Relieve de un sarcófago. Matrona amamantando a su hijo, observada por su marido. Museo del Louvre. Paris |
El matrimonio ha sido una
cuestión que preocupó al hombre romano a lo largo de su historia, haciendo
sobretodo hincapié en sus aspectos morales. En el surgimiento del imperio, esta
preocupación tuvo su lugar en la política de reformas del emperador Augusto,
que trató de restaurar unas mores que cada vez más se iban degenerando. A pesar
de sus esfuerzos, podemos decir que la sociedad a la que se enfrentaba el princeps(2) había hecho un cambio de
mentalidad y que por ello se negaba a aceptar sus imposiciones en el ámbito
moral del matrimonio. En esta ponencia trataremos, por un lado, de ver cómo
Augusto intentó restaurar una antigua moral sin éxito y cómo, por otro, el Ars amandi de Ovidio parece dibujar este
cambio de mentalidad de la sociedad romana de la época imperial. Además,
también intentaremos dar una pequeña pincelada a las posibles causas de este
fracaso.
Conocemos bien a través de
algunos testimonios, como el de Tito Livio(3), que la situación de las
costumbres en época imperial era crítica:
“Nuper
divitiae avaritiam et abundantes voluptates desiderium per luxum atque
libidinem pereundi perdendique omnia invexere.”
“Recientemente
la riqueza ha traído la avaricia y los abundantes placeres, el deseo de
perdernos y de perder todo a través del lujo y del desenfreno.”
Aunque no fue precisamente
en esta época cuando surgió esta preocupación. Ya Salustio(4), que lo ubicamos a
finales de la República romana, nos habla de este mismo problema. Entonces
podemos preguntarnos: ¿Cómo empezó el hombre romano a preocuparse por esta
cuestión? Para responder a esta pregunta, tenemos que hacer un pequeño
recorrido por la Roma republicana.
Sabemos que la pieza clave
de la familia romana de esta época era el pater
familias y que gozaba de una gran autoridad sobre todos los miembros de la
familia. Además, las mujeres casadas seguían el comportamiento digno de una
matrona, que destacaban sobre todo por su pudor y su castidad. Parece ser que a
finales de este periodo, la situación cambió drásticamente: La autoridad del pater familias empezó a decaer y, por su
parte, las mujeres empezaron a preocuparse más por el lujo que por el cuidado
de la casa y de la familia. Además, podríamos decir que esta situación fue
acelerada por las sanguinarias Guerras civiles que provocaron que el padre de
familia tuviera que desatender el ámbito familiar, lo cual tuvo como consecuencia
que su autoridad se viera desgastada por este hecho, aparte de que estas
guerras disminuyeron una gran parte de la población masculina.
Tras la batalla de Actium
del año 31 a.C, Octavio se alzó como el “salvador” de este gran caos en el que
Roma había caído y fue él mismo el que reformó el sistema e hizo surgir un
nuevo régimen político: el imperio. A base de varios esfuerzos, consiguió
cambiar el modelo político, administrativo y económico que fue la base para que
este régimen siguiera en pie hasta su final en el año 476 d.C.
Estatua
de Augusto como Pontifex Maximus,
s. I dC, Museo Nazionale Romano
|
En el año 27 a.C Augusto
fue nombrado curator morum(5). Tal y como indica el
nombre, podemos saber que su misión se basaba en proteger y perpetuar las
costumbres y valores que habían caracterizado a Roma frente a las otras
civilizaciones del Mediterráneo. Dada la mala situación que sufría la familia
romana y por la escasez de población, Augusto trató de reformarla con dos leyes
que fueron aprobadas en el año 18 a.C: La Lex
Iulia de Maritandis Ordinibus y la Lex
Iulia de Adulteriis Coercendis.
La primera ley estipulaba
que los hombres entre 25 y 60 y las mujeres entre 20 y 50 años –que gozaran del
ius connubi- tenían que casarse. Para
obligar a la población a hacerlo, Augusto crea un sistema de sanciones y
premios para aquellos que cumplan o no su ley. Veremos en primer lugar las
sanciones. El que no se casaba bajo la ley de Augusto o en la edad necesaria,
pasaba a ser ante la ley un caelebs(6) y este estado civil le
comportaba varias sanciones en diferentes ámbitos. Por ejemplo, sólo podía
heredar parcialmente en el caso de una herencia y no podía acceder a cargos
administrativos que conllevaran un gran poder.(7) Aunque no fueron los
solteros los únicos que recibían sanciones, sino que también se aplicaban a los
casados que no tenían hijos en legítimo matrimonio (orbi) y a los incapaces,
que eran los solteros, los que hemos mencionado anteriormente, los impotentes,
los castrados o las mujeres de mala reputación.(8) Además, para asegurarse
que las leyes se cumplían, premiaba a los delatores que informaban de la
incapacidad de heredar de alguna persona ante el incumplimiento de la ley.(9)
En el caso de los premios,
la ley favorecía a los matrimonios prolíficos, es decir, a aquellos que
tuvieran dos, tres o más hijos. Estos premios podían ser desde tener derecho a
recibir más en una herencia hasta ocupar importantes cargos de Estado, e
incluso a ser elegido frente a otros candidatos en ellos.
También la ley abarcaba el
ámbito del divorcio y de la viudez. En el caso del divorcio, tanto hombres como
mujeres tenían que casarse otra vez si querían evitar las sanciones del caelebs, y en el caso de que una mujer
enviudara, la ley de Augusto no respetaba los 10 meses de riguroso luto al
marido, sino que tenían que volver a casarse de inmediato. (10)
Ahora pasaremos a comentar
la ley de Adulteriis Coercendis. Para
entender el contenido de ésta, creo que la explicación de Eugenia Maldonado de
Lizalde es muy clara y concisa: “Para restaurar las bases morales del
matrimonio y evitar los comportamientos escandalosos, el emperador César
Augusto decreta la Lex Iulia de
Adulteriis Coercendis, con el fin expreso de preservar la castidad de la
mujer casada y la moralidad de los hogares patricios, y evitar perversiones
sexuales, o en su caso, sancionarlas.”(11) A partir de esta
explicación, podemos ver que la ley no sólo se limitaba a penar el adulterio,
sino que también lo hará con la prostitución, el incesto, la homosexualidad y
la violación(12). Pero en todo caso, sólo
nos centraremos en el adulterio.
Para este delito, había
penas tanto para mujeres como para hombres y, como nos podemos imaginar, eran
muy duras. En el caso de los hombres se les expropiaba la mitad de sus propiedades
y se les exiliaba y, en el caso del sexo contrario, se les quitaba la mitad de
su dote y una tercera parte de sus bienes, pero precisamente en las mujeres
encontramos otro factor que no afectaba a los hombres: la degradación. Esta
solía repercutir en la categoría social de la mujer, que en caso del adulterio,
las colocaba en la misma donde se encontraban las prostitutas y las actrices.
Sobre este hecho tenemos el testimonio del Digesto
del emperador Justiniano I:
“La que ha
sido sorprendida en adulterio es condenada como en juicio público; por eso, si
se dice que una mujer ha sido condenada por adulterio, no sólo será degradada
por este hecho, sino también porque fue condenada en juicio público; si no fue
sorprendida en adulterio, pero sí fue condenada por él, quedará degradada por
haber sido condenada en juicio público. Pero ¿Y si fue sorprendida en
adulterio, y no condenada por él? ¿Quedará acaso degradada? Entiendo que, si
fue absuelta a pesar de haber sido sorprendida en adulterio, le perjudicará
todavía la degradación, porque es cierto que fue sorprendida en adulterio, y la
ley degrada por el hecho, no por la sentencia.”(13)
A partir de todo esto,
podemos imaginarnos el motivo por el cual las dos Leges Iuliae de Augusto no fueron muy bien recibidas por la
sociedad del momento. En primer lugar, hacía del matrimonio un asunto público y
de estado, hecho que ya incomodaba porque el matrimonio era un asunto privado
que controlaba el pater familias y
por esto, su autoridad se veía atacada. Y en segundo lugar, porque ya no podían
tener pocos hijos para no tener que fragmentar el patrimonio familiar. Como
consecuencia, la gran mayoría no acató las leyes e incluso iba en contra de
ella, porque sabemos que a pesar de las duras penas que se aplicaban para aquellos
que no las cumplieran, no consiguió aumentar significativamente la tasa de
matrimonios y de nacimientos.
Grabado del poeta Ovidio |
El cambio de mentalidad de
la sociedad romana no podríamos entenderlo sin la polémica obra del gran poeta
Ovidio, el Ars amandi. Es un poema
didáctico que da consejos para las relaciones amorosas. Los dos primeros,
dedicados a los hombres, fueron publicados en el año 2 a.C, y el tercero,
dedicado a las mujeres, se publicó a finales del 1 o a inicios del año 2 d.C.
Sabemos que su contenido era molesto para Augusto, ya que atentaba contra la
moral que había impuesto en las dos leyes que hemos visto anteriormente, pero
aún así, levantó un gran interés en la sociedad del momento. Para entender por
qué el Ars amandi contiene este
cambio del que hablamos en esta ponencia, tenemos que hacer un análisis
detenido de su obra. En primer lugar, examinaremos el final del proemio del
primer libro de esta obra.
“Este
procul, uittae tenues, insigne pudoris, quaeque tegis medios instita longa
pedes. nos Venerem tutam concessaque furta canemus, inque meo nullum carmine
crimen erit. (14)
“Alejaros,
estrechas cintas, emblema del pudor, y tu, larga banda que cubres la mitad de
los pies. Nosotros cantaremos el amor no golpeado por la ley y unos escarceos
permitidos; en mi poema no habrá nada reprochable.”
En este proemio nos llama
la atención que Ovidio haga una referencia a los distintivos de las matronas,
indicando que el contenido de la obra no es apropiado para ellas. Además,
podemos saber con seguridad por estos versos que Ovidio conocía las leyes de
Augusto, porque nos dice que no atentará contra ley, aunque como veremos más
adelante, parece que no lo tenga in mente
cuando da ciertos consejos.
Vayamos un poco más
adelante. Ahora nos situamos en el libro II, donde Ovidio aconseja cómo
mantener una relación. Es entonces cuando nos choca esta confesión del autor:
“Nec mea uso
uni donat censura puellae; di melius, uix hoc nupta tenere potest. Ludite, sed
furto celetur culpa modesto; [...]” (15)
“No es que
mi censura os condene a tener una sola amiga. ¡Líbrenme de ello los dioses!
Apenas una casada puede seguir esta regla. Divertíos, pero esconded la falta
bajo una furtiva modestia; [...]”
¿Cómo puede dar este tipo
de consejo, si tan consciente era de la existencia de las leyes? Aparte de
animar a un hombre a tener varias amantes, también sugiere que ni tan siquiera
una mujer casada –emblema del pudor y de la castidad- puede permanecer fiel a
su marido. Además, más tarde aconseja que a veces es beneficioso que una mujer
se entere de la infidelidad.
En el mismo libro, más
adelante, nos sigue hablando de la infidelidad, pero en este caso de una mujer
a un hombre:
“Sed melius
nescisse fuit; sine furta tegantur, ne fugiat fasso uictus ab ore pudor. Quo
magis, o iuuenes, deprendere parcite uestras; peccent, peccantes uerba dedisse
putent. [...]“(16)
“Pero lo
mejor es ignorarlo: Deja que sus infidelidades estén escondidas para que el
pudor no huya, vencido, de un rostro que ha confesado. Por esto, con más
motivo, oh jóvenes, no intentéis sorprender a vuestras muchachas; que os
engañen, y que siéndoos infieles crean que os engañan. [...]”
Lo que nos puede llamar la
atención de estos versos es que el poeta invita a no perseguir la infidelidad
de una mujer, sino que simplemente aconseja dejar que la mujer pueda tener
otros amantes. Aún así, en unos versos más adelante, recupera la advertencia
que había hecho el proemio del libro I.(17)
Finalmente, ya para
terminar con este análisis, acabaremos con unos versos del libro III, dedicado
a las mujeres:
“Ut iam
decipiant, quid perditis? omnia constant; mille licet sumant, deperit inde
nihil. Conteritur ferrum, sílices tenuantur ab usu, sufficit et damni pars
caret illa metu. [...]”(18)
“Y aunque os
engañen, ¿Qué perdéis? Todo lo que tenéis, os lo quedáis; aunque mil hombres os
tomen, no perdéis nada en ello. El hierro se desgasta y las piedras se gastan
con el uso, pero esa parte de la que hablo resiste y no teme ningún daño.
[...]”
Parece ser que el
atrevimiento del poeta no tiene límites. Ahora, en un libro dedicado a la
mujer, les sugiere que no deben temer mantener relaciones con un hombre, aunque
sean muchas. Pero aún Ovidio sigue:
“Nec uos
prostituit mea uox, sed uana timere damna uetat; damnis munera uestra carent.
[...]”(19)
“Pero mi voz
no os aconseja que os libréis a cualquiera, sólo os pide que no temáis daños
imaginarios; vuestros atributos estarán libres de cualquier daño. [...] ”
A partir de este análisis,
podemos comprender por qué hemos dicho anteriormente que en el Ars amandi encontramos este cambio de
mentalidad. A pesar de que Ovidio no incluye a las mujeres casadas en sus
consejos, no deja que cometer una “ilegalidad” desde el punto de vista del
emperador, ya que provoca que las juventudes se “corrompan” a pesar de los
grandes intentos de Augusto para que sucediera lo contrario. Además, la
sociedad romana de la época imperial se había vuelto más liberal en este
ámbito, hasta al punto en el que ya no podía haber un retorno a las antiguas
costumbres que tanto ansiaba el princeps. Por esto, se negaba a acatar las
leyes que había promulgado, y provocó que la reforma moral quedara en un
estrepitoso fracaso. Entonces, podemos preguntarnos: ¿Qué factores provocaron
este cambio y el fracaso de la reforma?
La bonanza del momento
histórico, el lujo, la riqueza y los contactos con otras culturas podrían
favorecer estos cambios. Por ejemplo, las clases patricias, viéndose rodeadas
de tanto lujo, debían dejar de lado la austeridad, la sobriedad y la severidad de
los antepasados. También otro factor a tener en cuenta son las modas y las
costumbres que podían llegar a Roma a través de otras culturas, como por
ejemplo la griega, que tanto influyó en la sociedad latina. Aún así, creo que
para poder conocer bien las causas de este cambio social debería hacerse un
profundo estudio del momento histórico y de todos los factores que podrían
haber colaborado en este suceso. Por ello, creo que es necesario dejar este
apartado para otra investigación que pueda surgir más adelante.
En conclusión, podemos ver
a través de esta obra didáctica de Ovidio como la sociedad romana ya había roto
con los viejos e ideales modelos republicanos, avanzando de esta manera hacia
una sociedad más abierta y liberal. Aún así, tal y como hemos visto
anteriormente, Augusto, creyendo que estaba enferma, trató de rescatar las
mores que tanto prestigio habían dado a los ilustres personajes republicanos de
Roma, aunque ya fue demasiado tarde para lograrlo.
● Bibliografía:
Fuentes
primarias:
El Digesto de Justiniano
(versión castellana por Álvaro d’Ors et al.), Pamplona, 1968-1975
Ovidi Nasó, Publi, Art
amatoria (Text revisat i traducció de Jordi Pérez i Durà i Miquel Dolç).
Fundació Bernat Metge. Barcelona. 1977
Sal·lusti, La conjuració
de Catilina (Traducció de Xavier Patiño), Adesiara, Martorell, 2012
Fuentes
secundarias:
Carcopino, Jérôme (1989),
La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio, Madrid
Corbett, Percy Ellwood
(1969), The Roman Law of Marriage, London
Grimal, Pierre (2000), El
amor en la Roma antigua, Barcelona
Maldonado de Lizalde,
Eugenia, Lex Iulia de Adulteris Coercendis del emperador César Augusto (y otros
delitos sexuales asociados), Anuario Mexicano de Historia del Derecho, no17, 2005,
págs. 365-413
Treggiari, Susan (1991),
Roman Marriage, London
*******************
1 La
siguiente publicación fue leída en el coloquio “Augusto: A dos mil años de su
muerte” de la Universidad de Valparaíso
2 Primer
ciudadano
3 Liv.
Proe. 12. Traducción propia.
4 Sal.
Cat. 10. 2-5: Qui labores, pericula, dubias atque asperas res facile
toleraverant, eis otium divitiae, optanda alias, oneri miseriaeque fuere.
Igitur primo pecuniae, deinde imperi cupido crevit: ea quasi materies omnium
malorum fuere. Namque avaritia fidem, probitatem ceterasque artis bonas
subvortit; pro his superbiam, crudelitatem, deos neglegere, omnia venalia
habere edocuit. (Para aquellos que habían soportado fácilmente esfuerzos,
peligros, incertezas y situaciones adversas, la ociosidad y las riquezas,
deseables en otras circunstancias, se convirtieron en una carga y una
desgracia. Como consecuencia, en primer lugar creció el ansia de riquezas,
después el de poder; esto fue, por así decirlo, el motivo de todos los males.
En efecto, la avaricia transformó la fidelidad, la integridad y otras buenas
cualidades; en su lugar, se enseñó la superbia, la crueldad, a menospreciar los
dioses y a considerar que todo se podía comprar.) Traducción propia al
castellano de la traducción catalana de Patiño, Xavier, La conjuració de
Catilina, editorial Adesiara, Martorell, 2012.
5
Literalmente, “El que cuida las costumbres (morum)”
6
Soltero
7
Maldonado de Lizalde, Eugenia, Anuario mexicano de historia del Derecho, cap.
IV. 2 vol. XIV, 2002
8
Maldonado de Lizalde, op.cit, cap. IV. 4
9 Ibidem,
p. 551 y ss.
10
Ibidem, p. 555 y ss.
11
Maldonado de Lizalde, Eugenia, Anuario mexicano de historia del Derecho, vol.
XVII, 2005
12 Para
profundir más sobre estos aspectos, os recomiendo consultar la obra citada en
la anterior nota.
13 D. 23.
2. 43. 12
14 Ov.
AA. I, 31-34. Traducción propia al castellano de la traducción catalana de
Pérez i Durà, Jordi y Dolç, Miquel, Art amatòria, Fundació Bernat Metge,
Barcelona, 1977
15
Ibidem, II, 387-389. Para la traducción consultad la nota 14.
16
Ibidem, II, 555-558. Para la traducción consultad la nota 14.
17
Ibidem, II, 599-600. Para la traducción consultad la nota 14.
18
Ibidem, III, 89-92. Para la traducción consultad la nota 14.
19
Ibidem, III, 97-98. Para la traducción consultad la nota 14.