Escrito por Mª Engracia Muñoz Santos
Esclavos romanos |
Ahora que está tan de moda dignificar
el papel de mujeres que han tenido un importante protagonismo en nuestro pasado
pero que la historia siempre ha olvidado como artistas, escritoras,
científicas, he pensado que quizás fuese el momento de reivindicar a una mujer
cuya figura ha sido poco valorada o incluso desconocida: la mujer que
acompañaba a Espartaco.
Son muy pocos los datos que
tenemos de este personaje histórico, desconocemos incluso su nombre. Este es un importantísimo dato a tener en
cuenta, pues esta mujer debió de tener un importante papel en su rebelión, pero
las fuentes sobre esta son de procedencia romana, donde es bien sabido, la
mujer no estaba lo suficientemente valorada y menos aún en el caso de una
esclava como era la protagonista de este trabajo.
El único dato que tenemos
sobre ella se lo debemos a Plutarco y no hay nada mejor que no saber para poder
especular y novelar. El problema de una
fuente como Plutarco es que vivió 150 años después del sublevado
gladiador. Se sabe que su obra estuvo
basada en una anterior, hoy perdida, la de Salustio, que sí vivió al mismo
tiempo que la protagonista que nos ocupa en este texto.
Nos dice sobre ella lo siguiente:
“Según se cuenta, cuando fue
llevado a Roma por primera vez para ser vendido, se le apareció mientras dormía
una serpiente y se enroscó alrededor de su cara. Una mujer que era de su misma
estirpe, profetisa e inspirada en los misterios dionisíacos, anunció que era
presagio de que en torno a él surgiría un poder grande y terrible que tendría
un fin desgraciado. Esta mujer también estaba con él en aquel momento y lo
acompañaba en la huida.”
Como leemos, son muy pocos
los datos, pero algo podemos saber de ella: se trataba de una mujer tracia,
como Espartaco; esclava como él; iniciada en los misterios dionisíacos; y
estuvo con Espartaco desde el momento en que fue vendido como esclavo
acompañándolo en su rebelión. Se puede
entender, leyendo entre líneas, que se trataba de su mujer, recordemos que el
derecho romano no admitía el matrimonio entre esclavos, pero existía el llamado
contubernio, que era la unión entre dos esclavos, sí que habla de mujer (ἡ γυνὴ)
y, como defiende Posadas, la frase bien podría significar que era de su
familia, lo que entendemos como su esposa (1).
Frases más adelante el texto dice que lo acompañaba en la huída (ἥ καὶ τότε συνῆν
αὐτῷ καὶ συνέφευγε), pero realmente desconocemos qué tipo de relación había
entre ellos.
Mujer Tracia - cerámica |
Tracia se encontraba al sur
de los Balcanes, en la actual península de Galípoli. Heródoto consideró al tracio “el pueblo más
poderoso de la tierra”(2),
pero como el mismo autor apunta, debido a su división en tribus era imposible
que llegasen a ser invencibles, ya que eran bastante típicas las disensiones
internas entre pueblos. Además, nos
cuenta que llevaban el cuerpo cubierto de “estigmas” (tatuajes) porque era
“considerado signo de nobleza”(3). Que era un pueblo guerrero lo tenía ya el
autor bien claro: “lo más decoroso es vivir de la guerra y del pillaje” así que
prácticamente podríamos decir que Espartaco, así como la mujer que lo
acompañaba, eran guerreros porque lo llevaban en la sangre. Strauss aventura incluso a decir que el
famoso gladiador sublevado podría provenir de los medos (4).
Respecto a la mujer tracia,
esta tenía ciertas libertades, como la de tener relaciones “a su antojo”(5),
lo que era una barbaridad a ojos tanto de griegos como de romanos. Las mujeres tracias eran ya utilizadas como
esclavas en los trabajos domésticos (6) y, a la vista de los precios que se pagaban entonces por ellas, muy apreciadas (7). Alejandro Magno fue testigo del papel de la
mujer en la guerra. La familia al
completo se desplazaba con el soldado.
Cuando Alejandro vence en el Monte Hemo, los tracios huyen dejando in
situ a sus mujeres e hijos, lo cual aprovecha el rey de Macedonia para
apresarlos tomando sus impedimentas como botín que manda a las ciudades que se
encontraban en su retaguardia (8),
esto nos podría dar una pista de cómo sería el comportamiento de la compañera
de Espartaco durante su marcha por Italia y durante los enfrentamientos con los
romanos. De Platón podremos deducir que
la mujer era agricultora y ganadera (9) e incluso que el trabajo con los hombres era igualitario, por lo tanto la mujer
trabajaba muy duro para mantener a la familia puesto que Platón hace una
distinción entre las labores de una mujer griega (“entregamos a las mujeres su
administración y el gobierno de la lanzadera y de toda la tejeduría de la lana”)
y de la mujer tracia, que “no se diferencia para nada de los esclavos” (10).
Los tracios eran adoradores
de Benis, diosa de la naturaleza como era la Ártemis griega, Pilostro que los
griegos asimilaban a Ares dios de la guerra y Dioniso que sería el dios Sabacio (11),
que también era de culto orgiástico y relacionado con el consumo de vino. En los ritos iniciáticos era utilizada una
serpiente (12). Sus seguidoras eran ya famosas en época de
Homero:
“Ni siquiera el hijo de Driante, el esforzado Licurgo [rey de Tracia],
que con los celestiales dioses trabó disputa, tuvo vida longeva, el que en otro
tiempo a las nodrizas del delirante Dioniso fue acosando por la muy divina región
de Nisa. Todas a la vez los tirsos dejaron caer a tierra, por el homicida
Licurgo con la aguijada golpeadas. Despavorido, Dioniso se sumergió en el
oleaje del mar, y Tetis lo acogió en su regazo, temeroso y presa de violento
temblor por las increpaciones del hombre” (13).
Queda patente
que el rey Licurgo azotó a las nodrizas de Dioniso, que eran las ménades,
seguidoras abyectas de Dioniso sumergidas en una locura mística (14).
Espartaco |
Que en la figura de Espartaco se reúnan condiciones como la de guerrero con la
religiosa-mística da al personaje un fuerte perfil místico (15). Por un lado Espartaco aportaba su fuerza
física y ella la parte mística, lo que ayudaría a dar un importante impulso a
la figura mesiánica de Espartaco, y otorgaría un gran protagonismo a la mujer
en el ámbito de la propaganda de la figura de él.
Se ha planteado la hipótesis
de que el presagio de la serpiente fuese simplemente un sueño, interpretado a
posteriori, cuando ya Espartaco era un destacado rebelde en Italia. Y el motivo de que fuese la mujer la que lo
interpretase, una profetisa precisamente, han querido entenderlo como una
fórmula para darle un poder (16) del cual, al texto de Plutarco me remito, parece ciertamente exagerado a la luz
de los datos que nos aporta. Se ha
hablado de ella como la mujer que haría de intermediaria entre Espartaco y los
esclavos civiles e incluso de la promotora del culto a la imagen de la figura
del gladiador rebelde (17). Pero, obviamente, se trata de especulaciones fantasiosas
que no pueden ser extraídas de un texto tan corto.
Quizás Salustio, siglo y medio
antes, dejó algún dato más, pero su obra no nos ha llegado. Lo cierto es que si Espartaco se convirtió en
un personaje bandera para muchas otras revoluciones, la mujer se ha convertido
en leyenda y no gracias a los textos que nos han llegado sino por las numerosas
imágenes que nos transmiten de ella tanto el cine como la literatura moderna, a
la vista de lo expuesto en este trabajo, una imagen totalmente libre, en todos
los casos idealizada, basada en estereotipos de mujeres contemporáneas a la
obra y, en algunos casos, bastante creativa.
BIBLIOGRAFÍA
Arriano Anábasis de Alejandro
Magno, vol. 1, traducción para Gredos de Antonio Guzmán Guerra, Gredos, Madrid,
1982.
Herodoto Libro V Terpsicore,
traducción para Gredos de Carlos Schrader, Gredos, Madrid, 1992.
Homero Ilíada, traducción
para Gredos de Emilio Crespo Güemes, 1996.
Platón Diálogos. Leyes,
vol. 9, traducción para Gredos de Francisco Lisi, Gredos, Madrid, 1999.
Gallo, R. Grecia y Roma. Algunas cuestiones sobre el
derecho Mercantil y penal a través de la historia y la literatura, Dunken,
2013.
Guerra, M. Historia de las religiones, Biblioteca de
autores cristianos, Madrid, 1999.
Posadas, J.L. La rebelión de Espartaco, Sílex, Madrid,
2012.
Strauss, B. La guerra de Espartaco, Edhasa, Barcelona,
2010.
Vilchez, M. El dionisismo y "Las bacantes", Univ.
de Sevilla, 1899.
[1] Posadas, 2012, pg.67.
[2] Hdt. V, 3.
[3] Hdt. V, 6.
[4] Strauss, 2010, pg. 53.
[5]
Hdt. V, 6.
[6]
Gallo, 2013, pg. 37.
[7]
Ibid.
[8] Arr., Anab. I, 1,13.
[9] Plat. VII, 805d.
[10]
Plat. VII, 805d.
[12]
Guerra, 1999, pg. 141.
[13]
Hom., Il. 123-140.
[14]
Vilchez, 1899, pg. 39.
[15] Posadas, 2012, pg. 68.
[16] Strauss 2010, pg. 54.
[17] Ibid.