dissabte, 17 de desembre del 2016

PRIVILEGIOS Y TABÚES DEL FLAMEN Y LA FLAMÍNICA DIALIS


Escrito por Ana Sánchez


Numa Pompilio recibde de la ninfa Egeria las Leyes de Roma (1806), de Felice Giani

Introducción

El flamen Dialis, uno de los principales sacerdotes romanos, y su esposa, la flaminica Dialis, son dos de las figuras más antiguas, enigmáticas e importantes de la religión romana. El presente texto pretende indagar, a través de las fuentes y los estudios realizados desde la antropología y la historia, quiénes eran el flamen y la flaminica Dialis, cuáles eran sus funciones y por qué estaban sometidos a una larga lista de obligaciones y prohibiciones que abarcaban múltiples aspectos de su vida cotidiana.

¿Quién era el flamen Dialis?

Los flamines eran sacerdotes dedicados en exclusiva a una única divinidad de tradición itálica y ancestral. Al colegio de los flamines pertenecían quince sacerdotes, divididos en dos grupos, los flamines maiores y los minores. Los flamines maiores -que debían proceder de familias patricias- eran tres: el flamen Dialis (dedicado al culto de Júpiter), el flamen Martialis (Marte) y el flamen Quirinalis (Quirino, nombre que recibe Rómulo tras su apoteosis), que son la triada capitolina original, es decir, los dioses principales del panteón romano, sustituidos después por Júpiter, Juno y Minerva. Los doce flamines minores estaban consagrados a divinidades ancestrales: Volcanus, Vulturnus, Carmenta, Ceres, Falacer, Portunus, Palatua, Flora, Pomona, Furrina y otras dos divinidades desconocidas, y ya en el siglo I aC resultaban enigmáticos para  los propios romanos.



Matrimonio romano
El flamen Dialis es el que mejor conocemos, gracias a los textos clásicos, especialmente las Noches áticas de Aulo Gelio y las Cuestiones romanas de Plutarco. Gracias a estos textos sabemos que el flamen Dialis era captado por el pontifex maximus, es decir, seleccionado por él, y que no podía ser cualquiera, sino un patricio cuyos padres estuvieran casados mediante el rito de la confarreatio, es decir, el ritual más sagrado de Roma. También por las fuentes sabemos que el flamen Dialis debía estar casado, y esto era una condición indispensable. El matrimonio debía celebrarse también por el rito de la confarreatio, por lo que no era posible disolverlo por divorcio, solo la muerte lo podía finalizar, en cuyo caso el flamen debía abandonar el cargo: "Si pierde la esposa, pierde también la dignidad de flamen. El matrimonio del flamen solo se puede disolver con la muerte" (Gell. 10,15,22-23). El rito de la confarreatio se realizaba en contadas ocasiones, como en el caso del matrimonio de los flamines y el rex sacrorum, y simboliza los valores más tradicionales de la sociedad romana. En este rito, los novios comen de una torta (far o panis farreus), hecha con sal, agua y harina de farro, ingrediente este último con gran valor simbólico en los rituales y las ceremonias. Gracias a la confarreatio, el matrimonio del flamen y la flaminica Dialis adquiría los valores tradicionales que los convertían en símbolo de las buenas costumbres romanas. Por otra parte, ambos eran necesarios para llevar a cabo sus rituales, tal como apunta Plutarco: "la mujer asiste a su marido en la realización de los ritos de modo que no le es posible a éste realizar muchos de ellos sin la presencia de su esposa" (Quaest. Rom.,50).

Numa Pompilio

Orígenes

El origen de la institución del flamen Dialis, lo mismo que el del resto de los flamines y las Vestales, se remonta a los tiempos más antiguos de Roma. Según la tradición, recogida por Tito Livio, es el rey Numa Pompilio, el sucesor de Rómulo, quien organiza todo el sistema sacerdotal romano, además de dotar al pueblo de todo el sistema legislativo. Crea el cargo para poder dedicarse a sus funciones políticas sin dejar desatendidas las funciones religiosas, que originalmente le correspondían también a él. Una delegación de poderes en toda regla. Remontar los orígenes a Numa es, en palabras del catedrático de Historia Francisco Marco Simón, "una referencia mítica al tiempo de los orígenes"(1), es remitirse al principio de los tiempos, al universo mágico-mítico que regía el comportamiento del pueblo romano, cuando la religiosidad se caracterizaba por un sentimiento de temor a las fuerzas misteriosas (numina) que amenazaban su tranquilidad cotidiana. La lingüística contemporánea relaciona la palabra "flamen" con "brahman", la casta sacerdotal de la India, y apunta a que esta figura podría estar presente en la cultura indoeuropea, ya con poderes reales y sacerdotales.


Funciones

Tras lo que acabamos de exponer, es fácil suponer la función principal del flamen Dialis: ser la representación del dios Júpiter en la tierra. De la misma manera, su esposa, la flaminica Dialis, era la representación de Juno. Sin embargo, la cosa no es tan simplista. Se trata, en la terminología del historiador John Scheid(2), de un sacerdote-estatua, es decir, una representación viva del dios Júpiter, siendo esa su función principal y no la de oficiar sacrificios o rituales. También la flaminica sería una sacerdotisa-estatua, de manera que la pareja era sagrada, representaba la familia tradicional romana y simbolizaba  la prosperidad y la fecundidad de Roma. Por ello para el flamen todos los días eran festivos, por ello "junto a la cabecera de su cama debe haber un cofre con pasteles y tortas sagrados" (Gell. 10,15,14), es decir, ofrendas de sacrificio. Por ello también gozaban de unos privilegios excepcionales, así como estaban sometidos a un gran número de tabúes y prohibiciones, como veremos a continuación.


Detalle del friso del Ara Pacis


Tabú, mancha y contagio

El tabú(3) es una prohibición impuesta en virtud de una religión. Se aplica a algo o a alguien que toda la sociedad considera sagrado, como es el caso del flamen Dialis y la flaminica, ya que representan a Júpiter y a Juno en la tierra. La religión romana, además de ser animista, está basada en el principio del do ut des, es decir, todo romano que se precie debe comportarse correctamente con los dioses y cumplir a rajatabla todas las ceremonias fuertemente codificadas si quiere tener de su parte a los diferentes numina, recordemos, esas fuerzas naturales que pueden ser tanto maléficas como benéficas. Así, quien cumpla con las obligaciones religiosas tendrá a los dioses, especialmente los Lares, Manes y Penates, de su parte y le protegerán a él, a su familia y a sus "negocios". Partiendo de este principio, y considerando que el flamen es nada menos que Júpiter viviente, se comprende que esta figura tuviera una gran responsabilidad en su comportamiento religioso. El flamen y la flaminica son sagrados, sacer, y cargan con la responsabilidad de responder de la prosperidad y fecundidad del pueblo romano. Si hicieran cualquier cosa incorrecta, esto acarrearía una gran desgracia no para ellos, sino para todo el pueblo de Roma. Si hiciesen algo incorrecto, incurrirían en "contagio", lo cual haría que se produjera la "mancha", la impureza, que echaría a perder su carácter sagrado y automáticamente provocaría un castigo, un prodigium, una señal terrible de la cólera divina. Si se produce el contagio, solo la expiación puede hacer que se restablezca el equilibrio original, ya que con toda seguridad la mancha ha afectado a todos los miembros de la comunidad. El tabú, la prohibición expresa de hacer o decir algo, lo mismo que todo el carácter fuertemente codificado del ceremonial religioso, evita precisamente que se produzca la mancha, la impureza. Como quiera que el flamen es el mismo Júpiter en la tierra, la lista de tabúes y prescripciones es bastante extensa, afectando a casi todos los ámbitos de su vida cotidiana, justamente para mantenerse en estado de pureza y evitar que cualquier mal afectase a su persona y al pueblo romano, su comunidad.

Privilegios

Antes de entrar a analizar la larga lista de tabúes, veamos de qué privilegios gozaba el sacerdote de Júpiter, así como su esposa. Para empezar, el flamen Dialis tenía derecho a sentarse en el Senado en la silla curul, a vestir la toga praetexta y a ser escoltado por un lictor. Tenía una residencia oficial, la flaminia domus, de la que "no es lícito sacar fuego, salvo con fines religiosos" (Gell. 10,15,7), pues es un fuego sagrado y su extinción, como en el caso de las Vestales, sería una amenaza para toda la comunidad. Podía suspender condenas, de manera que "si un hombre encadenado entrare en su casa, debe ser desatado y deben tirarse las cadenas al tejado a través del impluvio y desde allí afuera, a la calle" (Gell. 10,15,8), y si un condenado caía suplicante a sus pies, no podía ser azotado ese día. En un banquete, ocupaba siempre el lugar de honor, solo detrás del rex sacrorum. Pesidía también todos los matrimonios realizados por confarreatio, las Lupercales y las Vinalias rusticas. Como todos los días eran festivos para él, toda actividad que se estuviese haciendo a su paso se tenía que suspender bajo pena de multa y sacrificio de un cerdo como expiación(4). Tanto él como su esposa tenían el derecho excepcional de ser enterrados dentro del pomerium, pues al morir sus cuerpos estaban sacralizados, ya que los mismos dioses Júpiter y Juno vivían en ellos(5). Para acabar, tanto el flamen como la flaminica Dialis eran distinguidos con una vestimenta especial, que los identificaba socialmente de manera inequívoca. Lo que identificaba al flamen Dialis era un gorro sujetado por dos cordones atados por debajo de la barba llamado pileus o albogalerus, en cuya punta había una ramita de olivo envuelta en hilo de lana llamada apex, palabra que servía también para denominar toda la prenda. El gorro distintivo del flamen debía ser de color blanco y estar hecho de piel de cordero sacrificado a Júpiter. Debía llevarlo siempre puesto, no podía ir descubierto excepto fuera de su propia casa, y se sabe de algún sacerdote destituido porque "durante un sacrificio, se le había caído de la cabeza la borla del bonete sacerdotal" (Val. Max. 1,5).

Flaminica Dialis. Pax Augusta
Por su parte la flaminica también tenía una indumentaria especial, que destacaba los valores más tradicionales. Llevaba tres velos(6): el flammeum, típico de las matronas, que la cubría de arriba abajo; la rica, un velo de lana color púrpura -color que recuerda el rayo de Júpiter- que cubría su cabeza y que probablemente se uniera a una especie de corona hecha con una ramita de granado -símbolo de fecundidad- llamada arculum; y el venenatum, un tercer velo que cubriría también su cabeza y su peinado, que era un recogido que entrelazaba el cabello con bandas de lana y llevaba por nombre tutulus. Además, solía llevar la secespita, un cuchillo con el que ofrecía los sacrificios a los dioses, junto a su esposo, y su calzado solo podía estar hecho con pieles de animales sacrificados. Tanto la flaminica como el flamen debían llevar ropas confeccionadas exclusivamente con lana, y además tejidas por la flamínica. Se trata ya de un tabú, el tabú del lino, tejido más novedoso que la lana y por tanto alejado de los valores más arcaicos de la cultura romana. Para acabar, sus prendas solo eran de color blanco, símbolo de pureza y limpieza, o púrpura, como en el caso de la rica. El color púrpura era de uso restringido: solo emperadores, cónsules y algún otro cargo político podían usarlo, seguramente por el elevado coste de su producción, de manera que simbolizaba automáticamente el gran respeto por la figura de la flaminica.

Tabúes

A lo largo de la exposición hemos ido viendo ya algunos apuntes sobre las prohibiciones y obligaciones que rodean a la pareja flaminal, especialmente al sacerdote de Júpiter. Sin embargo, los tabúes que les rodean son muchos más. Para exponerlos, seguiré la clasificación por tipos que hace Marco Simón(7).

1. Tabúes relativos a la libertad.

El flamen y la flaminica debían estar totalmente libres de ataduras. Por ello no tenían permitido jurar, pues el juramento es un vínculo, ata a quien lo pronuncia. De la misma manera, el flamen debía evitar a toda costa los nudos en su indumentaria, pues las ligaduras también son un vínculo para el espíritu. No podía usar tampoco anillos por la misma razón, excepto si estaban abiertos, no formando totalmente el nudo, ni cinturones, ni pulseras. Y exactamente por lo mismo no debía pasar bajo una parra o una hiedra, ya que son plantas nudosas. Estas mismas prohibiciones son válidas para la flamínica, pero solo para los días sagrados en que debía participar en alguna ceremonia, puesto que para ella, a diferencia de su esposo, no todos los días son festivos (sí se declaraban festivos, en cambio, si la flaminica escuchaba un trueno, manifestación inequívoca de Júpiter). En las fiestas a las que debía asistir, como la de los Argeos o las Vestalia, tenía prohibido peinarse y cubrirse la cabeza, de manera que así se evitarían justamente los nudos. Por cierto, que también tenía prohibido yacer con su esposo en dichas festividades, seguramente para propiciar la fertilidad del pueblo de Roma, basándose en el mismo principio que las Vestales, esto es, la castidad de estas mujeres sagradas garantizaba la fecundidad de todas las otras.

2. Tabúes relacionados con la permanencia (adsiduitas)

Cuando Numa Pompilio creó la institución del flamen Dialis, lo hizo para liberarse él de sus funciones como sacerdote perpetuo de Júpiter. Por tanto es comprensible la obligación de este de no permanecer fuera de Roma más de tres días, aunque otros autores reducen este plazo a uno o dos días. El sacerdote supone el equilibrio de su comunidad, como el rey, por ello no debe alejarse de su pueblo. Así pues, el sacerdote de Júpiter no podía pasar más de tres noches sin dormir en su propio lecho, en el que no podía acostarse nadie más excepto la flaminica. Recordemos que a los pies de su cama debía haber un cofre con pastelillos y tortas sagrados. Pero es que, además, este lecho estaba aún más relacionado con Roma, pues "es preciso que las patas de la cama donde duerme estén embadurnadas con una fina capa de barro" (Gell, 10,15,14), completando la conexión con el suelo de la urbs. Por otra parte le estaba prohibido montar a caballo y contemplar el ejército dispuesto en armas fuera del pomerium, que ha sido interpretado como garantía de no salir de Italia y protección de su persona, respectivamente, además de que ya había un flamen dedicado a Marte y recordemos que cada uno de los flamines se encargaba en exclusiva del culto a una divinidad.

Templo de Jupiter Estator

3. Tabúes relacionados con el simbolismo corporal

Ya hemos visto que el flamen debía aparecer siempre en las ceremonias con el apex, el gorro distintivo de su condición. Tampoco podía desnudarse si no era bajo techo. Esto supondría sacrilegio, pues el cielo es la morada de Júpiter y aparecer desnudo o sin el apex bajo el mismo cielo, sería como entrar desnudo a un templo(8).

La flaminica también debía evitar exhibir partes de su cuerpo. Ya hemos visto su indumentaria, triplemente velada. Además, tenía prohibido "bajar escaleras de más de tres peldaños, salvo las llamadas escaleras griegas" (Gell, 10,15,29), es decir, unas escaleras cerradas, sin hueco entre los peldaños, con la finalidad de que nadie pudiera verle las piernas.

Al flamen solo le podía cortar el pelo un hombre libre y con una navaja de bronce, exclusivamente. Ningún esclavo podía tocarle, ya que, recordemos, no puede haber nada en su vida que pueda comprometer la libertad. Seguramente el propio barbero, al estar en contacto con el sacerdote que encarna a Júpiter, también sería objeto de algunos tabúes, aunque los desconocemos. Lo que sí se sabe es que en momentos críticos, se evitaba el uso del hierro, material más novedoso que el bronce, que encarnaba la tradición y era el metal que se usaba en los sacrificios. Los recortes de pelo, lo mismo que los de las uñas, se enterraban "a pie de un árbol felix" (Gell, 10,15,15), es decir, un árbol fértil, como señal de buena suerte. Esto se debe a la creencia de que entre las partes del cuerpo y el propio cuerpo se establece una conexión, gracias a lo que Frazer(9) llama magia simpatética o contaminante, de manera que se podrían utilizar estas partes del cuerpo, uñas y cabellos, para hacer daño al propietario, en este caso el flamen y la flaminica, a quien también le afecta este tabú en los días sagrados.


4. Tabúes relacionados con el contagio 


Tanto el flamen como la flaminica debían mantenerse en estado de pureza, por lo que tenían que evitar cualquier contacto con aquello que evocase la muerte. Por eso el flamen no puede entrar "en un lugar donde se ha incinerado y sepultado a alguien", ni tampoco puede tocar a un muerto (Gell, 10,15,24), ni escuchar siquiera el sonido de las flautas fúnebres.


Incineración

Tampoco puede tocar o nombrar animales considerados impuros, como el perro o la cabra. Estos eran animales relacionados con lo telúrico, con la muerte. Eran impuros y no se les sacrificaba a ningún dios olímpico sino a Hécate y otros dioses sanguinarios, y también en las Lupercales. Como Júpiter es el dios más puro de todos, tampoco su sacerdote debe estar en contacto con estos animales de naturaleza infernal. Lo mismo sucede con ciertos alimentos que el flamen no podía comer, tocar ni mencionar siquiera: la carne cruda, las habas y la harina con y sin levadura. Vayamos por partes. Según Plutarco, la carne cruda "ni es algo vivo ni se ha convertido todavía en una comida", y además "no tiene un aspecto limpio y puro sino repulsivo y como de una herida" (Quaest. Rom.110). Por tanto la carne cruda se asocia a la putrefacción, a la sangre y a la muerte, ya que carece de la cocción que evita su corrupción. Las habas son alimentos que desde antiguo se asocian también al mundo de ultratumba. Se decía que en su flor se leían letras de muerte (Plin. HN 18,12), para griegos y egipcios se relacionaba con el misterio de la vida y la reencarnación, y entre romanos e utilizaba como ofrenda para los difuntos en aquellos rituales (Carnaria, Feralia y Lemuria) donde se honraba a Carna, los Manes y los Lemures. Las legumbres en general, y las habas en particular, se consideran desde el punto de vista dietético alimentos crudos, sujetos a corrupción. Y, aunque eran consumidas con asiduidad por el pueblo romano, se cargaban de simbolismo en determinadas fechas y para determinadas personas, como es el caso de la pareja flaminal.

La harina, como las habas y la carne cruda, está muerta, se corrompe, necesita ser cocida para no pudrirse. Además la fermentación es vista también como algo vivo, por tanto sujeto a putrefacción y muerte. Ya Plutarco dice que "la levadura es producto de la corrupción y corrompe la masa con la que se mezcla" (Quaest.Rom.109). De nuevo los mismos principios dietéticos basados en lo cocido y lo crudo: lo cocido es lo óptimo, lo que no se puede corromper, lo crudo se relaciona con la vida y la muerte. El respeto por el proceso de transformación de los simples productos en alimentos se refleja en esta prohibición para los sacerdotes de Júpiter y Juno, para quiene es indispensable alimentarse de alimentos limpios, puros, cocidos.

Ser nombrado flamen Dialis suponía una vida incómoda y una enorme responsabilidad, siempre pensando en la altísima probabilidad de incurrir en contagio. Tan incómodo debía ser vivir con semejante carga, que el cargo de flamen Dialis estuvo vacante durante más de setenta años, desde el 87 aC, año en que el flamen Cornelio Mérula se suicidó abriéndose las venas en el Templo de Júpiter Capitolino, impregnando de sangre la propia estatua del dios y maldiciendo a Cina, que lo había acusado falsamente de asesinato (Patérculo, II,22), hasta el 11 aC, cuando Servio Maluginense fue consagrado por Augusto (Tacito, Annales, III,58). Para acabar, una anécdota sobre uno de los personajes más famosos de Roma: Cayo Julio César fue nombrado flamen Dial a los diecisiete años, y tuvo que dejar el cargo porque no quiso repudiar a su esposa, Cornelia, hija de Cina, por lo que Sila lo despojó del cargo y lo persiguió, obligándolo a huir de Roma durante cierto tiempo (Suet. Caesar 1). Y es que el flaminado de Júpiter, amigo César, hay que tomárselo en serio.



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Bibliografía

AGUIAR ESTEBAN, G. (2014) "Sacerdocio femenino romano. Mancha y tabú. Estado de la cuestión" Valladolid: Universidad de Valladolid (Trabajo Fin de Grado)

EDWARD BURRISS, E. (1931) Taboo, magic, spirits: a study of primitive elements in roman religion. Disponible en Internet Sacred Text Archive [en línea] http://www.sacred-texts.com/cla/tms/index.htm [última consulta: 19/08/2016]

ESPLUGA, X y MIRÓ I VINAIXA, M (2003) Vida religiosa en la antigua Roma. Barcelona: UOC.

FRAZER, S.J.G. (1981) La rama dorada. Magia y religión. Madrid: Fondo de Cultura Económica

MARCO SIMÓN, F. (1996) Flamen Dialis. El sacerdote de Júpiter en la religión romana. Madrid: Ediciones Clásicas

MARCOS CASQUERO, M.A. (ed.) (1992) Plutarco. Cuestiones romanas. Madrid: Akal

MARCOS CASQUERO, M.A. (ed.) (2006) Aulo Gelio. Noches áticas. León: Universidad de León

SCHEID, J (1991) La religión en Roma. Madrid: Ediciones clásicas


Procedencia de las imágenes



Notas


1 Marco Simón (1996) p. 54
2 Scheid, (1991)
3 Burriss (1931)
4 Aguiar Esteban, p.26
5 Marco Simón (1996) p.165
6 Marco Simón (1996) p.148-149
7 Marco Simón (1996) Cap.4
8 Marcos Casquero (ed.) (1992), p.241

9 Frazer (1981) p. 63