Escrito por Koldo Gondra del Campo
El 11 de mayo del 330 d. C.
el emperador Constantino El Grande inauguró una nueva ciudad: Nea Roma
Constantinopolis, más conocida como Constantinopla, la ciudad de Constantino.
Dicha inauguración se llevó a cabo durante 40 días de ritos tradicionales
romanos. Las razones de esta fundación sobre la antigua ciudad de Bizancio (antigua colonia de
Megara) se debió a numerosos factores políticos, económicos y religiosos.
Por una parte, la nueva
capital debía de estar cerca del Danubio y del Éufrates, amenazados por los
godos y los persas respectivamente. El área de influencia del poder imperial
debía reaccionar de forma rápida y eficaz a las amenazas orientales del Imperio
y salvaguardar los territorios que más riqueza y recursos ofrecían al Imperio.
Además, la ciudad descansaba a caballo entre Europa y Asia, en una península
fácil de defender en la orilla europea del Bósforo y prácticamente inexpugnable,
que ofrecía un gran puerto natural para el control del comercio entre Oriente y
Occidente.
De igual forma, existían
poderosas razones religiosas para la edificación de una nueva capital en
Oriente. Una de las más importante era la búsqueda de la cohesión social,
basada en una religión en alza: el Cristianismo.
Constantino empezó su
monumental obra en el año 324 d.C., dispuso de toda la mano de obra y recursos
a su alcance. El emperador empleó a 30.000 obreros godos federados para su
construcción. No dudó en traer, desde Roma, Atenas, Antioquía, Alejandría y
Éfeso, algunos de los monumentos más bellos de la Antigüedad (estatuas,
mosaicos, columnas, etc) para dar porte y majestuosidad a la ciudad, que
curiosamente fue levantada también sobre 7 colinas nominales (geográficamente
fueron 3), como Roma. Al igual que ésta se dividía en catorce regiones, con su
propio foro, capitolio y casa del senado, y su territorio fue considerado itálico, lo que la hacía
libre de impuestos. Eso atrajo a muchos romanos para instalarse en la nueva
ciudad. Los mejores ingenieros, educadores y profesionales de todos los oficios
fueron atraídos por Constantino y sus inmediatos sucesores.
A pesar de su inauguración
en el año 330, no fue hasta 6 años
después cuando las obras estuvieron terminadas. En ese momento, la población de
Constantinopla oscilaba en unos 30.000 habitantes. Cien años después llegaría a
ser medio millón.
Tanto Constantino como sus
sucesores, se preocuparon por el crecimiento y la prosperidad material,
espiritual y cultural de la ciudad. Se construyeron escuelas, bibliotecas,
talleres y una ingente cantidad de iglesias (al principio también templos
paganos hasta que se prohibió cualquier tipo de culto pagano), siendo la basílica patriarcal de Haghia Sophia o Santa
Sofía (terminada en el año 537 d.C., encargada
por emperador Justiniano I a Isidoro de Mileto y Antemio de Tralles), la
iglesia más sobresaliente de todas ellas . Igualmente, Constancio II levantó en
el 340 d.C. la primera universidad del Mundo, La Universidad de Constantinopla,
llamada Pandidakterion , siendo Teodosio II el encargado de reformarla en el
425. Allí 31 profesores enseñaban Gramática, Retórica, Derecho, Filosofía,
Matemáticas, Astronomia y Medicina a sus alumnos. Más tarde, en el siglo IX, el
edificio de Magnaura fue asignado también como escuela filosófica.
Constantino reforzó la
ciudad con una muralla que llevaba su nombre, que iba del Cuerno de Oro al mar
de Mármara. No obstante, las sucesivas invasiones bárbaras del siglo V d.C.
obligaron a los sucesores de Constantino a reforzar sus defensas.
Constantinopla, hablando vulgarmente, era algo parecido a un banco repleto de
oro construido en un barrio problemático, todos querrían saquearla por la
cantidad de riqueza que tenía y por la cantidad de recursos que transitaban por
ella. Así pues, el emperador Teodosio II (408-450) construyó nuevas murallas y
dio fama a Constantinopla de invencible e inexpugnable, comenzando el trabajo
en el año 412, con miles de obreros probablemente en su mayoría godos o
bárbaros de distintas procedencias al mando del prefecto Antemio. En 447 se
produjo en terremoto y dañó mucho a las torres y murallas. Y Atila se dispuso a
marchar sobre la ciudad. Las murallas fueron reconstruidas y mejoradas en
tiempo record y la ciudad se salvó. Aunque siglo tras siglo todos los
emperadores, quien más quien menos, se ocuparon de su mantenimiento y
reconstrucción después de cada sitio, los cuales las dejaban a veces en estado
lamentable en alguna de sus partes.
Las murallas terrestres tenían más de seis kilómetros de longitud. Comenzaban en la costa del Mar de Mármara, formando una especie de curva, y terminaban en el Cuerno de Oro. En realidad era un verdadero sistema defensivo que estaba constituido por una triple línea defensiva, de dos murallas y un enorme foso provisto de un parapeto.
Lo primero que se encontraba el enemigo cuya ambición era entrar en la ciudad a la fuerza era el amplio foso parapetado de cerca de 20 metros de ancho. El foso mismo había constituido antaño un espacio imposible de atravesar para muchos grupos de aventureros que luego de alguna escaramuza decidía retirarse sin siquiera atravesarlo.
Después del foso, si el enemigo lograba cruzarlo luego de mucho esfuerzo y bajo los proyectiles de los defensores, se encontraba con una franja de 15 metros de ancho que lo separaba de una primera línea de murallas. Esa primera línea, la muralla exterior, era de muros de 2 metros de espesor y 8 metros de alto, con más de 80 torres estratégicamente colocadas a través de los más de seis kilómetros que la hacían ya bastante dificultosa de franquear para los indeseables visitantes.
Si las fuerzas de ataque hubieran tenido la inmensa fortuna y la suficiente fuerza y hubiesen podido atravesar la primer muralla en alguno de sus puntos, se encontraban luego con el peor de los infiernos, un " pasillo" (Peribolos) bien abierto y libre de aproximadamente unos 18 metros de ancho, tras el cual los esperaba la más temible de estas construcciones: una muralla de nada menos que 5 metros de ancho y 13 metros de altura, y que a lo largo de sus más de seis kilómetros de largo contaba con alrededor de 100 torres de hasta 15 metros de altura, y desde las cuales los defensores tenían todo el trabajo facilitado, dominando este pasillo mortal para el enemigo y muy útil para el defensor, porque cuando éste se hallaba en posesión de los dos muros servía a sus tropas para desplazarse cómodamente de un lado a otro de las murallas y les daba otra notable ventaja sobre el ejército enemigo.
Los muros y las torres estaban fuertemente edificados, recubiertos de pequeños cubos de caliza y fortalecidos con líneas de ladrillo, con lo cual las enormes piedras arrojadas podían dañarlo aquí o allá, pero era muy difícil que eso facilitara su destrucción.
Si bien las murallas
terrestres de Constantinopla eran casi inexpugnables, las murallas marítimas
eran más frágiles. Por ello, los ingenieros romanos idearon la creación de una
gran cadena de hierro, de 30 cms de grosor cada eslabón y que unía las dos
partes de la boca del Cuerno de Oro. No había forma posible de entrar en el
Cuerno de Oro si la cadena era colocada. La cadena marítima era de hierro e iba
de punta a punta del Cuerno de Oro, se izaba y se bajaba a voluntad de los
defensores e impedía al enemigo entrar en el puerto y asaltar las murallas
marítimas de la ciudad. Ello permitió que la ciudad imperial pudiera
reabastecerse en un sitio o asedio, que jamás sería completo (hasta 1453).
Desde el siglo V al siglo XV Constantinopla fue asediada, al menos, 20 veces
por sus enemigos
Antes de ello, tras la
fugaz pero eficaz experiencia administrativa de la Tetrarquía de Diocleciano y
la posterior unión imperial y reforma de todos los territorios del Imperio bajo
el emperador Constantino en el siglo IV d.C., a la muerte de Teodosio I en el
395 d.C. el Imperio Romano quedó definitivamente dividido en dos unidades
políticas independientes entre si. Honorio heredó Occidente, mientras que
Arcadio heredó la parte oriental del Imperio que sobrevivió a la crisis y a las
invasiones bárbaras que acabaron con el Imperio Romano Occidental en menos de
100 años. La propia ubicación territorial del Imperio Romano de Oriente le
dotaron de unas características particulares; la síntesis entre lo romano, lo
helenístico y el cristianismo ortodoxo.
De esta forma, todo estaba
preparado para la instauración de los 1000 años bizantinos.
Finalmente, en este video
que muestra ilustraciones de Antonie Helbert, se puede ver una magnífica
recreación de los edificios de Constantinopla: