Escrito por Koldo Gondra del Campo
Augusto de Prima Porta. Museo Vaticano.
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A finales de República se produjo el advenimiento del Principado de la mano de Octavio, que reunió bajo su manto de princeps o primer ciudadano los poderes de autoritas (poder moral de elección y decisión), maiestas (surprema dignidad electiva) y potestas (poder político reconocido). El marco de las instituciones y magistraturas republicanas quedaban aparentemente salvaguardadas en una especie de protectorado que en la práctica era una especie de monarquía electiva pública o colegiada. No obstante ese protectorado fue convirtiéndose progresivamente en una autocracia.
El
Principado nació debido a la acumulación de cargos públicos que llegó a
ostentar el joven Octavio, heredero legal de Julio César, que dispuso de esos
mismos cargos que le llevaron a ser asesinado ante el miedo de varios senadores
de que pudiera proclamarse rey. Entre ellos destacarían el de “princeps
senatus”, cónsul y tribuno de la plebe. El primero le daba inmunidad
tribunicia y derecho a veto en el Senado, el segundo le daba el poder efectivo
sobre la ciudad de Roma, el poder militar supremo y la capacidad de promulgar
leyes. El tercero le convertía de facto en el “primer hombre de Roma”, es
decir, la cabeza del Estado.
Ante la
experiencia del asesinato de César, Octavio incorporó a su nombre el título de
Augusto para evidenciar que no tenía intención de ser rey pero si de ejercer
una autocracia. A partir de ese momento se produjo una sucesión de gobernantes
que ostentarían los títulos de Imperator Caesar Augustus, pudiéndose dar todos
en una misma persona o bien alguno de ellos.
El
Principado nació en un período que cerraba la inestabilidad república tras
varias guerras civiles. Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio en
Actium en el año 31 a.C. la idiosincrasia republicana quedó salvaguardada y
emperador y Senado se repartieron el poder efectivo sobre el Estado. No
obstante, la figura del emperador quedó muy por encima de la del Senado, pues
el emperador podía vetar directamente las decisiones a éste. A medida que
pasaba el tiempo la figura del emperador fue ganando potestad militar, social y
religiosa, especialmente en el siglo III d.C. con la Anarquía Militar (235-284
d.C.).
Durante 50
años una importante crisis en el siglo III d.C. a todos los niveles. Se dieron
insurrecciones, guerras civiles, usurpaciones y crisis económicas, además de
derrotas del ejército imperial frente a
persas y godos. En ese contexto se produjeron sustanciales cambios para paliar
el ruinoso estado que presentaba el ya caduco modelo imperial del Principado.
Entre los
cambios que se adaptaron destacaron la reorganización militar y provincial, la
exclusión del orden senatorial respecto a la milicia, el ascenso del orden
ecuestre, la sepación de la administración civil de la militar y una mayor
autocracia por parte del emperador. Mientras el término de “dominus”
(“señor”) fue tomado como servil en el
Alto Imperio, pues era una palabra común por la que el esclavo o el siervo
llamaba a su amo o señor, a partir del gobierno de Aureliano (270-275 d.C.)
empezó a usarse (Deus et Dominus Natus).
Diocleciano
impulsó un nuevo sistema de gobierno imperial: la Tetrarquía. Ésta se basaba en
el mando conjunto de dos Augustos, auxiliados en el gobierno por otros dos
Césares. Uno de esos Augustos era el Augustus Senior (el de mayor peso, que
podía intervenir en el resto de territorios de creerlo oportuno), y su
autoridad era mayor que la de los Césares (juniores). Éstos estarían
llamados a sustituir con el tiempo a los anteriores Augustos en el gobierno del
Imperio. Cada Augusto y cada César tenía un territorio y una capital para su
gobierno autónomo, pero las leyes de los Augustos eran extensibles a todo el
Imperio. Los Augustos legislaban mientras que los emperadores menores o Césares
disponían del poder ejecutivo. Normalmente el Augusto Senior se asentó en
Oriente, el territorio más rico y estratégico de todos. La capitalidad imperial
también varió. Roma dejaba paso como sede imperial a Nicomedia y Tesalónica
(después Antioquía y, sobre todo, Constantinopla) en Oriente mientras que en
Occidente Mediolanum (Milán) y Tréveris (también Eboracum y después Rávena) se
convirtieron en las sedes imperiales. A pesar de que cada emperador gobernaba
sus territorio como un estado semi-independiente todas las leyes y decretos
estaban firmados por los 2 Augustos y sus césares juniores, lo que daba una
apariencia de unidad inequívoca.
Entre los
cambios más importantes respecto a la mentalidad entre el Alto Imperio y su
Principado y el Bajo Imperio y el Dominado estaba el hecho y la percepción
religiosa. Los Augustos eran considerados hijos de los dioses, y los Césares
hijos adoptivos de los Augustos, por lo que quedaban vinculados tanto al poder
como a la divinidad. En ese contexto se produce la irrupción del Cristianismo,
una de tantas religiones mistéricas orientales que coexistían en el Imperio.
Pero los cristianos se negaban a adorar al emperador como divinidad. Eso dio
como resultado las persecuciones religiosas por parte de Estado más cruentas
hasta la fecha. El efecto de éstas no fue el deseado y el Cristianismo fue
finalmente tolerado tanto en Oriente (Edicto de Tolerancia de Nicomedia por
Galerio en el 311) como en Occidente (Edicto de Tolerancia de Milán por
Constantino y Licinio en 313). Una nueva era estaba a punto de abrirse paso.
Constantino
I. Galería Uffizi, Florencia.
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Entre los cambios más importantes que trajo el Dominado estaría el poder absoluto del emperador (Dominus), que heredó muchas costumbres de las monarquías orientales, como la persa. Entre ellas destacaría el uso de la púrpura en la vestimenta, el uso de la diadema o tiara en la cabeza en vez de la corona de laurel, y la costumbre de la “adoratio” (más tarde conocida como “proskinesis” en Bizancio, el hecho que los súbditos se postrasen ante los gobernantes, que fueron cada vez más inaccesibles para el resto de la sociedad y se hacían rodear de una Corte cada vez más numerosa.
Todos esos
símbolos venían a ensalzar el carácter divino del gobernante en vida. En el
Alto Imperio, por el contrario, algunos emperadores fallecidos fueron adorados
como divus pero no todos. En Oriente si que fueron adorados como dioses
en vida ya desde el comienzo de la época imperial, lo que jugó un papel
importante a la hora del cambio al Dominado, ya que en Oriente fue algo natural
desde siempre. A eso de le suma el hecho de que desde Aureliano (270-275 d.C.)
el panteísmo tradicional romano había sido sustituido por la adoración imperial
estatal a un dios supremo: el Sol Invictus. Eso fue aprovechado después por
Constantino I para poner finalmente al dios cristiano en el centro en
sustitución de esa divinidad. La transición mental había sido ya realizada en ese
sentido.
Con el
Edicto de Tesalónica del 380, los Decretos Teodosianos de 391-392 y la batalla
del río frígido en el 394 d.C. el Cristianismo niceano se impuso como religión
oficial y única del Imperio Romano. Tanto es así que la Administración civil estuvo
unida a la organización religiosa. El Imperio dispuso de 5 patriarcados: Roma,
Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Cada ciudad romana tenía su
obispo y cada provincia en su respectiva diócesis tenía su metropolitano. Fue
tal la pujanza del Cristianismo que tras la masacre de Tesalónica Ambrosio de
Milán excomulgó al emperador Teodosio I en el año 390 d.C. y éste tuvo que
realizar penitencia pública durante meses. Poco después, con el Imperio romano
dividido en dos estados independientes desde el año 395 d.C., el emperador Leon I (457-474 d.C.) fue el
primer emperador en ser coronado por un patriarca en Constantinopla. Antes de
ésto todos los emperadores habían sido elevados sobre un escudo, aclamados por
el ejército, el pueblo y el Senado. A partir de ese momento hasta 1453 todos
los emperadores romanos serían coronados por un patriarca, teniendo así un
carácter religioso, designados por Dios para gobernar en su nombre en la Tierra
siendo sus representantes y vicarios. El emperador en Oriente era la principal
figura religiosa y estaba por encima de los patriarcas. Enfrentarse el
emperador era enfrentarse a Dios, pues actuaba en su nombre y guiado por él. El
hecho de tirar sus monedas de oro (solidus, nomismas o después el hyperpyron) o
plata (millarision) al suelo era una ofensa directa a su persona y a su misión.
Sólo el emperador y su familia podían vestir con el color púrpura y sólo el
primero podía usar calzado de ese color (kampagia). Muchos nacimientos
imperiales tenían lugar en el Gran Palacio en una habitación llamada Porphyra.
Los allí nacidos eran llamados “Porphyrogennetos” (“Nacidos en la
púrpura”), lo que les daba la legalidad para ser pretendientes y futuros
herederos al trono imperial. Los emperadores de Oriente, además, gozaron de un
protocolo de actuación diario único: su forma de moverse, su recorrido en el
Palacio, en las calles e iglesias, sus gestos, su corte y ayudantes que
cumplían escrupulosamente con toda la pompa que el protocolo imperial exigía.
Basilio II en Triunfo. Salterio de Venecia.
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Los emperadores
romanos, ya fuesen de Occidente o de Oriente, tuvieron la potestad de asignar
directamente a un cónsul, cuyo papel se fue haciendo cada vez más honorífico.
Incluso, en alguna ocasión, uno de lo dos emperadores dejaba al otro asignar a
los dos cónsules de cada una de las dos partes del Imperio. Cuando el Imperio
Romano de Occidente se disolvió en el año 476 d.C. todas las insignias
imperiales por orden del Senado romano fueron llevadas ante el emperador romano
de Oriente que las aceptó. Legalmente sólo hubo un emperador romano desde
entonces, que gobernaría la parte oriental de forma directa usando a los
federados germanos para gobernar en su nombre en Occidente (hasta la Renovatio
Imperii de Justiniano I).
Contrariamente
a lo que generalmente se piensa, el Imperio Romano de Oriente no sufrió la
famosa grequización con Heraclio y éste no suprimió ningún título imperial ni
creó el sistema provincial de temas. Éstas existieron ya con Mauricio Tiberio
(582-602 d.C.) y no eran otra cosa que el intento de militarización (dando
tierras a los soldados para su defensa) de los territorios amenazados en todas
direcciones frente a persas, ávaros, eslavos, búlgaros, lombardos y árabes para
poder, literalmente, sobrevivir.
En Oriente
desde el siglo II d.C. y más acusadamente a partir del siglo III d.C. las
inscripciones públicas, hitos, monedas provinciales, columnas conmemorativas,
pontazgos y demás fueron escritas en griego mayormente. El bilingüismo (latín y
griego) fue una realidad en el territorio romano desde el Alto Imperio.
Mientras que en Occidente se hablaba y se escribía en latín, en la parte
oriental se hablaba más en griego. Si bien el idioma administrativo fue al
principio el latín eso fue cambiando progresivamente. Ya en el siglo IV el
griego tuvo la misma importancia y uso administrativo que el latín en Oriente y
para el siglo V y VI el griego era bastante más utilizado que el latín.
Mármol romano oriental, parte del Código del emperador Anastasio
(491-518 d.C..) en griego que regulaba el paso a través del estrecho de los
Dardanelos (el antiguo Helesponto, que comunica el mar Egeo con el mar interior
de Mármara). Encontrado en Abydos, cerca de Canakkale (Turquía). Actualmente en
exhibición en el Museo Arqueológico de Estambul.
Durante el
Alto Imperio los habitantes orientales del Imperio (sobre todo los helenos) al
Augusto lo llamaron “Augoustos”. Hubo emperadores como Otón que grequizaron su
título de Imperator (IMP) por el de Autokrator (AYTOK)
en muchas monedas. Desde el gobierno de Aureliano (270-275 d.C.) y
Diocleciano (284-303 d.C.) la intitulación de Imperator en las monedas fue
decayendo y en su lugar empezó a ser usado el “Dominus”: Dominus Noster o
Dominus Nostri. Si nos fijamos en cualquier moneda de Heraclio (610-641 d.C.) nos daremos cuenta de varias cosas. Una de
ellas sería el numeral del valor monetario heleno, que ya había hecho acto de
presencia indefinidamente con el emperador Anastasio (491-518 d.C.). Otra
característica que veríamos es que muchas monedas de este emperador aún estaban
escritas en latín y, sobre todo, nos daremos cuenta que dicho emperador siguió
usando los títulos imperiales propios del Bajo Imperio y del Dominado.
Tetradracma romano del emperador Otón (69 d.C.) con ceca en
Antiochia ad Orontem, Siria. Anverso: AYTOKΡATΩΡ MAΡKOC OΘΩN KAICAΡ CEBACTOC
(Autokrator Marcus Oton Kaisar Sebastos). Reverso: ETOVC. Como vemos emplea los
títulos que tendrán 500, 700, 800 o 1300
años después los emperadores romanos orientales, a saber: Autokrator
(Imperator), Kaisar (Caesar) y Sebastos (Augustus-Augoustos).
Moneda de billon de plata provincial de Herenio Etrusco con ceca
de Alejandría del año 251 d.C. con la inscripción K EPE ETP MEC DEKIOC KAICA
(Quinto Herenio Etrusco Messio Decio César).
Moneda de Heraclio (610-641 d.C.). Anverso: D(omini) N(ostri)
Heraclius et Hera(clius) Const(antinus) P(ater) P(atriae) Aug(usti). Reverso:
Victoria Augusta Con(stantinopoli) OB(ryzum).
Las
monedas provinciales para la mitad del Imperio Romano, la parte oriental
grecoparlante (toda la zona de la actual Grecia, Macedonia, Tracia, Siria,
Egipto, etc) estuvieron escritas en griego. No en el año 395, ni en el año 610
d. C. o en el año 1000, sino en toda la línea imperial desde el siglo I en
adelante. Al principio los romanos sólo pusieron alguna alegoría mitológica o propia de las
ciudades en la parte del reverso pero para el siglo II y sobre todo el III d.C.
las inscripciones de las efigies principales ya están en griego en su
totalidad. Antes del nacimiento de Constantinopla, de la partición del Imperio,
o del gobierno de Heraclio . Sin duda, el tema de este último emperador es una
de las grandes falacias de siempre. Los romanos orientales siguieron usando los
títulos imperiales indiscriminadamente. La palabra "emperador"
oriental (ese grequizado Augoustos) con el tiempo sería "Autokrator"
(que sustituyó a la forma latina de "Imperator") no "Basileus”.
El
“Basileus” vendría a ser Majestad, Señor o gobernante. En Oriente "Imperator"
tuvo en la palabra "Autokrator"
su sinónimo (título que ya existe en monedas orientales del siglo III d.C.,
incluso el emperador del siglo I d.C. Otón, como ya hemos dicho, se intituló en
Oriente como Autokrator, con la abreviatura de "AYTOK"). La palabra
rey era “rigas” o “rex”, no “basileus” (diferente del “vasileos”
heleno en referencia a reyezuelo). El título de “Caesar” tampoco se
abandonó nunca, y ya desde el siglo IV se denominaba en Oriente como “Kaisar”,
título que duró hasta 1453, siendo al final el cuarto en importancia detrás del
de “Basileus” (gobernante o Señor), “Autokrator” (emperador) y “Sebastokrator”
(Suprema Majestad). Ese título de “Kaisar” venía de forma directa del “Caesar”
del Dominado, aquel emperador subalterno, menor, con poder ejecutivo pero sin
poder legislar y sin derecho a la salutatio imperial. En Bizancio ese
título también fue usado para los coemperadores asociados al trono (para
heredar el título imperial supremo sin que la institución imperial diese
nociones de ser una monarquía en lo teórico), príncipes, líderes aliados o
generales victoriosos como premio honorífico. Sin embargo, pese a no ser el
máximo título imperial el título de Kaisar si fue muy importante
popularmente para identificar al gobernante como atestiguan los propios romanos
orientales en sus escritos, rusos o castellanos que visitaron la capital a lo
largo de los siglos. Los rusos llamaron “Tsargrad” a Constantinopla (la
Ciudad del César). Y en la visita a la capital imperial del castellano Ruy
González de Clavijo en 1403 al emperador Manuel II Paléologo (1391-1425) lo
llamaban los propios romanos “Kaisar Manolis”, y Ruy lo transcribe en su
obra “Embajada a Tamorlán” como “Charmanoli”, que era como le sonaba a
él el nombre cuando era mencionado. Era llamado popularmente Kaisar en
vez de Basileus o Autokrator. El prestigio de ese nombre era
reconocido por todos aunque en esa época fuese un título imperial menor en
realidad.
En
el Imperio romano de Oriente no sólo no se renunció a los títulos imperiales en
el siglo VII d.C., sino que a partir de entonces se crearon nuevos. Por ejemplo, el femenino
de Caesar en griego, que fue el de “Kaisarissa” o el femenino de
Basileus, que fue “Basilissa”. También mezclaron algunos existentes como
el de “Sebastos” (Augoustos) y “Autokrator” (Imperator) para
crear el de “Sebastrokrator” (Suprema Majestad o Hypersebastos).
Hasta el siglo XI es muy frecuente ver en murales y mosaicos la palabra “Augoustos”
y “Augousta” (usándose también el de “Sebastos” en este caso en
particular). Por ejemplo, en la misma Hagia Sophia en la representación de
Constantino IX Monómaco (1042-1055) y Zoe (1028-1050). La palabra “Basileus”
y “Basilissa” hacen referencia a su título como gobernantes supremos, no
reyes. Zoe, por su parte, tiene el título de “Augousta” escrito y Constantino
IX el de “Autokrator”. Los
romanos orientales jamás renunciaron a sus títulos imperales, al igual que no
renunciaron a sus cargos administrativos (eparchos tes poleos=tribunus plebis,
etc), originarios muchos de ellos del Estado bajoimperial romano. Más de mil
años de Estado dan como resultado la evolución, no la desaparición ni mucho
menos la autosupresión gratuita.
Mosaico de Hagia
Sophia del emperador Constantino IX (1042-1055) y la emperatriz Zoe
(1028-1050). Se lee: "Constantino Autokrator (=Imperator-emperador)
Basileus (Señor-Gobernante) de los romanos Monómaco" y "Zoe
Porfirogéneta (nacida en la púrpura) Augusta".
Anverso de la
Medalla de Juan VIII Paleólogo (nacido en 1392, coronado en 1425 y fallecido en
1448) realizada por Pisanello en 1438-1439, cuando el emperador participó en el
Concilio de Ferrara (o después en Florencia). En la inscripción (en griego: Ἰωάννης
Βασιλεύς καί (ςαρ) Αὑτοκρἀτωρ Ῥωμαἰων ό Παλαιολόγός) se puede leer "Juan
Basileus (gobernante/señor), Kaisar (César) y Autokrator (Emperador) de los
romanos". Esta medalla se considera la primera del Renacimiento. El
medallón parece que fue encargado por el marqués de Ferrara Leonello d'Este. El
emperador lleva un sombrero llamado "skiadion".
Crisobull de 1451
con la firma de Constantino XI Paleólogo, último emperador romano de Oriente
(1449-1453)---> "Κωνσταντίνος ο εν Χριστώ τω Θεώ πιστός βασιλεύς και
αυτοκράτωρ Ρωμαίων ο Παλαιολόγος" - "Constantino, él en Cristo Dios,
fiel Basileus (gobernante/señor) y Autokrator (emperador) de los romanos
Paleólogo".
Biografía:
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Claramunt, Salvador: El Mundo bizantino; la encrucijada entre
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Court Regalia in later Roman Byzantine Empire. Frontline Books, 2015.
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Monedas
romanas provinciales orientales antes de la división oficial del Imperio Romano