Escrito por Ana Sánchez
Introducción
El flamen Dialis, uno de los principales sacerdotes
romanos, y su esposa, la flaminica Dialis, son dos de las figuras más antiguas,
enigmáticas e importantes de la religión romana. El presente texto pretende
indagar, a través de las fuentes y los estudios realizados desde la
antropología y la historia, quiénes eran el flamen y la flaminica Dialis,
cuáles eran sus funciones y por qué estaban sometidos a una larga lista de
obligaciones y prohibiciones que abarcaban múltiples aspectos de su vida
cotidiana.
¿Quién era el flamen Dialis?
Los flamines eran sacerdotes dedicados en
exclusiva a una única divinidad de tradición itálica y ancestral. Al colegio de
los flamines pertenecían quince sacerdotes, divididos en dos grupos, los flamines
maiores y los minores. Los flamines maiores -que debían
proceder de familias patricias- eran tres: el flamen Dialis (dedicado al
culto de Júpiter), el flamen Martialis (Marte) y el flamen Quirinalis
(Quirino, nombre que recibe Rómulo tras su apoteosis), que son la triada
capitolina original, es decir, los dioses principales del panteón romano,
sustituidos después por Júpiter, Juno y Minerva. Los doce flamines minores
estaban consagrados a divinidades ancestrales: Volcanus, Vulturnus, Carmenta,
Ceres, Falacer, Portunus, Palatua, Flora, Pomona, Furrina y otras dos
divinidades desconocidas, y ya en el siglo I aC resultaban enigmáticos
para los propios romanos.
El flamen Dialis es el que mejor conocemos, gracias a los
textos clásicos, especialmente las Noches áticas de Aulo Gelio y las Cuestiones
romanas de Plutarco. Gracias a estos textos sabemos que el flamen Dialis
era captado por el pontifex maximus, es decir, seleccionado por él, y
que no podía ser cualquiera, sino un patricio cuyos padres estuvieran casados
mediante el rito de la confarreatio, es decir, el ritual más sagrado de
Roma. También por las fuentes sabemos que el flamen Dialis debía estar casado,
y esto era una condición indispensable. El matrimonio debía celebrarse también
por el rito de la confarreatio, por lo que no era posible disolverlo por
divorcio, solo la muerte lo podía finalizar, en cuyo caso el flamen debía
abandonar el cargo: "Si pierde la esposa, pierde también la dignidad de
flamen. El matrimonio del flamen solo se puede disolver con la muerte"
(Gell. 10,15,22-23). El rito de la confarreatio se realizaba en contadas
ocasiones, como en el caso del matrimonio de los flamines y el rex sacrorum,
y simboliza los valores más tradicionales de la sociedad romana. En este rito,
los novios comen de una torta (far o panis farreus), hecha con
sal, agua y harina de farro, ingrediente este último con gran valor simbólico
en los rituales y las ceremonias. Gracias a la confarreatio, el
matrimonio del flamen y la flaminica Dialis adquiría los valores tradicionales
que los convertían en símbolo de las buenas costumbres romanas. Por otra parte,
ambos eran necesarios para llevar a cabo sus rituales, tal como apunta
Plutarco: "la mujer asiste a su marido en la realización de los ritos
de modo que no le es posible a éste realizar muchos de ellos sin la presencia
de su esposa" (Quaest. Rom.,50).
Matrimonio romano |
Orígenes
El origen de la institución del flamen Dialis, lo mismo
que el del resto de los flamines y las Vestales, se remonta a los
tiempos más antiguos de Roma. Según la tradición, recogida por Tito Livio, es
el rey Numa Pompilio, el sucesor de Rómulo, quien organiza todo el
sistema sacerdotal romano, además de dotar al pueblo de todo el sistema legislativo. Crea el cargo para poder dedicarse a sus funciones
políticas sin dejar desatendidas las funciones religiosas, que originalmente le
correspondían también a él. Una delegación de poderes en toda regla. Remontar
los orígenes a Numa es, en palabras del catedrático de Historia Francisco Marco
Simón, "una referencia mítica al tiempo de los orígenes"(1), es
remitirse al principio de los tiempos, al universo mágico-mítico que regía el
comportamiento del pueblo romano, cuando la religiosidad se caracterizaba por
un sentimiento de temor a las fuerzas misteriosas (numina) que
amenazaban su tranquilidad cotidiana. La lingüística contemporánea relaciona la
palabra "flamen" con "brahman", la casta sacerdotal de la
India, y apunta a que esta figura podría estar presente en la cultura
indoeuropea, ya con poderes reales y sacerdotales.
Funciones
Tras lo que acabamos de exponer, es fácil suponer la
función principal del flamen Dialis: ser la representación del dios
Júpiter en la tierra. De la misma manera, su esposa, la flaminica Dialis,
era la representación de Juno. Sin embargo, la cosa no es tan simplista. Se
trata, en la terminología del historiador John Scheid(2), de un sacerdote-estatua,
es decir, una representación viva del dios Júpiter, siendo esa su función
principal y no la de oficiar sacrificios o rituales. También la flaminica
sería una sacerdotisa-estatua, de manera que la pareja era sagrada,
representaba la familia tradicional romana y simbolizaba la prosperidad y la fecundidad de Roma. Por
ello para el flamen todos los días eran festivos, por ello "junto
a la cabecera de su cama debe haber un cofre con pasteles y tortas sagrados"
(Gell. 10,15,14), es decir, ofrendas de sacrificio. Por ello también gozaban de
unos privilegios excepcionales, así como estaban sometidos a un gran número de
tabúes y prohibiciones, como veremos a continuación.
Detalle del friso del Ara Pacis |
Tabú, mancha y contagio
El tabú(3) es una prohibición impuesta en virtud de una
religión. Se aplica a algo o a alguien que toda la sociedad considera sagrado,
como es el caso del flamen Dialis y la flaminica, ya que representan a
Júpiter y a Juno en la tierra. La religión romana, además de ser animista, está
basada en el principio del do ut des, es decir, todo romano que se
precie debe comportarse correctamente con los dioses y cumplir a rajatabla
todas las ceremonias fuertemente codificadas si quiere tener de su parte a los
diferentes numina, recordemos, esas fuerzas naturales que pueden ser
tanto maléficas como benéficas. Así, quien cumpla con las obligaciones
religiosas tendrá a los dioses, especialmente los Lares, Manes y Penates, de su
parte y le protegerán a él, a su familia y a sus "negocios".
Partiendo de este principio, y considerando que el flamen es nada menos
que Júpiter viviente, se comprende que esta figura tuviera una gran
responsabilidad en su comportamiento religioso. El flamen y la flaminica son
sagrados, sacer, y cargan con la responsabilidad de responder de la
prosperidad y fecundidad del pueblo romano. Si hicieran cualquier cosa
incorrecta, esto acarrearía una gran desgracia no para ellos, sino para todo el
pueblo de Roma. Si hiciesen algo incorrecto, incurrirían en
"contagio", lo cual haría que se produjera la "mancha", la
impureza, que echaría a perder su carácter sagrado y automáticamente provocaría
un castigo, un prodigium, una señal terrible de la cólera divina. Si se
produce el contagio, solo la expiación puede hacer que se restablezca el
equilibrio original, ya que con toda seguridad la mancha ha afectado a todos
los miembros de la comunidad. El tabú, la prohibición expresa de hacer o decir
algo, lo mismo que todo el carácter fuertemente codificado del ceremonial
religioso, evita precisamente que se produzca la mancha, la impureza. Como quiera
que el flamen es el mismo Júpiter en la tierra, la lista de tabúes y
prescripciones es bastante extensa, afectando a casi todos los ámbitos de su
vida cotidiana, justamente para mantenerse en estado de pureza y evitar que
cualquier mal afectase a su persona y al pueblo romano, su comunidad.
Privilegios
Antes de entrar a analizar la larga lista de tabúes,
veamos de qué privilegios gozaba el sacerdote de Júpiter, así como su esposa.
Para empezar, el flamen Dialis tenía derecho a sentarse en el Senado en la
silla curul, a vestir la toga praetexta y a ser escoltado por un lictor.
Tenía una residencia oficial, la flaminia domus, de la que "no
es lícito sacar fuego, salvo con fines religiosos" (Gell. 10,15,7),
pues es un fuego sagrado y su extinción, como en el caso de las Vestales, sería
una amenaza para toda la comunidad. Podía suspender condenas, de manera que
"si un hombre encadenado entrare en su casa, debe ser desatado y deben
tirarse las cadenas al tejado a través del impluvio y desde allí afuera, a la
calle" (Gell. 10,15,8), y si un condenado caía suplicante a sus pies,
no podía ser azotado ese día. En un banquete, ocupaba siempre el lugar de
honor, solo detrás del rex sacrorum. Pesidía también todos los
matrimonios realizados por confarreatio, las Lupercales y las Vinalias
rusticas. Como todos los días eran festivos para él, toda actividad que se
estuviese haciendo a su paso se tenía que suspender bajo pena de multa y
sacrificio de un cerdo como expiación(4). Tanto él como su esposa tenían el
derecho excepcional de ser enterrados dentro del pomerium, pues al morir
sus cuerpos estaban sacralizados, ya que los mismos dioses Júpiter y Juno
vivían en ellos(5). Para acabar, tanto el flamen como la flaminica Dialis eran
distinguidos con una vestimenta especial, que los identificaba socialmente de
manera inequívoca. Lo que identificaba al flamen Dialis era un gorro sujetado
por dos cordones atados por debajo de la barba llamado pileus o albogalerus,
en cuya punta había una ramita de olivo envuelta en hilo de lana llamada apex,
palabra que servía también para denominar toda la prenda. El gorro distintivo
del flamen debía ser de color blanco y estar hecho de piel de cordero
sacrificado a Júpiter. Debía llevarlo siempre puesto, no podía ir descubierto
excepto fuera de su propia casa, y se sabe de algún sacerdote destituido porque
"durante un sacrificio, se le había caído de la cabeza la borla del
bonete sacerdotal" (Val. Max. 1,5).
Flaminica Dialis. Pax Augusta |
Por su parte la flaminica también
tenía una indumentaria especial, que destacaba los valores más tradicionales.
Llevaba tres velos(6): el flammeum, típico de las matronas, que la cubría
de arriba abajo; la rica, un velo de lana color púrpura -color que
recuerda el rayo de Júpiter- que cubría su cabeza y que probablemente se uniera
a una especie de corona hecha con una ramita de granado -símbolo de fecundidad-
llamada arculum; y el venenatum, un tercer velo que cubriría
también su cabeza y su peinado, que era un recogido que entrelazaba el cabello
con bandas de lana y llevaba por nombre tutulus. Además, solía llevar la
secespita, un cuchillo con el que ofrecía los sacrificios a los dioses,
junto a su esposo, y su calzado solo podía estar hecho con pieles de animales
sacrificados. Tanto la flaminica como el flamen debían llevar ropas
confeccionadas exclusivamente con lana, y además tejidas por la
flamínica. Se trata ya de un tabú, el tabú del lino, tejido más novedoso que la
lana y por tanto alejado de los valores más arcaicos de la cultura romana. Para
acabar, sus prendas solo eran de color blanco, símbolo de pureza y limpieza, o
púrpura, como en el caso de la rica. El color púrpura era de uso
restringido: solo emperadores, cónsules y algún otro cargo político podían
usarlo, seguramente por el elevado coste de su producción, de manera que
simbolizaba automáticamente el gran respeto por la figura de la flaminica.
Tabúes
A lo largo de la exposición hemos ido viendo ya algunos
apuntes sobre las prohibiciones y obligaciones que rodean a la pareja flaminal,
especialmente al sacerdote de Júpiter. Sin embargo, los tabúes que les rodean
son muchos más. Para exponerlos, seguiré la clasificación por tipos que hace
Marco Simón(7).
1. Tabúes relativos a la libertad.
El flamen y la flaminica debían estar totalmente libres
de ataduras. Por ello no tenían permitido jurar, pues el juramento es un
vínculo, ata a quien lo pronuncia. De la misma manera, el flamen debía evitar a
toda costa los nudos en su indumentaria, pues las ligaduras también son
un vínculo para el espíritu. No podía usar tampoco anillos por la misma razón,
excepto si estaban abiertos, no formando totalmente el nudo, ni cinturones, ni
pulseras. Y exactamente por lo mismo no debía pasar bajo una parra o una
hiedra, ya que son plantas nudosas. Estas mismas prohibiciones son
válidas para la flamínica, pero solo para los días sagrados en que debía
participar en alguna ceremonia, puesto que para ella, a diferencia de su
esposo, no todos los días son festivos (sí se declaraban festivos, en cambio,
si la flaminica escuchaba un trueno, manifestación inequívoca de Júpiter). En
las fiestas a las que debía asistir, como la de los Argeos o las Vestalia,
tenía prohibido peinarse y cubrirse la cabeza, de manera que así se evitarían
justamente los nudos. Por cierto, que también tenía prohibido yacer con su
esposo en dichas festividades, seguramente para propiciar la fertilidad del
pueblo de Roma, basándose en el mismo principio que las Vestales, esto es, la
castidad de estas mujeres sagradas garantizaba la fecundidad de todas las
otras.
2. Tabúes relacionados con la permanencia (adsiduitas)
Cuando Numa Pompilio creó la institución del flamen
Dialis, lo hizo para liberarse él de sus funciones como sacerdote perpetuo de
Júpiter. Por tanto es comprensible la obligación de este de no permanecer fuera
de Roma más de tres días, aunque otros autores reducen este plazo a uno o dos
días. El sacerdote supone el equilibrio de su comunidad, como el rey, por ello
no debe alejarse de su pueblo. Así pues, el sacerdote de Júpiter no podía pasar
más de tres noches sin dormir en su propio lecho, en el que no podía
acostarse nadie más excepto la flaminica. Recordemos que a los pies de su cama
debía haber un cofre con pastelillos y tortas sagrados. Pero es que, además,
este lecho estaba aún más relacionado con Roma, pues "es preciso que
las patas de la cama donde duerme estén embadurnadas con una fina capa de barro"
(Gell, 10,15,14), completando la conexión con el suelo de la urbs. Por otra
parte le estaba prohibido montar a caballo y contemplar el ejército
dispuesto en armas fuera del pomerium, que ha sido interpretado como
garantía de no salir de Italia y protección de su persona, respectivamente,
además de que ya había un flamen dedicado a Marte y recordemos que cada uno de
los flamines se encargaba en exclusiva del culto a una divinidad.
Ya hemos visto que el flamen debía aparecer siempre en
las ceremonias con el apex, el gorro distintivo de su condición. Tampoco
podía desnudarse si no era bajo techo. Esto supondría sacrilegio, pues
el cielo es la morada de Júpiter y aparecer desnudo o sin el apex bajo
el mismo cielo, sería como entrar desnudo a un templo(8).
La flaminica también debía evitar exhibir partes de su
cuerpo. Ya hemos visto su indumentaria, triplemente velada. Además, tenía
prohibido "bajar escaleras de más de tres peldaños, salvo las llamadas
escaleras griegas" (Gell, 10,15,29), es decir, unas escaleras
cerradas, sin hueco entre los peldaños, con la finalidad de que nadie pudiera
verle las piernas.
Al flamen solo le podía cortar el pelo un hombre libre
y con una navaja de bronce, exclusivamente. Ningún esclavo podía
tocarle, ya que, recordemos, no puede haber nada en su vida que pueda
comprometer la libertad. Seguramente el propio barbero, al estar en contacto
con el sacerdote que encarna a Júpiter, también sería objeto de algunos tabúes,
aunque los desconocemos. Lo que sí se sabe es que en momentos críticos, se
evitaba el uso del hierro, material más novedoso que el bronce, que encarnaba
la tradición y era el metal que se usaba en los sacrificios. Los recortes de
pelo, lo mismo que los de las uñas, se enterraban "a pie de un
árbol felix" (Gell, 10,15,15), es decir, un árbol fértil, como señal
de buena suerte. Esto se debe a la creencia de que entre las partes del cuerpo
y el propio cuerpo se establece una conexión, gracias a lo que Frazer(9) llama
magia simpatética o contaminante, de manera que se podrían utilizar estas
partes del cuerpo, uñas y cabellos, para hacer daño al propietario, en este
caso el flamen y la flaminica, a quien también le afecta este tabú en los días
sagrados.
4. Tabúes relacionados con el contagio
Tanto el flamen como la flaminica debían mantenerse en
estado de pureza, por lo que tenían que evitar cualquier contacto con aquello
que evocase la muerte. Por eso el flamen no puede entrar "en un
lugar donde se ha incinerado y sepultado a alguien", ni tampoco puede
tocar a un muerto (Gell, 10,15,24), ni escuchar siquiera el sonido de las
flautas fúnebres.
Incineración |
Tampoco puede tocar o nombrar animales considerados
impuros, como el perro o la cabra. Estos eran animales
relacionados con lo telúrico, con la muerte. Eran impuros y no se les
sacrificaba a ningún dios olímpico sino a Hécate y otros dioses sanguinarios, y
también en las Lupercales. Como Júpiter es el dios más puro de todos, tampoco
su sacerdote debe estar en contacto con estos animales de naturaleza infernal.
Lo mismo sucede con ciertos alimentos que el flamen no podía comer, tocar ni
mencionar siquiera: la carne cruda, las habas y la harina
con y sin levadura. Vayamos por partes. Según Plutarco, la carne cruda
"ni es algo vivo ni se ha convertido todavía en una comida", y
además "no tiene un aspecto limpio y puro sino repulsivo y como de una
herida" (Quaest. Rom.110). Por tanto la carne cruda se asocia a la
putrefacción, a la sangre y a la muerte, ya que carece de la cocción que evita
su corrupción. Las habas son alimentos que desde antiguo se asocian también al
mundo de ultratumba. Se decía que en su flor se leían letras de muerte (Plin.
HN 18,12), para griegos y egipcios se relacionaba con el misterio de la vida y
la reencarnación, y entre romanos e utilizaba como ofrenda para los difuntos en
aquellos rituales (Carnaria, Feralia y Lemuria) donde se honraba a Carna, los
Manes y los Lemures. Las legumbres en general, y las habas en particular, se
consideran desde el punto de vista dietético alimentos crudos, sujetos a
corrupción. Y, aunque eran consumidas con asiduidad por el pueblo romano, se
cargaban de simbolismo en determinadas fechas y para determinadas personas,
como es el caso de la pareja flaminal.
La harina, como las habas y la carne cruda, está muerta,
se corrompe, necesita ser cocida para no pudrirse. Además la fermentación es
vista también como algo vivo, por tanto sujeto a putrefacción y muerte. Ya
Plutarco dice que "la levadura es producto de la corrupción y corrompe
la masa con la que se mezcla" (Quaest.Rom.109). De nuevo los mismos
principios dietéticos basados en lo cocido y lo crudo: lo cocido es lo óptimo,
lo que no se puede corromper, lo crudo se relaciona con la vida y la muerte. El
respeto por el proceso de transformación de los simples productos en alimentos
se refleja en esta prohibición para los sacerdotes de Júpiter y Juno, para
quiene es indispensable alimentarse de alimentos limpios, puros, cocidos.
Ser nombrado flamen Dialis suponía una vida incómoda y
una enorme responsabilidad, siempre pensando en la altísima probabilidad de
incurrir en contagio. Tan incómodo debía ser vivir con semejante carga, que el
cargo de flamen Dialis estuvo vacante durante más de setenta años, desde el 87
aC, año en que el flamen Cornelio Mérula se suicidó abriéndose las venas en el
Templo de Júpiter Capitolino, impregnando de sangre la propia estatua del dios
y maldiciendo a Cina, que lo había acusado falsamente de asesinato (Patérculo,
II,22), hasta el 11 aC, cuando Servio Maluginense fue consagrado por Augusto
(Tacito, Annales, III,58). Para acabar, una anécdota sobre uno de los
personajes más famosos de Roma: Cayo Julio César fue nombrado flamen Dial a los
diecisiete años, y tuvo que dejar el cargo porque no quiso repudiar a su
esposa, Cornelia, hija de Cina, por lo que Sila lo despojó del cargo y lo
persiguió, obligándolo a huir de Roma durante cierto tiempo (Suet. Caesar 1). Y
es que el flaminado de Júpiter, amigo César, hay que tomárselo en serio.
* * * * * * * * * *
Bibliografía
AGUIAR ESTEBAN, G. (2014) "Sacerdocio femenino
romano. Mancha y tabú. Estado de la cuestión" Valladolid: Universidad de
Valladolid (Trabajo Fin de Grado)
EDWARD BURRISS, E. (1931) Taboo, magic, spirits: a study
of primitive elements in roman religion. Disponible en Internet Sacred Text
Archive [en línea] http://www.sacred-texts.com/cla/tms/index.htm [última consulta: 19/08/2016]
ESPLUGA, X y MIRÓ I VINAIXA, M (2003) Vida religiosa en
la antigua Roma. Barcelona: UOC.
FRAZER, S.J.G. (1981) La rama dorada. Magia y religión.
Madrid: Fondo de Cultura Económica
MARCO SIMÓN, F. (1996) Flamen Dialis. El sacerdote de
Júpiter en la religión romana. Madrid: Ediciones Clásicas
MARCOS CASQUERO, M.A. (ed.) (1992) Plutarco. Cuestiones
romanas. Madrid: Akal
MARCOS CASQUERO, M.A. (ed.) (2006) Aulo Gelio. Noches
áticas. León: Universidad de León
SCHEID, J (1991) La religión en Roma. Madrid: Ediciones
clásicas
Procedencia de las imágenes
Notas
1 Marco Simón
(1996) p. 54
2 Scheid, (1991)
3 Burriss (1931)
4 Aguiar Esteban,
p.26
5 Marco Simón
(1996) p.165
6 Marco Simón
(1996) p.148-149
7 Marco Simón
(1996) Cap.4
8 Marcos Casquero
(ed.) (1992), p.241
9 Frazer (1981) p.
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