dissabte, 10 de març del 2018

EL TEATRO LATINO (PRIMERA PARTE)


Escrito por Maribell Bofill Monés


El presente ensayo sobre el Teatro Latino se ha dividido en varias partes. En esta primera se efectúa una introducción general, y se describe a sus protagonistas; en la segunda veremos como era el edificio teatral romanoy los géneros teatrales.
 


 


Si es cierto lo que he dicho, dadme una prueba sonora de ello (incitando al aplauso con las manos), para que sepa desde el comienzo si cuento con vuestra simpatía.

(Prólogo de la Casina de Plauto)


El teatro aparece con caracteres religiosos en todas las culturas, en las más primitivas, en forma de danzas sagradas que se convierten en personajes mitológicos. Los griegos lo llevaron a una perfección inigualada en la que concurrieron el cuadro de la escena, la coreografía, la música, la recitación y el texto, con el equilibrio que caracteriza a todas sus manifestaciones artísticas. La revelación del arte, del pensamiento y de la literatura griega conquista poco a poco la inteligencia romana más despierta, no obstante, no se aplica a la repetición mecánica de la cultura helénica, sino que, la asimila y la transmite al mundo moderno.

Las fiestas en honor del dios Baco de los romanos, son el origen del Teatro. Cuenta Tito Livio que el teatro nace cuando jóvenes romanos quisieron imitar lo que hacían los histriones etruscos, suplantando la personalidad de los personajes políticos más populares de Roma. La vena satírica quedaba clara y el carácter de crítica social que comportaba, también. De aquí que el teatro fuera objeto en la República romana de una rígida censura en todas sus especialidades.
La civilización romana tenia gran habilidad para apropiarse de manifestaciones artísticas de otros pueblos, adaptándolas a su propio espíritu. El teatro es el ejemplo más claro. El ocio romano se dividía entre los ludi circenses, circo, y los ludi scaenici, teatro, predominando en este último el mimo, la danza y el canto en forma de pantomima.

Las tragedias y comedias fueron sustituidas por mimos, y sobre todo por las fábulas "atellanae", que al principio eran farsas improvisadas, pero que más tarde se convirtieron en auténticas piezas teatrales de un gusto más que dudoso, que tenían como objeto la crítica, lo más realista posible, de la sociedad romana.

El teatro tuvo que buscar incesantemente nuevas formas para mantener a su público, atraer a nuevos espectadores y no verse eclipsado por las otras diversiones de Roma.

En esa adaptación, el teatro perdió su solemnidad y refinamiento, para hacerse más grotesco, obsceno y burdo, en aras del puro y simple entretenimiento de la plebe, siendo la comedia casi el único punto de encuentro con la cultura del romano medio y bajo.

Gran parte de las representaciones en Roma fueron de carácter ritual de invocación a los dioses; no sólo fue religioso su origen, sino que incluso llegaron a formar parte del culto que en algunos rasgos indican que pronto se convirtieron en un espectáculo público más. El espectáculo teatral no se concebía como destinado a interpretarse indefinidamente, sino que se veía como algo efímero, pues las obras se representaban generalmente una sola vez.

Es digno de ser destacado su carácter eminentemente popular. Las obras se adaptaban perfectamente al público: la gente se entretenía con el teatro, por ser el único género literario que reflejaba la vida cotidiana, y por eso los ediles se servían de ellas para obtener el apoyo de sus futuros electores y favorecer así su carrera política. El teatro contaba en Roma con subvención estatal y era supervisado oficialmente.


Los días destinados a la celebración de los ludis se suspendía toda actividad profesional, comercial y pública, lo que facilitaba la asistencia de la población a los diversos actos programados. Los juegos no deben ser vistos sólo como un fenómeno lúdico sino que representaban también un espacio de comunicación social y relación del romano con el mundo. Las representaciones teatrales no eran simplemente una actividad artística, sino una expresión de la vida cívico-religiosa, y como tales eran precedidas siempre de sacrificios rituales.

Durante la época republicana, predominaron los espectáculos escénicos sobre los circenses. Junto a los juegos regulares, existía la posibilidad de que se organizaran otros extraordinarios, celebrados para señalar eventos particulares, como un éxito militar la inauguración de un templo o el final de un desastre natural.

También existían ocasionalmente juegos privados, pagados íntegramente por algún individuo con el deseo de impresionar al pueblo con su generosidad y obtener así popularidad. Durante el Principado, se añadieron los celebrados con motivo de los aniversarios de los emperadores y en otras ocasiones relacionadas con los máximos gobernantes del Imperio. De esta manera, el número de días dedicados anualmente a los juegos fue creciendo considerablemente, y dentro de ellos las jornadas dedicadas a las representaciones escénicas. Al comienzo del Principado, de los setenta y siete días programados en la ciudad de Roma para la celebración de juegos públicos, cincuenta y seis estaban dedicados a funciones teatrales. Desde entonces el teatro hubo de hacer frente a la competencia creciente del anfiteatro y, sobre todo, del circo, de modo que, mientras el número de días de juegos públicos fue aumentando, el porcentaje de los dedicados a espectáculos teatrales disminuyó.
Todas las obras teatrales que eran representadas en público se basaban con frecuencia en los mismos mitos que formaban parte de las creencias religiosas o referidas a episodios históricos, o supuestamente históricos, que se remontaban al mismo origen de Roma, debían ser autorizadas por los magistrados que organizaban los juegos y, en última instancia, por el senado. De ello se encargaron en época republicana los ediles. Si bien buena parte de la financiación corría a cargo de fondos públicos, era habitual que los ediles, que estaban al comienzo de su carrera política, añadieran dinero propio para asegurar la brillantez de los juegos y agradar así a sus posibles votantes. Augusto encargó la organización de los juegos públicos a los pretores. Sin embargo, desde entonces fueron por lo general los mismos emperadores los patrocinadores de unos juegos cuya celebración estaba cada vez más relacionada con la exaltación de la figura del culto imperial. Los costes de los espectáculos escénicos se repartían fundamentalmente entre la adecuación de los edificios teatrales y la contratación de los actores. En general, tanto la construcción como el mantenimiento de los edificios teatrales, en Roma y en las provincias, correspondía al Estado, aunque era frecuente que magistrados y particulares contribuyeran con sus propios medios.

ETAPAS DEL TEATRO ROMANO

Cronológicamente el teatro romano no es lineal, sino circular. Es decir al cabo de varios siglos se retorna al punto de partida. Las fases son tres:

Primera etapa (364 a.C.)

Se crean los primeros ludi scaenici. Es un teatro sin texto. Se trata de danzas al son de una flauta y acompañadas de coplas cantadas de carácter picante, mordaz y obsceno, los cantantes y actores aparecen disfrazados. Los elementos más importantes, era la improvisación, la danza y la música. Se celebraban una vez al año en un contexto festivo y religioso.

Segunda etapa (240 a.C.)

Se establecen en Roma los llamados ludi romani. En el 240 a.C. Livio Andrónico estrena la primera obra dramática escrita, basada en un texto griego. Los Ludi son más frecuentes. Aumenta el número de escritores que componen tragedias y comedias. Como se ve el teatro “literario” corresponde a esta segunda etapa.

Tercera etapa (27 a.C.)

Pocos años antes del comienzo del Imperio la tradición del teatro textual se va extinguiendo. Se va a crear la pantomima romana, semejante al mimo de los orígenes, pero dotada de contenido mitológico en muchos casos. Se escenifica sin palabras un relato mitológico.

En los primeros siglos de Roma, no puede hablarse de representaciones teatrales propiamente dichas. Pero sí hay precedentes del teatro en los cantos fesceninos, la farsa osca o fabula atelana y las saturae.






LOS ACTORES

En Roma, desde el principio, la actuación era un trabajo de profesionales. Los actores profesionales (histriones) estaban organizados en compañías (grex, caterva) poco numerosas por lo general cuatro o cinco actores se repartían todos los papeles de una obra bajo la dirección de un patrono (dominus). Pero el oficio de actor estaba mal considerado ya que únicamente los esclavos o los libertos solían trabajar en el mundo del teatro, incluido el oficio de escritor de dramas y comedias.
Recibían dinero por sus actuaciones, pero los salarios variaban sustancialmente en función de la fama de cada uno de ellos, y muchos debían de vivir en el umbral de la mera supervivencia. Al cabo del año, sólo se celebraban unas pocas representaciones teatrales en cada ciudad, de modo que los actores debían complementar sus ingresos con otras actividades artísticas y mediante giras teatrales por diversas ciudades. La ley determinaba que el ser actor era causa de la limitación de la capacidad jurídica de un individuo y por eso los actores carecían de derechos civiles. En general los actores eran vistos como personajes vulgares y moralmente repudiables, hasta el punto de que fueron tratados por la ley romana como infames y su profesión como ignominiosa.
La profesión de actor y sus extensiones (juglares, mimos, histriones), fue respetada o al menos aceptada al final de la República, que olvidó la condición de infames que al principio se les había otorgado la marginación no fue tan estricta y hubo histriones que hicieron carrera en el oficio e incluso dentro de la administración pública. Los emperadores no podían dejar de apreciar el atractivo que este teatro irregular, callejero, ejercía sobre el pueblo y pasaban por alto restricciones morales y éticas que con frecuencia quedaban sentadas solo en meras declaraciones.

Roscio Galo y Clodio Esopo llegaron a ser famosos en su época, y convertidos en estrellas capaces de reunir grandes fortunas bien vistos incluso entre los círculos aristocráticos.

Los actores eran siempre hombres y algunos tenían que representar varios papeles en la misma obra. Tanto los papeles masculinos como los femeninos eran interpretados por hombres, vestidos con pelucas o máscaras adecuadas para el papel representado. Las mujeres solo podían actuar en los mimos.




EL PÚBLICO

Desde el principio los espectáculos teatrales en Roma, estuvieron abiertos a todas las clases sociales, incluido los esclavos, debido al carácter estatal de su organización.

Esta variedad de público está bien documentada en gran número de escritores latinos.

El hecho de que esa multitud abigarrada asista a los espectáculos, no excluyo nunca de ellos a lo que llamaríamos” clases selectas “Tito livio nos refiere que en el año 194 a.C. los censores Sexto Elio Peto ,y Gallo Cornelio Cetego ordenaron que se concediesen lugares especiales a los senadores en los espectáculos.

Por otra parte en el año 67 a.C. se promulgo la Lex Roscia theatralis, que reservaba para los miembros del orden ecuestre las catorce primeras filas de los graderíos de los teatros. No es seguro que disfrutaran de este privilegio también fuera de Roma, pero hay indicios de que así sería, como por ejemplo una inscripción realizada sobre una de las gradas inferiores del teatro de Arausio (Orange, Francia), reservada para caballeros, y la noticia transmitida por Asinio Polión en una carta dirigida aCicerón en la que afirma que, en los juegos organizados por Balbo en Gades (Cádiz), había en el teatro catorce filas de asientos reservadas a los caballeros.

Hombres y mujeres de todas las categorías sociales estaban autorizados a asistir a las representaciones teatrales, pero los espectadores no podían elegir libremente su asiento.

La subdivisión del espacio en el edificio teatral, suponía la reserva de lugares determinados según la categoría social, política y jurídica del público. La ubicación de los espectadores fue reglamentada mediante diversas disposiciones legales durante la época republicana, hasta culminar con una detallada ley promulgada por Augusto. Al parecer los esclavos podían asistir al teatro, pero con la prohibición de sentarse salvo que sobraran asientos, reservados para las personas libres. Los esclavos debían colocarse en la parte superior de la summa cavea, en la zona más alta del graderío. Ese es el espacio en que situaría también la plebe más humilde sin toga (pullati), así como las mujeres, aunque es posible que las esposas de caballeros y senadores pudieran acceder en compañía de sus maridos a las filas más próximas a la escena. Según Suetonio, las vestales disponían de una ubicación especial frente a la tribuna del pretor, que presidía la representación.

Los niños, pobres ocuparían como sus padres la summa cavea .El grueso de la plebe ocupaba la parte principal de la media cavea, en la porción central del graderío, justo por encima de las filas de los caballeros.

Es posible que hubiera sitios reservados para militares y tal vez también para veteranos del ejército, así como para los funcionarios públicos (apparitores) que trabajaban para los magistrados y para el emperador (escribas, pregoneros, alguaciles, etc.). Los soldados que hubieran sido condecorados con la corona cívica por su valor disfrutaban del privilegio de sentarse inmediatamente detrás de los senadores, incluso por delante de los équites.

En los asientos más próximos a la escena se ubicaban los miembros de la aristocracia romana, caballeros y senadores. En cuanto a los senadores, desde el año 194 a.C. se les reservó asientos separados del resto del pueblo. Durante las últimas décadas republicanas debieron de tener derecho a sentarse en la orchestra, justo bajo el escenario, privilegio que se recoge en la ley de la colonia hispana de Urso, Probablemente se acomodaban en sillas movibles, tal vez con los nombres de sus propietarios pintados sobre ellas. Las mismas gradas podían estar rotuladas con inscripciones o signos señalando los grupos o individuos a los que correspondían.

La cantidad, variedad y frecuencia de asistencia al teatro por todas las clases de romanos nos muestran la popularidad de la comedia latina en los siglos III y II a.C. La sociedad romana de este periodo se muestra abierta sobre todo a la comedia y en menor grado a la tragedia.

El público variaba según los géneros. Comedia y mimo gozaban de un público de diversa procedencia, porque los temas, por su cotidianeidad, eran de fácil comprensión. El de la tragedia era en cambio más selecto, compuesto sobre todo por quienes habían tenido contacto con la cultura griega.

El teatro fue utilizado como instrumento político, Cicerón, afirma que había hombres públicos que eran recibidos en el teatro con aplausos o silbidos, e incluso que había quien tenía miedo de ir al teatro por temor a que un recibimiento adverso mostrara una merma en su popularidad. En una época en la que las asambleas populares habían perdido las funciones legislativas y electorales que las habían caracterizado durante la República, el pueblo encontraba en el teatro un lugar alternativo para mostrar, su descontento por determinadas leyes o por el deficiente abastecimiento de cereales a la ciudad . Tales manifestaciones, que podían surgir espontáneamente durante una representación, o bien ser provocadas de manera premeditada por parte de grupos contratados para ello, estallaban a partir de un incidente percibido por todos los presentes simultáneamente la entrada del emperador o de otra personalidad en el recinto, un comentario en voz alta, etc.



LA REPRESENTACIÓN

En Roma, los propios actores, al inicio de la representación, eran los encargados de pedir atención y benevolencia al público. Pero no inspiraban demasiado respeto a los espectadores pues eran esclavos o libertos y a pesar de que los actores tenían una formación y una educación esmeradas, trataban al público con descaro. 
En el prólogo de Poenulus (el joven cartaginés) de Plauto, intenta poner silencio a una multitud, formada por prostitutas sentadas delante del escenario, nodrizas que acuden con niños de pecho, matronas charlatanas con sus maridos, lacayos que han ido a llevar a sus amos etc.




“ganas me entran de ofreceros un breve recuerdo del Aquiles de Aristarco.

De esta tragedia tomaré prestado mi inicio:”¡callad, guardad silencio, prestad atención; escuchad, es una orden del gran vencedor de Histriona”

Es su deseo que todos acudan a sentarse en buena disposición de espíritu en estas gradas, ya lleguen en ayunas ya lo hagan con el estómago lleno.

Los que han comido han procedido con talento; los que no lo han hecho, sólo tiene que ramonear fábulas cómicas.

A decir verdad, cuando uno tiene en casa de que vivir, no es de cuerdos venir al espectáculo sin haber cenado antes….

Observad mi decreto:

Ninguna joven de mundo se sentara en el proscenio;

Los lictores no dirán ni una sola palabra, ni tampoco sus varas;

El ordenador no pasara por delante de nadie para acomodar a alguien mientras los actores estén en el escenario;

Los que se han quedado durmiendo hasta las mil y una horas se resignaran a permanecer de pie, o que no duerman hasta tan tarde….

Las nodrizas deberán cuidar en casa a sus mamoncillos, en lugar de traerlos al espectáculo:

Es la mejor solución para no sentir sed ellas mismas, y para que sus criaturas no se mueran de hambre y no berreen como cabritillos.
 

Las damas miraran sin ruido. Reirán sin ruido, moderando los estallidos de sus voces aflautadas.

Dejen para más tarde su parloteo, no vayan a encolerizar también aquí a sus maridos como ya lo hacen en casa….”









Fuentes:

La escena romana (traducción de Eduardo J. Prieto) Buenos Aires. EUDEBA.

Almacén de clásicas

Historia básica del arte escénico. Cátedra, Madrid

Apuntes de historia del teatro Roberto Perinelli.

Teatro: el ámbito escénico. Buenos Aires. Centro Editor de América Latina.

Algunos datos para esta entrada sobre el teatro latino han sido tomados de: Teatro y sociedad en apuntes sobre la historia del teatro occidental. tomo 1l Occidente romano por Miguel Moliné Escalona.

D’Amico, Silvio. 1961, Historia del Teatro Dramático.