desde pequeño. En general, en las cartas a su tía, Calpurnia aparece retratada como una eterna alumna: cuando sufre un aborto, Plinio se lo comunica como si ésta debiese enterarse del error que había cometido su sobrina. Quizás hubiese algún tono de reproche, pero es difícil averiguarlo por la tendencia de Plinio a ser tan correcto y adulador.

Calpurnia no es la única; en sus cartas Plinio se refiere a otras mujeres que destacan por su virtud e incluso llevan el ideal de matrona demasiado lejos. Esas mujeres pertenecen a los círculos de amistad de Plinio y, por ello, también puede exagerar demasiado la realidad ya que, entre otras cosas, estas cartas, al contrario de lo que sucedía con las Cicerón, sí estaban pensadas para publicarse. Dado que no iba a describrir negativamente a esas mujeres, podemos pensar que no hubo una vuelta tan radical a las tradiciones; de hecho el ideal ya estaba transformado por la influencia de la pedagogía griega.    

Arria fue una de esas rarae aves descritas por Plinio. Cuando se le comunicó a su marido que debía suicidarse, este no tenía el valor suficiente para hacerlo. Sin embargo ella, para ayudarlo y acompañarlo en la muerte, no solo se suicida sino que lo hace antes que él para demostrarle que no era doloroso. Con anterioridad, cuando falleció su hijo y su marido se encontraba enfermo decidió no informar a su esposo de lo sucedido para evitar que este empeorase. Es por tanto, una mujer que vive también para su marido y que considera que su función es hacer todo lo posible por hacerle una vida agradable, como una antigua matrona.

Creemos, pues, que Calpurnia es el nuevo ideal de mujer romana. Los tiempos habían cambiado y ya no solo se necesitaba una matrona tradicional sino una mujer capaz de mantenerse en su lugar poseyendo una buena formación. No sabemos si eran muy abundantes este tipo de mujeres pero a juzgar por las cartas de Plinio, casi todas las mujeres que se mencionan son parecidas. Sin embargo, hay quien piensa que el hecho de que se describan este tipo de mujeres indica que no era algo habitual y que Plinio sólo quería dar ejemplos de buen comportamiento para mujeres.

Pero, además del ideal de mujer de la época, se nos muestra la influencia que estas tenían a su alrededor. La mayor parte de las mujeres que se citan en su correspondencia o las que se dirige mantienen una buena relación con él: son familiares, amigas, etc. A través de las epístolas se puede acceder a las redes clientelares que existían alrededor de Plinio. Según algún autor estas mujeres estaban relacionadas de algún modo con cargos importantes del imperio y gracias a ellas Plinio pudo prosperar en su carrera. Normalmente estas féminas se enmarcan en círculos de oposición a Domiciano y afines a Trajano. Sin duda alguna podría dirigirse a sus parientes varones en lugar de hacerlo con sus mujeres pero el hecho de que este escoja mantener una relación epistolar con estas nos puede estar indicando el poder que podían tener. Si se ciñesen al modo de vida de matrona tradicional, que no debía inmiscuirse en la vida pública ni intentar influenciar a su cónyuge, no tendría sentido esta relación clientelar.







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